CISNES MACHOS
Es la obra icónica de la compañía británica New Adventures. ‘El lago de los cisnes’ de Matthew Bourne, se estrenó hace tres décadas y sigue fascinando. El Teatro Real, de Madrid, nos la devuelve esta semana y a propósito, hemos hablado con el coreógrafo...
Texto_BEGOÑA DONAT Foto_JOHAN PERSSON
Madrid, 15 de noviembre de 2025
Cuando un treintañero Matthew Bourne (Reino Unido, 1960) estrenaba su personal aproximación a El lago de los cisnes hace tres décadas, dando el protagonismo a un elenco de bailarines masculinos, lo hacía, ingenuamente, pensando que estaba subiendo a escena una buena idea. Jamás imagino el impacto que tendría en la audiencia, en el mundo de la danza en general y en su propia carrera en particular. Remontada una y mil veces, su pieza icónica recala esta semana en el Teatro Real madrileño, del 19 al 22 de noviembre, y el hoy Caballero de la Orden del Imperio Británico, se declara "increíblemente orgulloso del espectáculo y de su legado”.
Con su compañía londinense New Adventures ha reimaginado desde entonces muchas otras historias conocidas (es su especialidad), que van desde Cenicienta y Las zapatillas rojas, pasando por El retrato de Dorian Grey, hasta Eduardo Manostijeras y Romeo y Julieta, todas con gran éxito, pero ninguno como el de su lago de cisnes machos, que tuvo un impulso extraordinario cuando fue la obra que bailó en el cine, el muy conmovedor Billy Elliot.
¿Cómo surgió la idea de reinventar El lago de los cisnes con un elenco masculino?
En ese momento, sentí que tenía que hacer algo diferente, porque mi compañía no es clásica, sino de danza-teatro contemporánea. La idea de los cisnes masculinos se me había ocurrido mucho tiempo antes, casi como una ensoñación, y me parecía emocionante. Cuanto más profundizábamos en ella, más interesante se volvía, más psicológica.
¿Cómo ha evolucionado desde su estreno en 1995?
Hemos hecho algunos cambios a lo largo de los años, pero siempre con la conciencia de que mucha gente ya adora la producción y su puesta en escena icónica. Para muchos espectadores de la versión más reciente, los cambios pasarán, probablemente, inadvertidos. Pero nosotros sabemos que hemos hecho cientos de pequeños ajustes. Lez ha rediseñado todos los decorados y muchos de los vestuarios han cambiado. También debo tener en cuenta que, 30 años después, el mundo es otro y lo que el público considera divertido o aceptable es muy distinto. Además, los nuevos bailarines aportan siempre sus propias interpretaciones, y eso mantiene la obra fresca y viva.
¿Han cambiado las expectativas del público o siguen esperando el segundo acto de hombres con tutús?
Creo que a veces se subestima lo mucho que hemos avanzado con esta pieza en todo el tiempo que lleva en cartel. Los temas gays y homoeróticos se ven hoy mucho más en nuestras pantallas que entonces. Ahora los acepta un público mucho más amplio, que viene a ver el espectáculo y, en lugar de escandalizarse por algún elemento, lo encuentran inspirador: esta es la historia de un joven que está confundido sobre su futuro y sobre su sexualidad, algo muy significativo para los jóvenes.
Su producción fue a menudo etiquetada como “el Lago de los cisnes gay”, y cuando la llevó por primera vez a Broadway le aconsejaron no hablar de ello. ¿Lo afrontaría hoy de otra manera, quizá más abiertamente?
Cuando el espectáculo se estrenó se lo llamó así, lo cual no era el objetivo, pero es cierto que dentro de la obra había una historia muy significativa para el público gay, y yo lo celebré entonces… y lo hago ahora.

No solo reinventó un ballet clásico, sino que en el año 2000 su obra fue la poderosa escena final del filme Billy Elliot (Stephen Daldry) ¿Cómo ve su enfoque influyendo en dos formas artísticas distintas, la danza y el cine?
Me enorgullece reconocer que Billy Elliot es un miembro ficticio de mi compañía. Mi deuda con el cine es enorme: me inspira en mi manera de contar historias, y a menudo se describe mi obra como cinematográfica. Algunos la comparan con las películas mudas: historias contadas a través del movimiento y la interpretación sin palabras, pero con gran música.
¿Qué papel desempeñó la película de Alfred Hitchcock, Los pájaros (1963), en dar forma a su visión de la obra?
Para cualquiera que haya visto la película es evidente: ¡todas esas aves furiosas atacando a la pobre Tippi Hedren! En nuestro acto cuarto, los cisnes también se vuelven agresivos.
Al igual que los llamados “Young British Artists”, se le consideraba un agente del cambio en su campo. De hecho, fue apodado “el Damien Hirst de la danza” y “el chico malo del ballet”. ¿Cuánto cree que tiene en común con esas figuras?
Muy poco. No me interesa escandalizar, pero sí sorprender. Casi todo lo contrario: me encanta entretener al público, quiero que el trabajo sea accesible y contar una historia con claridad. Soy un hombre de espectáculo, no un rebelde.
Después de sacudir tan profundamente el mundo de la danza, ¿le resultó difícil avanzar tras crear una obra tan revolucionaria?
En aquel momento, sí. Pero desde entonces contamos con 13 obras de larga duración que representamos con regularidad. Si El lago de los cisnes hubiera sido mi único éxito, tendría una relación distinta con él. Como solo lo retomamos cada cinco años más o menos, me vuelvo a enamorar de la pieza cada vez.






