FLAMENCO DE GARAJE, MINIMALISMO GRIEGO Y OTRAS EXTRAVAGANCIAS
Fue intenso el pasado sábado en el Festival Dansa València. Vimos a Lérida, Humanhood, Maduixa, Montes & Dallery y Papadopoulos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_JOSÉ JORDÁ
Valencia, 11 de abril de 2022
Jornada intensa la del pasado sábado en el Festival Dansa València. Tuvimos flamenco en un garaje, bailes lunares en la playa, bailarinas en zancos y un griego que se nos coló en la gran fiesta de la danza nacional que ha vuelto a ser el relevante festival valenciano, este año potencialmente crecido en calidad y poder de convocatoria.
Una avería en el coche puede generar una coreografía. Así lo ha creído Juan Carlos Lérida, bailaor y creador de Cataluña, dueño de un flamenco insólito, en su propuesta Máquinas sagradas, un site specific de baile y chatarra, que supo convertir un espacio anodino y feo (el paso de coches detrás de La Mutant) en un lugar sagrado, donde el humo, las luces de emergencia, los neones y las puertas abiertas hacia un lado inhóspito de la ciudad, creaban una ilusión única de belleza y recogimiento.
En coche aparecen, conduciendo Lérida y teniendo de copiloto al cantaor Jorge Mesa, El Pirata. La avería genera inquietud y el coche en sí mismo se convierte de pronto en escenografía y surtidor de herramientas y chatarra, que van siendo usadas para crear ritmos atronadores que acentúan el flamenco enérgico, desbordado y desbocado, del bailaor, que termina creando un escandaloso tablao metálico con desvencijadas matrículas de coche.
En cambio fue en la playa, bajo el sol, que asistimos a una coreografía de adoración a la luna. La compañía Humanhood, presentó su pieza para espacios no convencionales Sphera en el festival valenciano, y aunque Rudi Cole y Jùlia Robert, sus autores e intérpretes habituales, no vinieran a bailarla, dos jovencísimos bailarines de su compañía de Barcelona supieron defenderla sobre la enorme esfera blanca en la que se desarrolla.
Aunque no es lo usual, dos piezas del festival hicieron la migración al contrario, presentando por vez primera en sala obras estrenadas e ideadas para la calle. Migrare (en la foto superior), nueva producción de la exitosa compañía valenciana para público familiar Maduixa, y el dueto In-Side hicieron en Valencia esta transición, con suertes diferentes.
De la calle
La calle, con lo que tiene de rudimentario, en combinación con estas bailarinas en zancos que hablan de los equilibrios que ha de hacer la mujer en nuestra sociedad actual, parece el lugar más apropiado para Migrare. Joan Santacreu ha incurrido en un exceso de belleza formal al trasladar a sala una pieza que quiere hablar de las dificultades de las migrantes.
Es indiscutible el buen gusto en la iluminación y notable el trabajo de las bailarinas, que resuelven con impresionante solvencia la dificultad que supone bailar sobre zancos pero tanta formalidad deslumbra y parece aparatar a un segundo plano el mensaje final de la pieza, que, por cierto, debería ser la última sobre zancos que la compañía realiza, pues ya ha agotado todas las asombrosas pero limitadas posibilidades que ofrece el recurso.
En cambio gana en sala, con ese color amarillo y esa atmósfera inquietante, In-Side, miniautura coreográfica de enorme fuerza visual y tremenda carga poética ejecutada con precisión por las madrileñas Lucía Montes & Mado Dallery, tándem creativo en ascenso, que consigue una progresión que va avanzando desde un slow motion calculado y preciso hasta una agitación controlada, que desvela la tensión y atracción entre estos dos personajes que, a un tiempo, se atraen y repelen.
Y por la noche, se nos coló un griego en el Dansa València. La compañía de Christos Papadopoulos ha visitado el sábado el Teatre El Musical como compañía extranjera invitada, lo que abre una puerta a la internacionalización, un sueño que no es nuevo en este festival, que siempre ha sido y debería seguir siendo un referente de la producción nacional. En cualquier caso, Ion (en la foto sobre estas líneas), la pieza que nos trajo Papadopoulos resultó hipnótica y fascinante.
Discípulo de Dimitris Papaioannou, el coreógrafo de moda, conocimos a Papadopoulos el año pasado en el Festival de Otoño de Madrid, donde llamó la atención con Larsen C, una pieza oscura y obsesiva que, coincidiendo en atmósfera y formas, se ubica por debajo de los hallazgos de Ion.
Desconcierta su inicio, una oscuridad rota por una pequeña luz blanca en escena, y los pasos agitados de muchos bailarines invisibles a su alrededor. Pronto descubriremos la dinámica de una pieza de gesto claramente minimalista, en la que diez bailarines de cuerpos no necesariamente normativos y muy concentrados, se entregan a formar parte de un todo, en el que las partes se dispersan lentamente para cíclicamente volver a reunirse bajo esa luz ascendente y descendente que asemeja a un ovni listo para la abducción. La progresión ceremonial del escenario, siempre en constante pero lenta transformación, mete al espectador en un loop hipnótico, que hace pasar a gran velocidad casi hora y media de danza lenta, obstinada y perfeccionista. Todo un acierto.