UN FUTURO DE MIERDA
El portugués Marco Da Silva Ferreira, coreógrafo europeo de moda, trajo anoche su nueva creación ‘F*ucking Futuro’ a Teatros del Canal. Fuimos a verla y esto nos ha parecido…
Texto_OMAR KHAN Foto_JOSÉ CALDEIRA
Madrid, 15 de noviembre de 2025
Arropado y auspiciado por Tiago Guedes, actual director de la Bienal de la Danza de Lyon cuando era el director del Teatro Municipal de Porto, el joven creador y bailarín portugués Marco Da Silva Ferreira ha tenido una ascendencia fulgurante, que le ha colocado en la cúspide muy rápidamente. Basta ver la lista de coproductores de su nueva creación F*cking Future, que llegó anoche (con funciones hasta mañana) a la Sala Verde de los madrileños Teatros del Canal, para entender la dimensión de este éxito. La misma Bienal de Lyon, donde tuvo su premier; Sadler’s Well, de Londres; el Teatro Nacional de Chaillot, de París; los festivales Julidans, de Ámsterdam y el Tanz im August, de Berlín o, entre muchísimos más, el Centro Cultural de Belém, de Lisboa, conforman sus apoyos.
¿Qué ofrece el joven creador para ser tan codiciado? Los que vayan este fin de semana a ver su compañía en Canal, donde ha llegado bajo la sombrilla del Festival de Otoño de la capital, podrán constatarlo. Y resultará de lo más sorprendente porque, tanto en esta pieza como en sus dos anteriores: Bisonte (2024) y Carcasa (2022) -que fue vista y ovacionada en el Festival Dansa Valéncia-, lo que nos aporta son distintas facetas de la decepción. Principalmente la de su generación, de cara a un futuro ciertamente de mierda. El título, F*ucking Future, es una provocación que reafirma el carácter escéptico y desencantado de esta danza terca e insistente, que mueve al unísono a ocho bailarines con gran capacidad de resistencia.
Son ocho cuerpos de la diversidad. Intencionadamente van uniformados con un vestuario idéntico muy sexy y sugerente, se mueven al unísono y bailan en igualdad de condiciones. No hay protagonista (y eso que el mismo Da Silva baila), y todos se mueven bajo la música incesante de Rui Lima y Sèrgio Martins, y los golpes de efecto de una iluminación muy acertada. Para el ballet, serían cuerpos disciplinados, alineados e igualados. Pero en la obra de este nadador que se fue al hip hop y terminó en el contemporáneo, la intención no es que sean iguales aunque haga esfuerzos para que lo parezca. La base del discurso reside justamente en que cada uno de ellos es diferente del otro, lo que lo hace único. La obra, de esta forma tan curiosa, remite a una diversidad que cruza lo queer, lo afeminado, lo no binario, lo viril, lo frágil y todo lo que implica el plus tras las siglas LGTBI+. Hay aquí cuerpos negros, blancos, altos, bajos, frágiles y fuertes. Subrayar estas personalidades y diversidades es una parte relevante de este discurso del desencanto.
Visto en conjunto, hasta ahora el trabajo de Da Silva apunta hacia la exaltación de la diversidad y la inclusión, la democratización del escenario, subrayar la estupidez que supone eso de los cuerpos viables para la danza y por otro lado, reafirma la validez de muchos lenguajes de danza sin decantarse por ninguno, por lo que su movimiento está construido de folclor, danzas urbanas, bailes populares, clubbing, voguing o danza contemporánea. Todo junto, disfrazado de unidad.
Pero F*cking Future es una pieza que descoloca. Su mensaje no es nada obvio y su discurso, un poco críptico, exige reflexión larga para poder acceder a las claves y significados de esas nuevas masculinidades que suscribe.





