ESPIRITUALIDAD
El Festival Temporada Alta, de Girona, acoge este viernes la pieza ‘Gernika’ de la mano del colectivo Bilaka en colaboración con Martin Harriague, próximo director del Malandain Ballet Biarritz. Hablamos con él...
Texto_JUDIT GALLART Foto_RAYNAUD DE LAGE
Madrid, 7 de octubre de 2025
Danza y música tradicional dialogan para rememorar el histórico bombardeo que asoló a Guernica hace casi 90 años en un espectáculo bautizado con el nombre de la ciudad vasca y que se presentará este viernes como parte de la programación del Festival Temporada Alta de la mano del creador vasco-francés, Martin Harriague, en colaboración con el colectivo Bilaka, compañía conformada por músicos y bailarines que, asentada en Bayona, trabaja por la activación contemporánea de la cultura tradicional del País Vasco.
“No conocía tanto la historia del bombardeo de Guernica, solo la pintura de Picasso, pero creo que ha marcado mucho la cultura del País Vasco y yo quería hacer algo relacionado con el mundo político, así que fuimos hasta allí, hablamos con la gente e hicimos mucho trabajo de investigación”, declara Harriague sobre una pieza con la que ha querido posicionar el arte como única vía para la supervivencia tras la más absoluta desgracia.
“En el País Vasco bailamos mucho y la obra comienza con un fandango en un mercado, una escena que parece positiva, pero en la que hay una tensión que anuncia que algo va a pasar, hasta que llega el bombardeo. Y tras él, nos reconstruimos, nos ponemos en pie y aprendemos a bailar de nuevo, a tener optimismo”, cuenta el creador que tomará el relevo del legendario coreógrafo francés Thierry Malandain como director del Ballet Biarritz el próximo mes de enero.
“Para mí es un honor tomar este cargo porque siento mucho respeto hacia Thierry y considero que hay una gran conexión entre nosotros”, confiesa este antiguo alumno del Ballet Biarritz Junior que, además, ejerce como director de danza en el Ballet de la Ópera de Avignon, un cargo que, según afirma, no sabe si mantendrá y sobre el que actualmente se encuentra “en discusión”.
La agrupación de Malandain, integrada dentro de los Centros Nacionales Coreográficos (CCN) del país vecino con casi tres décadas de historia, regresará a España en diciembre para presentar en el Centro de Danza Matadero Les Saisons, una de las piezas más conocidas de Malandain. “Thierry tiene un estilo muy poético y musical, con estructuras coreográficas muy ricas. No hay muchos coreógrafos que hagan lo que él y siento especial debilidad por su Cascanueces, la primera de sus obras que vi cuando tenía quince años”.
Conexión
Harriague, que entre 2018 y 2021 formaría parte de la compañía como coreógrafo asociado [en Madrid vimos el año pasado su ingeniosa Consagración de la primavera], observa grandes similitudes entre las piezas de Malandain y las suyas propias. “Ambos buscamos dar sentido a las obras que creamos porque creo que hay muchas piezas que cuando las ves, directamente no entiendes nada y considero que lo importante es darles sentido”.
Y es que una vez que tome el cargo, seguirá sumando al repertorio de la agrupación nuevas creaciones propias, aunque asegura que mantendrá el legado de su predecesor y buscará adaptarse al elenco con el que cuente.
“Tengo ambición y una visión muy clara de lo que quiero hacer, pero hay que hacerlo tranquilamente y con respeto tanto a lo que ha hecho Thierry estos 28 años, como a los bailarines que llegado el momento quieran continuar conmigo”. Con un trabajo altamente enfocado en la conexión con el territorio del País Vasco, el bayonés busca establecer puentes entre el lado francés y el lado español de esta comunidad, además de apoyar creaciones que cuenten con la firma de mujeres creadoras o de jóvenes emergentes.
Y precisamente es debido a que sus proyectos han estado muy centrados en el plano político y en los conflictos bélicos actuales, que observa el terreno espiritual como la gran carencia de la sociedad. “Las instituciones políticas y culturales deberían no solo apoyar más el arte y la creación, sino también la espiritualidad. Si Netanyahu, Putin o Trump tuvieran más espiritualidad en sus pequeñas cabezas, el mundo sería diferente. Si introducimos el concepto de espiritualidad en las obras creo que hay esperanza para cambiar lo que pasa ahora”, concluye.