El Quijote era él
Igor Yebra, director del Ballet Nacional del Sodre de Uruguay, nos cuenta la peripecia del montaje de El Quijote del Plata, la coreografía que les ha montado Blanca Li y que se verá estos días en los festivales de Peralada, Almagro, El Escorial, Sagunto y Santander
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 24 de julio de 2019
La razón por la que Montevideo es considerada ciudad cervantina tiene que ver con la locura de Arturo Xalambrí (1888-1979), un Quijote uruguayo, un hombre obsesionado con Cervantes que atesoró la colección más importante de ediciones del venerado escritor en general y del Quijote en particular. Mucha gente en Montevideo no lo sabe. Igor Yebra, director artístico del Ballet Nacional del Sodre, tampoco lo sabía. Cuando se lo contaron indagó en la vida de este personaje y cuando surgió la oportunidad de crear su primera producción para esa casa, que dirige desde enero de 2018 como sucesor de Julio Bocca, quiso dedicársela a este fanático coleccionista al que terminó bautizando El Quijote del Plata.
Gracias a la creatividad de Blanca Li, la idea se ha transformado ahora en el espectáculo con el que la sólida agrupación uruguaya, a punto de cumplir 85 años de actividad, inicia una gira estival española que se inicia el próximo 26 de julio en Cataluña, en el Festival Castell de Peralada, y prosigue ruta por el Festival de Almagro (28), el Festival de Verano de El Escorial (30) y el Festival Sagunto a Escena (6), para cerrar en el Festival de Santander el día 8 de agosto.
“Atesoraba ediciones increíbles de El Quijote, una ilustrada por Dalí, otra hecha por los estudios Disney. Tiene primeras ediciones de traducciones al swahili o al euskera. Xalambrí en realidad, era un Quijote más”, reflexiona Igor Yebra, que desde el inicio tuvo en mente desarrollar esa idea, esa sensación de que estaba ante otro Quijote. Con ese argumento llamó a Blanca Li. “Teníamos problemas con uno de los títulos de la temporada que había dejado cerrada Julio Bocca y coincidió que se celebraba en Montevideo la segunda edición del Festival Cervantino. En vez de quedarme quieto, decidí hacer esta quijotada”.
Algo de quijotesco ciertamente ha tenido el proceso, que coloca a Yebra como el tercer Quijote de esta historia. La expresión de prisa y corriendo no ilustra la velocidad y vértigo con la que ocurrió el montaje. Tiempo no había, el equipo de profesionales, que incluye a personalidades escénicas uruguayas como el dramaturgo Santiago Saguinetti y el diseñador Hugo Millán, tenían sus viajes y compromisos, y a golpe de skype, teléfono, mail, dropbox y todo artilugio de comunicación inventado, Igor Yebra y Blanca Li (juntos en la foto inferior) montaban su producción. Un mes antes del estreno llegó a Montevideo la coreógrafa andaluza desde París, donde reside y trabaja con su propia compañía. Y todo fue un no parar. Entre medias, los problemas de producción y la lesión de Ciro Tamayo, el bailarín español que encarnaba a Xalambrí.
“Era delirante montar así una producción, realmente quijotesco. Tras la llegada de Blanca la actividad fue aún más frenética. Para los bailarines era una nueva forma de trabajar y creo que casi no tuvieron una idea clara de cómo era el ballet hasta tres días antes del estreno. Pero yo quería sacarlos de su zona de confort. Con Blanca he querido traer ideas nuevas y aire fresco a la compañía. Ella trabaja en París pero es muy española, tiene un humor particular, y eran cosas que me interesaban”.
En la categoría de lo imposible
El Quijote del Plata se estrenó el 25 de octubre del año pasado en el imponente Auditorio Nacional del Sodre, de Montevideo. Y fue un éxito. No es una producción habitual de esa casa, tradicionalmente abocada al ballet académico. Una coreógrafa como Blanca Li difícilmente hubiese recibido una petición así de parte de Julio Bocca, que levantó hace ya ocho años a esta legendaria compañía estatal de ballet que parecía agonizar. Pero su fórmula fue revigorizar la casa desde grandes producciones de títulos académicos.
“Siempre es bueno recordar que hace poco más de ocho años una producción de estas características hubiese sido ubicada en la categoría de lo imposible” comentaba convencida la periodista Pía Supervielle, en el rotativo uruguayo El Observador a propósito del estreno de El Quijote del Plata. “Cada quien tiene su fuerte”, asevera Yebra. “Bocca cogió el ballet en un momento muy bajo de la compañía. Poca gente hubiese podido hacer ese trabajo, se necesitaba un Julio Bocca, pero ahora igual se necesita otro tipo de gestión”.
En cualquier caso El Quijote del Plata es su carta de presentación como director artístico y parece el anuncio de nuevos tiempos para el Sodre, una renovación quizá necesaria que permitiría a la asentada casa latinoamericana entrar en sintonía verdadera con sus homólogas europeas, que alternan el repertorio académico con nueva (y a veces arriesgada) creación. Aunque advierte que no puede desvelar del todo la primera temporada que ha diseñado para el Sodre, el bailarín y coreógrafo español adelanta los planes de una nueva producción, muy conectada con su Quijote, que será el título más relevante de la temporada 2019/20. Se trata de una adaptación de La tregua, una creación de Marina Sánchez, coreógrafa residente del Sodre, que será uno de los eventos centrales de la celebración del centenario de Mario Bendetti, verdadera gloria de la literatura uruguaya contemporánea. “Yo creo que como director de un ballet nacional tienes la responsabilidad de exaltar estos valores, es algo que hay que destacar”.
Volverá La bella durmiente, montaje de la época de Bocca que tiene como principal atractivo los vestuarios obviamente estridentes de Ágatha Ruiz de la Prada. Regresa este exitoso título al Auditorio de Montevideo, pero vendrá también de gira por España. Y como última sorpresa nos comenta Yebra que se encargará personalmente del montaje de una nueva versión de Giselle. “Es un ballet del que he bailado al menos catorce versiones diferentes y aquí a lo mejor aporto mi granito de arena”, dice con modestia.
Por lo demás, Igor Yebra sigue atendiendo su escuela de ballet en Bilbao, toda una cantera de bailarines, y lleva una vida tan frenética como la que tenía cuando bailaba roles de estrella en teatros de todo el mundo, con la diferencia de que la dirección de una casa como el Sodre le ha planteado nuevos retos y maneras de reinventarse. “Yo tengo un problema y es que me cuesta estar contento y exultante porque soy bastante perfeccionista y toca narices… Siempre siento que las cosas se pueden mejorar y quiero mejorarlas más, pero sí, estoy satisfecho. Meterse aquí después de siete años con Bocca y hacer que la compañía no cayera en una depresión, haber conseguido que la ilusión no solo se mantenga sino que suba más y que estén todos entusiasmados da satisfacción. Era muy difícil… y sigue siéndolo”.