LA CRÍTICA DE DANZA MÁS INFAME JAMÁS ESCRITA
Esta noche, en Nueva York, se repone ‘Still/Here’, la obra de Bill T Jones, que hace 30 años fue tildada de victimista por Arlene Croce, la crítica de danza de la revista New Yorker. Recordamos aquel texto…
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 30 de octubre de 2024
En los años 90 del siglo pasado Arlene Croce era la crítica de danza más reputada de Estados Unidos. Sus apreciaciones para la prestigiosa revista New Yorker se distinguían y eran alabadas por su siempre audaz enfoque, por el lugar en el que se posicionaba para escribir sus textos después de ver un espectáculo. Hasta que, en 1994, escribió Discutiendo lo indiscutible, la crítica de la coreografía Still/Here, que había estrenado el creador norteamericano Bill T. Jones (en la foto). Se trataba de la crítica de una pieza que ella empezaba confesando que no había visto ni pensaba ir a ver. Este texto abrió un cruento debate sobre el alcance, los límites y responsabilidades de la crítica de danza y puso sobre la mesa el término “arte victimista”.
A no ser por esa crítica infame, que terminó arruinando la reputación y, en parte, la carrera de Arlene Croce, probablemente esta noche, el Festival Next Wave, de la Brooklyn Academy of Music de Nueva York, no se estaría reponiendo Still/Here, en la celebración del 30 aniversario de su premier en este mismo festival, porque quizá tampoco sería la pieza más conocida y reconocida de las cientos que ha montado Bill T. Jones, hoy con 72 años y tal vez uno de los coreógrafos más emblemáticos de Estados Unidos. El tiempo ha demostrado que aquella pésima crítica no hizo más que enaltecer la obra que había sido defenestrada por una crítica de danza que ni siquiera la había visto.
Hay que conocer el contexto político-social norteamericano de aquel momento para poder entender la dimensión del terremoto mediático y artístico que supuso esta crítica que, algo inédito hasta entonces, generó textos de rechazo y repudio en grandes medios como The New York Times o el entonces célebre semanal neoyorquino The Village Voice que, en una misma edición publicó no uno sino dos extensos artículos en contra de Arlene Croce, su texto y su reflexión sobre lo que ella definía como “arte victimista”, que por descontado la dejaron como una periodista homófoba y racista, pero sobre todo insensible y deshumanizada en medio de la pandemia del sida que entonces abatía a la ciudad y al mundo.
En principio, Still/Here (Todavía / Aquí) es una coreografía sobre la muerte, habla de la certeza de que todos vamos a morir. En ella, Bill T Jones, que entonces bailaba, incluye los vídeos testimoniales de personas en estado terminal (muchas enfermas de sida, ciertamente, pero también de otras enfermedades y males), que él grabó personalmente para la creación de este trabajo de su compañía, hoy todavía activa.
Las razones de la polémica
El punto de partida de esta creación –y aquí el origen de toda la polémica- estaba en el dolor por la muerte cinco años atrás de su pareja, Arnie Zane, víctima del sida. Seropositivo él mismo, Bill T Jones es un artista que había hecho pública su relación interracial con el malogrado coreógrafo y bailarín (ambos en la foto de LOIS GREENFIELD), que además era rubio, judío y bajito en contraposición a él, negro, baptista, alto y esbelto. Años antes, había firmado la coreografía Last Supper at Uncle Tom Cabin / The promise Land, en la que se cuestionaba el racismo incrustado en la sociedad norteamericana.
Todos estos datos formaban un cóctel molotov para el ala más conservadora de aquella sociedad, que hacían de Bill T Jones un artista subversivo. La crítica de Arlene Croce sobre Still/ Here parecía no ignorar este contexto. Su argumentación era que no podía hacer una crítica objetiva sobre un artista que imponía, de entrada, que se sintiera lástima por su pérdida y compasión por su enfermedad. Insinuaba que el coreógrafo lo había calculado todo para colocarse “fuera del alcance de la crítica”, porque ningún crítico podía decir que él había hecho una mala pieza sin quedar retratado como insensible. Y a eso lo llamó arte victimista.
Argumentaba que al colocar vídeos de personas moribundas, Jones cruzaba la línea entre el teatro y la realidad, y se presentaba ante el público no como artista sino como víctima o mártir. En su texto se preguntaba qué crítico podía escribir ‘Las personas realmente moribundas no eran muy convincentes como personas moribundas’ sin quedar en ridículo. Claro que el subtexto tácito de toda la argumentación se sustentaba que se trataba de un coreógrafo gay, negro y seropositivo, que hacía una obra para honrar a su novio gay, rubio, judío y muerto por sida.
Discutiendo lo indiscutible, publicado en New Yorker en su edición del 26 de diciembre de 1994, destila mucho odio en sus párrafos. La revista misma, ante el revuelo causado, en ediciones posteriores se vio obligada a pedir disculpas. “De lo que se trata aquí no es realmente de arte, sino de una versión politizada del chantaje al que vienen recurriendo muchos artistas”, escribía Croce. “Cuando un artista víctima encuentra su público, se forma una unión perfecta, mutuamente manipuladora, que ningún crítico puede romper porque, de antemano, se nos presentan como negros despreciados, mujeres maltratadas u homosexuales privados de derechos”.
Lo indiscutible (y gran moraleja), a 30 años de aquel texto, es que la danza no tiene como fin último la belleza y la complacencia, que los artistas que hacen danza reflexionando sobre el momento que viven y sus propias vivencias no son en absoluto victimistas y que nunca, bajo ningún concepto, se puede escribir una crítica de una obra que no has visto. Esta noche, en Nueva York, los aplausos serán también para celebrar que las ideas de Arlene Croce no prosperaron.