BAILANDO POR CÁDIZ
Potente arrancó este fin de semana la programación en espacios públicos de la XXIII edición del Festival Cádiz en Danza. Allí estuvimos y así lo vivimos…
Texto_OMAR KHAN Foto_LOURDES DE VICENTE
Cádiz, 09 de junio de 2025
El suelo blanco del fantástico espacio Entrecatedrales y el (inclemente) sol gaditano de mediodía ayudaban a resaltar y contrastar esas americanas de vivos colores que visten, se intercambian y se convierten en objeto coreográfico en Jarana (en la foto), extracto de calle de la coreografía homónima que la compañía catalana de Laia Santanach llevó al XXIII Festival Cádiz en Danza el sábado pasado, dando un festivo pistoletazo de salida a una nueva edición de este evento, hoy dirigido por Lorena Benot, que siempre ha tenido en las plazas, playas y calles de la ciudad un importante foco.
Con cerca de un cuarto de siglo de presencia, tiene ya el festival un público cultivado y cómplice para estas intervenciones del espacio público pero cuenta también con el transeúnte desprevenido que se queda a ver danza y con los turistas, que se acercan muy interesados preguntando qué pasa aquí. Y lo que aquí pasa es que se bailará y se verá bailar en las calles todos los días hasta el próximo 14 de junio, fecha en que se dará por clausurado el festival con la compañía de Guy Nader & María Campos, presentando en el Gran Teatro Falla su deslumbrante, matemática y milimétrica creación Natural Order of Things.
De la tanda inaugural de danza en espacio público, cabe destacar también el dueto de aires cibernéticos Todo este ruido, de la compañía navarra Qabalum, en los que sus artífices, Lucía Burguete y Diego Pazó, bailan con un tercer invitado aéreo, un dron que acentúa la sensación de ciencia ficción en esta pieza corta y contundente, que dio paso ayer por la mañana a Unarys, un dueto muy lírico bien interpretado por la compañía chileno-canaria Eszer.
Por la playa
Joan Catalá vuelve sobre su muy personal concepción de un circo personal y personalizado, en su propuesta de calle Pelat (en la foto), un relativo unipersonal porque, con verdadera astucia, el intérprete único termina creando una compañía propia con personas selectas del público que hacen más que ayudarle en su obstinado empeño de mantener y manipular un grueso tubo de madera, que termina por dar un aire artesanal y rural a esta delirante creación que se balancea entre el circo, la danza y la performance.
Hasta la Playa La Caleta nos llevaron ayer tarde a ver un dueto de amor desgarrado entre dos ascendentes creadores flamencos del momento, que han montado esta pieza llamada simplemente Un diálogo entre Paula Comitre y Julio Ruiz, en la que asistimos a una ruptura que, desde un flamenco estilizado y furioso, se torna tan triste y dolorosa como suelen ser las de la vida real. Finalmente, una especie de jam catártica a orillas del mar terminó el día con la propuesta Silent Dance, de Anna Orlinski, que convocó al público a la Playa de la Caleta, donde era dotado de unos cascos, que le permitían ser el protagonista y bailar libre al anochecer por la orilla del mar, en una experiencia catártica que volverá este miércoles a la Avenida de la Bahía y el viernes 13 a la Playa de Santa María del Mar.