¿Qué soñaba el fauno?
El coreógrafo barcelonés elucubra en blanco sobre La siesta del fauno, en el programa 40º aniversario de la CND que se verá desde mañana y hasta el domingo en Teatros del Canal. De esta obra, otras obras y su vida freelance nos habló el creador…
Texto_OMAR KHAN Foto_HANS GERRITSEN
Madrid, 25 de julio de 2019
Decir que desde 2016 el reputado coreógrafo free-lance Cayetano Soto ha dejado Munich para vivir en su Barcelona natal es una verdad a medias. Cierto es que ha vuelto a fijar su residencia en la ciudad condal, donde se ubican sus inicios en el Institut del Teatre, pero sigue siendo un pasajero en tránsito por el planeta. Nada más los próximos meses le esperan creaciones en Alemania, con Gauthier Dance, con el Ballet Nacional checo para el que montará un Lago de los cisnes; con Introdans, en Holanda, más compromisos en Toulouse, Lipezig y Hannover. Este año lleva nada menos que once producciones encima. Una de ellas se estrena mañana, y es especial porque supone una colaboración que le ha encargado el director saliente de la Compañía Nacional de Danza (CND), José Carlos Martínez, quien le ha pedido una versión de la célebre Siesta del fauno, de Nijinsky.
El estreno, en cartel desde mañana 25 y hasta el domingo 28 en los Teatros del Canal de Madrid con las localidades ya agotadas, aparece enmarcado en la celebración de los cuarenta años de la CND dentro de una ecléctica velada con obras de Nacho Duato (Por vos muero), Andonis Foniadakis (Les noces) y la suite de Don Quijote, en versión de Martinez. El de Cayetano Soto será el único estreno absoluto de la noche.
Aunque lleva lo que va de siglo montando coreografías de éxito en todo el mundo, con su asentado y elegante estilo visual que fascina a las audiencias, en Cayetano Soto parece cumplirse la máxima de que nadie es profeta en su tierra. Por España, la verdad, se prodiga poco. Y se conoce menos. El Festival Madrid en Danza, en noviembre del año pasado, ofreció una relevante muestra de su talento, trayendo Beginning After incluida en el programa del BC Ballet, de Vancouver, donde fue Coreógrafo Residente. Él mismo la considera una obra importante de su extenso catálogo. Aquí emocionó hasta las lágrimas y generó preguntas acerca de quién era este coreógrafo barcelonés y de dónde salía toda esa belleza.
¿Qué tendrá su fauno que no tengan ya los demás?
Las circunstancias de la vida me han llevado al fauno. Por casualidad en los últimos tiempos he visto un montón de faunos… el de Sidi Larbi Cherkaoui, el de David Dawson, el de Marie Chouinard, y entonces me llama José Carlos Martínez con el encargo exclusivo de uno. Dije que sí de inmediato y luego me dio miedo. Lo primero que tuve claro es que quería mostrar lo que el Fauno ha soñado antes del encuentro con las ninfas. El original de Nijinsky empieza cuando se despierta, no sabemos qué soñó, pero ese sueño es importante, es su motivación. Yo es que sueño en blanco y negro así que el primer impulso fue incluir el elemento onírico a través de un enorme jardín vertical totalmente blanco. El segundo impulso fue la música de Debussy, esa partitura en seis partes que se no se relacionan entre ellas.
¿Y no teme las comparaciones?
Me daba mucho respeto pero me tranquilicé pensando que, hagamos lo que hagamos, ninguno será nunca mejor que el original de Nijinsky. Es que no podía trabajar si estaba pensando en él. Cada uno tiene una manera única de ser y eso genera obras únicas.
Ahora está con la CND, luego tiene compromisos en Liepzig, Hannover, Holanda, el Festival Jacob’s Pillow norteamericano… ¿Es distinto el medio de la danza según qué país?
Lo es. Estados Unidos, Latinoamérica, Europa… son escuelas diferentes, y eso lo cambia todo: la manera de bailar, la manera de dirigir, la comunicación... hay una línea clara que diferencia al bailarín de Estados Unidos y el de Europa. Esperan cosas distintas del proceso creativo. Aquí, claramente, la mentalidad es diferente. Sobre todo porque no me gusta trabajar con bailarines, prefiero pensar que trabajo con artistas, y eso es una gran diferencia porque lo interesante de este proceso es poder ver crecer al artista que tienes enfrente. Pero una u otra manera de trabajar no interfiere nunca en el producto final.
Después de tantos años freelance ¿no le apetece tener una compañía propia?
Me lo han propuesto tres veces, y he rechazado las tres. El concepto de compañía que antes teníamos ha evolucionado en diferentes aspectos y hoy yo creo que las compañías necesitan un gerente, un director artístico que no sea un coreógrafo. El coreógrafo-director está condenado a sufrir y su compañía también. Para mí no es una prioridad ahora mismo. También te digo que si me lo ofrecen me lo pensaría tanto como me lo pensé las tres veces que lo he rechazado. Pero el presente para mí es el trabajo en el estudio. Ese proceso de crear una obra, la iluminación, el vestuario, la coreografía. Para esto lo importante es tener claro cuál es la necesidad que te hace ir cada mañana a crear en el estudio.
¿Y cuando llega al escenario?
El mundo está tan patas arriba que ese pequeño granito de arena que supone crear una obra que haga pensar a la gente, que le genere una ilusión en estos tiempos, es ya una aportación. No nos preguntamos estas cosas en España, nos miramos demasiado el ombligo. Y yo creo que como coreógrafo tienes la responsabilidad de mover y conmover al que viene a verte.
Si mira su obra en retrospectiva ¿encuentra alguna constante, un tema relevante?
La muerte. Tuve una experiencia muy cercana a la muerte y eso te hace replanteártelo todo. Fue cuando era Coreógrafo Residente del BC Ballet en Vancouver. Estaba trabajando en una creación y a las dos semanas me estaban operando. Pasé la convalecencia pensando en la creación y en lo que me estaba ocurriendo, y en tres semanas lo cambié todo. Tiré todo lo que había hecho y empecé de nuevo. Así nació Beginning After [2016], que es para mí el trabajo más personal que he hecho, me ha quitado el miedo a la muerte. Y es que siempre hay algo que muere, lo que pasa es que no lo aceptamos…
