LA DANZA TAMBIÉN LLORA A BOB WILSON
Ha muerto ayer uno de los creadores escénicos más influyentes y determinantes de nuestro tiempo… le recordamos
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 01 de agosto de 2025
Rompió las reglas básicas del teatro. No creía en la palabra. Odiaba el naturalismo y se declaró artificial. Suprimió de sus intérpretes cualquier atisbo de expresividad. Movió la escena siempre en cámara lenta. Otorgó a la iluminación un papel preponderante. Y no tuvo mesura con la duración de sus obras. En 1972 montó en una montaña de Shiraz, en Irán, su espectáculo temprano e imposible de reponer Ka Mountain and GUARDenia Terrace, que duraba siete días y siete noches de manera ininterrumpida. Todo un exceso.
Bob Wilson (Texas, 1941 / Nueva York, 2025) creó un estilo escénico inclasificable. Minimalista, con certeza, pero imposible definir como teatro, ópera, danza o performance. Tenía todos esos elementos pero no era, en esencia, ninguno de ellos. Teatro total lo llamó alguien en un intento por definir eso que hacía y que ya no hará más. Murió ayer, tras una breve pero letal enfermedad, y todas las artes escénicas se han vestido de luto.
Acabamos de perder al artista que nos trastocó la noción de género en el escenario. Todas sus piezas, y fueron muchas, eran experiencias sensoriales de alto calibre. No era coreógrafo pero hizo propios algunos principios y postulados de la danza contemporánea. En los primeros años, mientras todos buscaban dónde ponerlo, fue aceptado rápidamente y sin cuestionamientos por el mundo de la modern dance norteamericana. Lo admiró Martha Graham y Merce Cunningham. Se asoció con la coreógrafa posmoderna Lucinda Childs en la obra fundamental del minimalismo Einstein on the Beach (1976), con música de Philip Glass, y montó, ya en 2015, el unipersonal Letter for a Man para Baryshnikov.
La comunicación fue una preocupación constante. Deafman Glance (La mirada del sordo, 1970) protagonizada por Raymond Andrews, un joven que había perdido la audición, fue determinante en esta necesidad de encontrar nuevos caminos para conectar con la gente. Bob Wilson demostró que podía comunicarse con la audiencia a través de sus formas obsesivas, sus patrones repetitivos, su uso de los colores planos y su propio sentido del tiempo escénico, renunciando a los caminos convencionales de la narrativa, el texto, el ritmo o la expresión corporal… la potencia visual y sonora (siempre dio gran relevancia a la música) de sus propuestas hacía caer al espectador en un estado hipnótico.
El aspecto más temido del estreno de Einstein on the beach, radicaba en las cuatro horas y media sin descanso de la representación. Tanto, que antes de la función se advirtió al público y se le concedió libertad de salir y entrar cuando quisiera. Nadie salió.
Legado minimalista
Perfeccionista y obsesivo, Bob Wilson colaboró con luminarias de toda clase, desde William S. Bourroughs, Tom Waits o Laurie Anderson hasta Lady Gaga. De sus trabajos se recuerda como un hito Einstein on the beach, pero fueron también relevantes creaciones como la citada Deafman Glance, A Letter for Queen Victoria, Death, Destruction & Detroit y numerosas puestas de óperas famosas y no tanto como O corvo o branco o su controvertida Turandot, así como también obras teatrales como Woyzeck, de Buchner, o Hamletmachine, de Heiner Müller.
Y aunque no pudo concluirlo, destaca con fuerza el proyecto épico the CIVIL warS, quizá el más ambicioso de toda su carrera. Se trataba de un proyecto de doce horas de duración que hacía lectura (a la manera de Bob Wilson, claro) de varias guerras civiles. La producción involucraba varios países, numerosos compositores (Philip Glass y David Byrne, entre ellos) y sería la apertura de los Juegos Olímpicos de 1984 en Los Ángeles, pero el tras una peripecia larga y complicada, el Comité Olímpico la canceló.
De su obra más reciente, Vida y muerte de Marina Abramovic (en la foto, 2011), en la que versionó la vida de la llamada madre de la performance, con ella misma como protagonista de su entierro, junto al actor Willem Dafoe y música creada y cantada por el líder de Antony and the Johnsons.
Larga es la huella que Bob Wilson deja sobre la escena mundial. El teatro, la ópera, la performance hoy le lloran. La danza también.