NIKIYA VS. TAYLOR SWIFT
Frente a una ciudad obnubilada con la cantante norteamericana, el francés Laurent Hilaire, director del Ballet de la Ópera de Múnich, defendió esta mañana la versión de ‘La Bayadera’, que bailarán en el Teatro Real de Madrid desde mañana y hasta el domingo. Te lo contamos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_TONY LUK / W. HÖSL
Madrid, 29 de mayo de 2024
Es verdad que Taylor Swift tiene a Madrid eclipsada y colapsada con sus conciertos de hoy y mañana en el Bernabéu, y que la ciudad no habla de otra cosa, pero esta mañana en el Teatro Real, el francés Laurent Hilaire, ex estrella de la Ópera de París y flamante nuevo director artístico del Ballet de la Ópera de Múnich, defendía los atractivos de Nikiya, la bayadera del templo. Nada es comparable con lo que ofrece la norteamericana pero La Bayadera, el gran título de Petipa reinterpretado por Patrice Bart, ofrece cinco funciones a partir de mañana y hasta el domingo 02 de junio, que aún no están agotadas como las de Taylor, dura más de dos horas pero no tienes que llevar pañal para no perderte nada porque hay un intermedio que te permite ir al baño y podría remediar el enfado que a muchos les provoca estar en la capital y no tener entradas para el Bernabéu.
Aunque diferente a lo que se verá esta noche en el estadio madrileño, aquí también hay parafernalia escénica con un templo hindú que se derrumba, una historia de amor y celos en una India reinventada y remota, un ídolo de bronce que se marca un solo insólito y sobre todo, un espectacular Acto de las Sombras, en el que 24 bailarinas perfectamente sincronizadas y coordinadas bajan una rampa haciendo arabesques, en lo que constituye un momento cumbre de todo el ballet clásico.
“La calidad de una compañía se mide por su capacidad y diversidad, y es siempre interesante ver cómo abordan el Acto de las Sombras, porque es el emblema de los llamados Actos Blancos del ballet académico”, aseguraba Hilaire esta mañana. “Ha de ser ligero, nada concreto ni realista. Es muy difícil de bailar pero no es solamente por la complejidad técnica sino por la mentalidad que ha de tener cada bailarina para hacerlo, su conciencia de grupo, el ir con todas, el respirar igual”.
La versión que nos trae el Ballet de la Ópera de Múnich al Teatro Real la hizo Patrice Bart en 1998 que, con sus variaciones y adaptaciones, se mantiene fiel al original del siglo XIX. “Es una obra emblemática del repertorio académico pero no se representa mucho. La versión de Bart que traemos no es más que una evolución del original de Petipa de 1877, porque para nosotros es importante y bueno que las obras evolucionen. Es heredera directa de la versión de Nureyev para la Ópera de París, de 1982, en la que yo mismo participé bailando el personaje de Solor. Se trata de una coreografía rica y muy complicada, pero la elegimos porque creemos que es importante ir renovando los grandes ballets clásicos para conectarlos con un público joven”.
Ballet polémico
Insistió varias veces Laurent Hilaire en el interés de su compañía por atraer a la juventud y parecía dispuesto a desmontar la idea errónea de que La Bayadera es un ballet ajeno a nuestros días y nuestro tiempo. No tiene lo que Taylor Swift pero trae los ingredientes que hacen a una obra universal. “Al margen de la estructura y las formas propias del ballet, es una creación que, en el fondo, habla de asuntos de hoy y de siempre: amor, pasión, poder, traiciones y relaciones. A diferencia de la de Nureyev, aquí Bart retoma el colapso del templo al final, que se había suprimido en la de París, pero sobre todo presta atención a la dimensión humana del drama, al punto de que Gamzatti, la antagonista, se arrepiente de traicionar a Nikiya, la protagonista, en un ejemplo de cómo se pueden humanizar estos personajes. Yo lo que creo es que los clásicos deben evolucionar, siempre desde el respeto, pero siguiendo los compases de cada época·”.
Y a propósito de los compases de cada época, no hay que olvidar que uno de los de los grandes ritmos de moda en nuestro aquí y ahora tiene que ver con reivindicaciones y demandas sociales alrededor de ciertos y determinados temas. Y en esa dirección aparecen volando muchos dardos dirigidos a La Bayadera que, en los tiempos que corren, ha pasado a ser un ballet polémico. Su mirada a La India desde ese exotismo que era tan frecuentado por Petipa en sus célebres ballets, una supuesta lectura superficial a la profundidad espiritual del hinduismo, junto a los clichés, tópicos y estereotipos de La India han generado acusaciones, ayer impensables y hoy graves, de exaltación colonialista y apropiación cultural.
“Conozco bien las versiones de Makarova, de Nureyev, de Bart… y en ninguna veo una caricaturización de aquella cultura ni ningún intento de atacar su identidad. Claro que se trata de un espectáculo pero no es tampoco la representación de una caricatura de esta cultura, creo que siempre hay que verlo desde el contexto histórico en que se creó. A mí me parece que hoy, desde el respeto, cualquier tema se puede abordar desde la danza”.
No obstante, conscientes de que todo eso estaba en el aire, han sido muy cautos cuando el año pasado decidieron retomar la versión de Bart, que ya era cuidadosa en este sentido. En la sinopsis hablan de una “India imaginaria, cuya identidad geográfica no está definida con precisión” y en el programa de mano se incluye un texto de Serge Honegger, asesor artístico del Ballet de la Ópera de Múnich, que aborda el asunto de forma directa, ofrece la postura de la compañía y defiende su decisión de volver a montarlo.
“Creímos que no debíamos evadir la polémica y adelantarnos. No dudamos en suprimir elementos desfasados o caricaturescos”, explica Hilaire. “Cuando decidimos retomarla el año pasado, sabíamos los cuestionamientos que había sobre la obra y consideramos que había que oírlos, había que mantenernos conectados con la sociedad. De hecho, durante el proceso trajimos a una bailarina de danzas tradicionales de La India a trabajar con nuestros bailarines y surgió entre ellos un intercambio y un vínculo, porque cada cual desde su óptica entendió su parte de responsabilidad”.
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