THIERRY MALANDAIN DICE ADIÓS A MADRID
A punto de jubilarse, el creador francés ha traído a su compañía al Centro Danza Matadero, con ‘Les saisons’. Fuimos a verlo y esto nos ha parecido…
Texto_OMAR KHAN Fotos_OLIVIER HOUEIX
Madrid, 18 de diciembre de 2025
Thierry Malandain en dos semanas, cuando empiece el nuevo año, ya no estará más al frente del Malandain Ballet Biarritz después de más de 28 llevando el timón de este Centro Coreográfico Nacional francés. A las puertas de la jubilación, el muy querido creador del país vecino ha venido a despedirse de Madrid con uno de sus últimos trabajos, Les saisons (Las estaciones), obra que nos trajo anoche al Centro Danza Matadero, donde permanecerá hasta el domingo. Es la misma pieza con la que ya se despidió del Teatro Arriaga, de Bilbao, y del Baluarte, de Pamplona, el año pasado. Y es, cómo no, una obra representativa de lo que ha sido el ballet para él.
Elegante, de buen gusto indiscutible y calculadamente bella, la obra se sustenta básicamente en la combinación y alternancia de una creación musical tremendamente popular, Las cuatro estaciones, de Vivaldi, con una menos, las variaciones de Giovanni Antonio Guido, conocidas como los Scherzi armonici sopra le quattro staggioni dell’anno, en una coreografía que le fue encargada por la Ópera Real de Versalles.
Si hay algo que va a quedar como una constante en la larga y prolífica obra de Malandain es su defensa de la técnica y los modos del ballet a través de un elegante neoclásico contemporáneo, siempre complaciente y edificante. Aunque las enormes hojas de otoño negras que dominan la escena son la sugerencia sutil de una debacle ecológica (¿están quemadas? ¿son el presagio de una hecatombe? ¿hay luto por la naturaleza?), la danza, optimista y festiva, se sucede ágil y veloz, en una cascada de escenas muy bien encadenadas, en las que resulta difícil discernir qué pasajes musicales son de Vivaldi y cuáles de Guido.

Sincronizados
El coreógrafo sabe explotar muy bien en esta pieza su habilidad para la composición coreográfica, aunque en estas funciones el espacio del escenario de Matadero se queda un poco pequeño para el desenvolvimiento de la compañía. Toda la creación está resuelta desde la sincronización, el canon y la acción coral. Se divide en grandes momentos grupales de compleja elaboración, con encadenados y trenzas humanas que recuerdan a Balanchine, y escenas cortas intercaladas, en las que el grupo dispuesto en rápidos duetos, tríos o cuartetos se van hilando con fluidez y rapidez sin una lógica narrativa y con verdadero ingenio en las transiciones.
No tardamos en descubrir que el acento e intencionalidad descansan, básicamente, en la consecución de la belleza, la exaltación del lado más sensorial de la danza. Les saisons es una pieza bonita, ingeniosa y bien bailada, aunque quizá le falta un hervor, un clímax más definido. Los intérpretes, muy jóvenes, poseen buena técnica y son muy eficaces, pero a veces les cuesta mantenerse dentro de las complejas coordenadas de sincronización que la obra les exige. Y es que es coreografía muy fácil de ver, pues conecta fácilmente con las grandes audiencias (perfecta para el espíritu reinante de estos días navideños), pero ciertamente muy difícil de bailar.
La obra generosa y abundante de Malandain, esperamos, continuará viva y activa en el Ballet de Biarritz que, a partir de ahora queda bajo dirección artística del joven creador vasco-francés Martin Harriague, un conocedor de la casa, pues aquí ha bailado y creado, y un nombre apoyado por el mismo Malandian para su sucesión.
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