BARYSHNIKOV: 50 AÑOS DE LA GRAN EVASIÓN
Hoy se cumple medio siglo de la espectacular fuga de la estrella del Kirov, Mikhail Baryshnikov, a Occidente. Recordamos el momento…
Texto_OMAR KHAN Foto_JULIETA CERVANTES
Madrid, 29 de junio de 2024
Al filo de la medianoche del 29 de junio de 1974, un grupo de bailarines del famoso Ballet Kirov, de Leningrado, salía de un importante teatro de la ciudad de Toronto, después de una exitosa función, rumbo al hotel. A la salida del recinto, un coche con la puerta abierta esperaba sigiloso. Repentinamente y en cuestión de segundos, uno de los bailarines se desprendía del grupo y corriendo se subía al vehículo, que salía disparado y se perdía por el laberinto de vías y autovías de la gran ciudad. Mikhail Baryshnikov (Riga Letonia, 1948), la gran estrella y máximo orgullo del ballet soviético, se había fugado a Occidente a sus 26 años, en plena tensión mundial por la Guerra Fría.
Fue recibido por Occidente con los brazos abiertos, mientras el Kremlin se llevaba las manos a la cabeza. El Ballet Nacional de Canadá invitó entonces a la estrella fugada para unas actuaciones que despertaron el interés de todo el planeta y aparecieron reseñadas en las páginas de Política Internacional y no en las de Cultura de los periódicos. Pero el objetivo de Misha, como llamaban los cercanos al asombroso bailarín ruso, era instalarse en Estados Unidos.
En julio de ese mismo año, debutaba como hombre libre en Nueva York, en una actuación que supuso el inicio de una larga y fructífera relación con el American Ballet Theater (ABT) que duraría 15 años, nueve de los cuales, el soviético ejerció como director artístico de la que era, sin duda, la institución de danza más relevante de Norteamérica.
En el momento de su debut americano, la presidencia de Nixon estaba agonizante por los escándalos del Watergate, por lo que apuntarse la medalla de la fuga de Baryshnikov fue un balón de oxígeno que, sin embargo, no contuvo la caída estrepitosa del presidente que se produjo en agosto de ese mismo año. El mundo del ballet en Occidente, no obstante, abría un capítulo importante.
Intercambio de compañías
Las actuaciones de grandes compañías a uno y otro lado, eran vistas como intentos políticos de aliviar las tensiones entre la Unión Soviética y Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. Años antes, en 1970, la compañía norteamericana de Alvin Ailey, conformada exclusivamente por bailarines afroamericanos, había debutado en el Teatro Stanislavsky, de Moscú, donde había sido ovacionada. Baryshnikov, a su vez, ya había bailado, y era conocido y reconocido en Norteamérica, donde se había hecho célebre por la interpretación de Vestris, un solo extremadamente virtuoso de siete minutos, que le había creado a la carta el coreógrafo soviético Leonid Jakobson, en 1969, y que le había procurado el primer premio en la primera edición del exigente Certamen Internacional de Danza de Moscú.
En América, Misha aprendió a moverse más allá de los estrictos códigos de la escuela soviética de ballet. Su evasión en los setenta coincidió con la eclosión de la danza moderna y posmoderna en Estados Unidos, y de allí sorbió. Estuvo muy cerca de grandes innovadores como Martha Graham o Cunningham, y Twyla Tharp, pionera de la posmodernidad, le montó el célebre solo Push Comes To Shove, que combina ballet, contemporáneo y jazz dance, en 1976, apenas dos años después de su fuga a Occidente.
Baryshnikov siempre apreció esta apertura, desprejuicio y libertad de Nueva York con la danza y, reiteradamente, ha hecho declaraciones al respecto. En 2006, cuando fundó en el centro de Manhattan el Baryshnikov Arts Center (BAC), hoy una institución fundamental de las artes escénicas de USA, justificaba que fuera un centro de artes y no solamente de ballet, diciendo que aspiraba a recuperar el espíritu multidisciplinar que se vivía en la ciudad de la manzana cuando él llegó y que, a su juicio, se había perdido por los intereses del dinero.
Así lo describía para susyQ a nuestra corresponsal Bárbara Celis en aquel momento: “La interdisciplinariedad es algo que hay que alimentar toda la vida. Es enriquecedor estar en contacto con quienes proceden de mundos diferentes al tuyo. Si Merce Cunningham no se hubiera encontrado a John Cage en Seattle en los años sesenta las carreras de ambos probablemente hubieran sido muy diferentes. Fíjate como era el mundo artístico de entonces: el Jackson Group, las increíbles coreografías que surgieron de sus intercambios artísticos… eso es lo que hay que seguir potenciando. Por eso la función de la gente como yo, más establecida, es ayudar a los más jóvenes a encontrar su propia voz. Por eso he creado el BAC”.