MUERE ALICIA ALONSO, LA ÚLTIMA PRIMA BALLERINA ASSOLUTA
A los 98 años falleció hoy en un hospital de La Habana la última gran diva del ballet clásico. Recordamos la aportación indiscutible de la gran dama caribeña del ballet
Texto_CARLOS PAOLILLO
Madrid, 17 de octubre de 2019
Perteneció a la estirpe de las primas ballerinas assolutas, convertidas ya en lejanas leyendas de la danza clásica mundial. Quizá fue la última y fue sin duda la única latinoamericana en haber alcanzado tal nivel de reconocimiento. Hablamos de un mito. Alicia Alonso falleció hoy a los 98 años en un hospital de La Habana tras ser ingresada con una alarmante bajada de tensión arterial. El mundo del ballet pierde a una de sus más encumbradas exponentes y probablemente cierra con ella el capítulo de las grandes divas del pasado, esas que ya no volverán.
Alicia Ernestina de la Caridad Martínez y del Hoyo había nacido en La Habana el 21 de diciembre de 1920. Llegó a simbolizar la pasión y el coraje. Ningún obstáculo, personal o profesional, habría de impedirle cumplir su cometido: ser una bailarina de excepción y liderar un movimiento artístico alrededor de la danza en su país, aislado y empobrecido, cuya repercusión ya la ha trascendido.
Predestinada a la historia, llegó a los Estados Unidos a finales de los años 30 para iniciar su carrera profesional. Allí actuó en los musicales de Broadway e integró las filas del American Ballet Caravan, de la mano de George Balanchine y el Ballet Theatre de Nueva York. La célebre sustitución, llena de leyenda, de Alicia Markova en Giselle, reveló ante el público a una nueva primera bailarina. Vivió un tiempo fastuoso, que compartió con Mikhail Fokine, Leonid Massine, Brosnislava Nijinska, Antony Tudor, Jeromme Robbins y Agnes de Mille, entre otros rutilantes figuras, hoy todas muertas.
Fundadora en 1948 de la primera compañía profesional de ballet de Cuba, el Ballet Alicia Alonso, hubo de esperar un poco más de una década para ver cristalizado su sueño de una danza clásica perteneciente a todos los públicos. Con el Ballet Nacional de Cuba actuó en cuánto espacio imaginable tuvo a su alcance. Bailarina y miliciana, contribuyó con decisión a la inserción social en su país de un arte históricamente destinado a una elite desde sus remotos orígenes.
El ballet cubano se reflejó permanentemente en ella. Las nuevas generaciones, incluso las más recientes, han estado formándose y bailando bajo su definitiva impronta. El arte y la obra de Alicia Alonso, expandidos por buena parte del mundo, es el resultado de algo más que tesón y voluntad de acero, siendo en realidad la consecuencia de una irreversible transferencia de saberes y sentires que ya habían escapado de ella para pertenecer a todos.
Su legado es doble. Por un lado, representa a un tipo de bailarina irrepetible, que brilló en los papeles más complejos del repertorio, siendo probablemente la Giselle más inspirada y auténtica de la historia de la danza. Y por otro, puso a la isla caribeña en el mapa de la danza mundial. Creó una escuela de ballet impensable para el Caribe. El Ballet Nacional de Cuba ha sido un emblema auténtico de la Revolución y de lejos, la compañía de ballet más trascendente de América Latina gracias a ella.