OSCURIDAD Y MUERTE
Hasta el próximo 09 de octubre, Marcos Morau presenta en el Teatre Nacional de Catalunya, en Barcelona, la nueva creación para su compañía ‘La mort i la primavera’, que fue estrenada en la Bienal de Venecia, donde la hemos visto…
Texto_OMAR KHAN Foto_SILVIA POCH
Madrid, 24 de septiembre de 2025
Oscura, tenebrosa… La mort i la primavera está llena de muerte y de muertos. Hay furgonetas llenas de cadáveres, calaveras, cuerpos inertes envueltos o a la vista, apilados o cayendo desde el cielo. Tantos, que surgen dudas sobre los que parecen vivos, entre los que hay lisiados, paralíticos, enfermos… gente, en definitiva, próxima a su fin. La nueva creación de Marcos Morau para su compañía La Veronal, que tuvo premier mundial en la Bienal de la Danza de Venecia el pasado verano, donde la hemos visto, se presenta desde hoy y hasta el 09 de octubre en el Teatre Nacional de Catalunya, de Barcelona, en una temporada inusualmente larga para un espectáculo de danza, que tiene ya todas las localidades agotadas. Su próximo destino conocido es el Festival Temporada Alta, los días 01 y 02 de noviembre, en el Teatre Municipal, de Girona, y se espera que se presente en algún momento en el Centro Danza Matadero, de Madrid, dado que es uno de los coproductores del espectáculo.
Se trata, quizá, de la creación más tétrica e introspectiva de las que ha hecho la encumbrada compañía catalana hasta ahora. Por primera vez, desde que fundó su compañía hace 20 años, Morau se inspira en un libro y en un autor catalán: la extraña novela homónima de la muy celebrada escritora Mercè Rodoreda, que reflexiona sobre el cruel e inagotable ciclo de la primavera, que vuelve una y otra vez, sin importar lo que ocurra.
Claro que el tema de la muerte ya venía rondando. Firmamento y Totentanz, obras inmediatas anteriores de la compañía, ya se asomaban a este abismo. La primera desde el impacto que nos produce que alguien se nos muera siendo nosotros adolescentes y la segunda como una panorámica retrospectiva de la muerte y el morir, de la devastación y la destrucción, de la muerte intencionada y la muerte natural, la violenta y la pacífica, de la simulada por el cine, el teatro, el arte y de los rituales que hemos creado para despedirnos.
Ahora, con sus pálpitos siniestros, sus derviches negros, su tierra oscura, sus campanas, su órgano y sus canciones tristes, solemnes y desgarradas –fantástica participación en directo de María Arnal-, la nueva coreografía se hace más interior, introspectiva e íntima, aunque no por ello carezca de espectacularidad. Todo lo contrario. Es, en sí misma, un deux-ex-machina.
Cada obra de Marcos Morau parece acumular vestigios de su propio pasado. No se trata de referencias vagas ni similitudes con trabajos anteriores sino de elementos y personajes que regresan intactos para reafirmarnos que seguimos en un mismo universo. Esto le crea las bases de una estética personal. En La muerte y la primavera están esos mismos humeantes paquetes de ramas secas de Totentanz, las líneas rojas que cruzaban el espacio como láseres, de Opening Night, los muñecos naturalistas de Firmamento, el coche de su performance sobre Pasolini y los tambores ensordecedores de Sonoma, por no hablar de un código de movimiento en esos cuerpos fragmentados, que es común a todo bailarín que transite por el universo Morau. La mort i la primavera es una pieza de madurez, una creación inquietante y bella a un tiempo, que reafirma a Marcos Morau como el coreógrafo español más significativo de nuestro tiempo.