HORA DE COMER
Irrumpió Oriol Pla anoche en el Festival Temporada Alta para presentar su extenuante unipersonal ‘Gola’, un fascinante exceso en toda regla. Fuimos a verlo y esto nos ha parecido…
Texto_OMAR KHAN Foto_CLAUDIA SERRAHIMA
Girona, 21 de noviembre de 2025
Que Oriol Pla es buen actor ha quedado demostrado en muchas de sus intervenciones en cine y series, entre ellas Merlí. Que es un fenómeno de la naturaleza, un crisol de registros y una inabarcable galería de gestos que hace difícil clasificarle como clown, bailarín, mimo, showman, acróbata, actor, performer o kamikaze, quedó demostrado anoche en El Canal, de Salt donde, en el marco del Festival Temporada Alta, presentó Gola (Gula), un insólito tour-de-force de dos horas y media que es una mezcla de encanto, payasada, ternura, destreza, resistencia, resiliencia y crítica social que dejó atónita a una audiencia que, tras reír sin parar, le otorgó al final una cálida, generosa y merecida ovación por esta hazaña escénica.
Resulta de lo más difícil poner una etiqueta al intérprete o su propuesta. Una sinopsis aproximada podría resumir que se trata de un hombrecillo intentando sacar un donut que se le ha quedado atascado en una máquina expendedora de comida basura. Pero es muy complicado explicar cómo esta historia, tan mínima y en apariencia anodina, dura dos horas y media. Oriol Pla, sin más armas que las de su cuerpo, es un abanico andante de recursos expresivos en el que hay un control del todo corporal y uno específico para cada parte: su voz, que fluctúa de lo atronador al chillido; su cara que se transforma de manera constante con esa risa amplia que puede ser aterradora y tierna a un tiempo; su sentido del humor en todo lo que hace y, finalmente, el todo de su cuerpo que se contonea, se desdobla, baila, salta, construye, deconstruye y hace proezas contorsionistas. Cuando han transcurrido más de dos horas extenuantes (para él, porque para nosotros han sido divertidísimas), va y trepa como un primate sobre la pared de fondo del escenario y termina saliendo prácticamente por el techo. Qué energía.

Exceso y riesgo
Tampoco es arte de magia. Hay una minuciosa preparación, y en la ficha encontramos que ha estado trabajando el clown con Carolin Obin y el movimiento con el reciente Premio Nacional de Danza Guillermo Weickert. A su vez, la dirección del espectáculo la ha firmado junto a Pau Matas.
Se necesitarían muchos folios para describir cada chiste, cada momento, cada gesto y cada frase ingeniosa… y nunca se llegaría con exactitud a la experiencia que supone verlo. En su hacer hay claras referencias a los cómicos clásicos y por su cuerpo desfila Buster Keaton, Chaplin o los hermanos Marx. Pero en los excesos, el riesgo, la persistencia y los contenidos incendiarios radica su modernidad. ‘¿Queréis más?’ no cesa de preguntar y cuando escucha el previsible sí clamoroso de la audiencia, que al final no somos más que una muestra representativa de esta insaciable y desmedida sociedad de consumo, nos dice ‘Vaaaaale’ y sigue, y sigue, y sigue sin parar...
Hay momentos impagables en Gola. El primer bloque, el de los perdones, es puro ingenio verbal pero el de la comida, que roza el asco absoluto y culmina cuando estrepitosamente se revienta una sandía en la cabeza, es ejemplar de lo excesivo y delirante que es todo en esta propuesta fascinante y descabellada.
Hijo de gato caza ratón. Nacido en Barcelona hace 32 años, Oriol Pla es hijo de Quimet Pla, fundador de Comediants, y de la violinista Núria Solina, impulsora además de Picatrons y de Circ Cric, compañía pionera del nuevo circo catalán. La familia sigue activa, de hecho. La exitosísima Travy (2018), un homenaje a los suyos con Oriol Pla debutando como director y, además, protagonista junto a su padre, su madre y hermana sigue girando triunfal, y regresa al Teatro de la Abadía, de Madrid, en mayo del año entrante, al tiempo que Gola está programada en el Teatro Valle Inclán, de Lavapies, también en Madrid, para enero.





