DEUX EX MACHINA
Mattia Russo y Antonio de Rosa ponen en marcha la maquinaria teatral en ‘Mont Ventroux’, estrenada la semana pasada en Condeduque, y consiguen su obra más lograda y estética. Te lo contamos…
Texto_OMAR KHAN Foto_KITO MUÑOZ
Madrid, 23 de octubre de 2023
Mont Ventroux es una bella metáfora de la horrible vida acelerada que llevamos. Desde una sorprendente belleza formal se erige como un llamado a bajar el ritmo y percatarnos de que, a veces, desde nuestra ventana se puede ver esa montaña que, a pesar de lo imponente, tan pocas veces reparamos en ella. De alguna forma, la nueva y visualmente sugerente creación de la compañía Kor’sia, estrenada la semana pasada en el Centro Cultural Condeduque, de Madrid, es una apuesta por el poder curativo de la contemplación y una invitación a incorporar la naturaleza a nuestras digitalizadas vidas de pavimento y hormigón.
Mattia Russo y Antonio de Rosa, tándem directivo de Kor’sia, pone en marcha la maquinaria teatral en la forma del deux ex machina para articular su propuesta con verdadero sentido del espectáculo, un despliegue visual al servicio de una idea que invoca -muy sutilmente- el pensamiento e ideales humanistas del Renacimiento como posible solución al vértigo auto-impuesto en nuestra sociedad tecnológica, que no nos da tregua, respiro ni tiempo para pensar. Imágenes de indiscutible impacto visual (ese conejo, suerte de bugs bunny gigante muriendo en una cámara de gas, esa mujer vestida de caballero medieval ciborg) engrandecen y subrayan los principios conceptuales de la propuesta.
A diferencia de creaciones anteriores de la agrupación que, manteniendo siempre la belleza formal que es ya característica de la compañía, lucían a ratos crípticas y por momentos inaccesibles en su discurso, el mensaje de Mont Ventroux aparece nítido, certero y pertinente al momento que vivimos. El ingenioso dispositivo escenográfico, ese vitral gigantesco desde donde se divisa una montaña, divide de forma inteligente el espacio en dos estadios: el de la velocidad y el vértigo de la urbe y el de la naturaleza y la contemplación, al que se corresponden respectivamente las dos formas de danza y ritmos de la coreografía: crispados, virtuosos y precisos de un lado; líricos, emotivos, pausados y cuasi neoclásicos del otro. Que la idea tenga éxito materializada en el escenario es responsabilidad de un equipo de nueve solventes bailarines que lo dan todo, respondiendo a las exigencias (físicas, de composición, de compromiso…), que no son pocas. En esta ocasión ni Russo ni De Rosa bailan, así como tampoco Agnés López-Río, responsable de la elaborada dramaturgia, que tuvo como punto de partida aquella célebre misiva alpinista de Petrarca a un amigo, que para muchos marca el inicio del Renacimiento.
Con Mont Ventroux, Kor’sia presenta la obra más sólida, atractiva y convincente de toda su trayectoria. Nada aquí se antoja gratuito. A destacar el ya mencionado y eficaz dispositivo escénico, diseñado por Ámber Vandenhoeck y los directores de la compañía, y el omnipresente pero al unísono discreto espacio sonoro, con sus delicadas reminiscencias barrocas, creado por Alejandro Da Rocha. También es su obra más plástica, la más visual, la más sorprendente… Consolidan así su estética, aunque se siga notando un remarcado y evidente influjo de la compañía catalana La Veronal, del griego Dimitris Papaioannou o el coreógrafo residente del Cullberg sueco Jefta Van Dinther, cuya muy celebrada creación Protagonist, guarda muchas coincidencias con Mont Ventroux.
