África navegó los canales de Ámsterdam
El prestigioso festival holandés cerró su edición de este año dejando toda una reflexión sobre los pálpitos de la nueva danza africana. Allí estuvimos y esto fue lo que vimos…
Texto_MARÍA INÉS VILLASMIL
Ámsterdam, 4 de julio de 2019
El pasado 23 de junio llego a su final la 72º edición del Holland Festival, que este año tuvo por vez primera dos artistas asociados: el artista visual y director teatral sudafricano William Kentridge que entró en un tour de force con el joven coreógrafo congolés Faustin Linyekula. Ambos colocaron sobre el tapete la complejidad artística y política del mundo africano, mostrando una rica representación de trabajos coreográficos -entre otros- de creadores aun con carreras en ciernes además de algunos con una trayectoria un tanto más asentada. Desde luego, también hubo trabajos de su propia autoría y hasta tuvimos el privilegio de verlos -a ambos- sobre el escenario. El dúo Kentridge-Linyekula le pasa ahora el testigo al reconocido coreógrafo norteamericano Bill T. Jones, quién ha sido anunciado en fechas recientes como próximo artista asociado para la edición 2020 de esta relevante cita escénica europea.
En lo que a la danza se refiere, el nutrido programa de este año destacó por un marcado acento sobre la creación africana, en combinación con una robusta agenda de mesas de diálogo y discusión -las llamadas WelcomeTables- para tratar temas en torno al fenómeno africano, permitiendo entender de una manera mas profunda el contexto en el que se llevaron -y se siguen aún construyendo- las propuestas.
Estas actividades nutrieron y arrojaron luz al espectador sobre el complejo fenómeno africano. Sin duda, el convulsionado escenario social y político así como el hecho de ser un territorio ampliamente colonizado durante muchos años por varios países de Europa explican la complejidad del entorno creativo de sus creadores y muestran tonalidades diversas de las fricciones creadas a lo largo de este largo proceso colonizador siempre salpicado por conflictos políticos.
Temas como identidad, colonialismo sobre el escenario, negritud, afro-futurismo, el cuerpo poscolonizado, la representación y los clichés y romanticismos en torno a lo africano, fueron tópicos recurrentes durante las WelcomeTables, y a su vez elementos que crearon marco y contexto a las propuestas artísticas ofrecidas este año en distintos teatros de Ámsterdam. Todas ellas creaciones multidisciplinares donde de una manera muy lógica y hasta poética, coexistieron música, narrativa, danza y elementos políticos.
Linyekula
Faustin Linyekula, coreógrafo congolés en alza, presentó una versión actualizada de su trabajo Sur les traces de Dinozord, creación que irrumpirá en los Teatros del Canal de Madrid, los días 30 de octubre y 1 de noviembre. En ella se observa una puesta muy transparente donde los mecanismos del teatro no son ocultados. Linyekula mismo manipula sonido y luces sobre la escena, y emplea una fricción estética muy interesante en los sonidos electrónicos y la voz casi operática, y hasta el uso del góspel, por parte de sus colaboradores. Sin embargo, la propuesta sigue pareciendo bastante formal y muy adecuada a los usos escénicos europeos. No cabe duda de que Linyekula -formado en PARTS y colaborador cercano de importantes creadores europeos- ofrece una propuesta ecléctica a niveles estéticos aunque de lenguaje coreográfico bastante convencional. No obstante, lo que parece más interesante es el motivo y contexto político que le llevó a crear esta propuesta que no sorprende tanto por su gesto experimental como por su contenido y carga política.
Maqoma
Gregory Maqoma, uno de los más relevantes creadores sudafricanos del momento, al que conocimos en nuestro país la pasada temporada con su colorida propuesta Via Kanana, también se hizo presente en el Holland Festival con su nueva propuesta Cion: A Requiem of Ravel’s Bolero, una compleja obra que brillantemente mezcla ritmos musicales africanos con un leit motiv del elemento percutivo del célèbre Bolero, de Ravel. El público es recibido por 26 cruces clavadas sobre el escenario y los bailarines de su colectivo Vuyani Dance Theatre abordan una danza compleja y muy virtuosa, en una obra que asemeja, en su forma, a un musical, probablemente por la relevancia de la música como hilo conductor y total protagonista. Adicionalmente, Maqoma presentó su obra más celebrada, Beautiful Me, donde una vez más la música en directo se convirtió en importante referencia y construyó un diálogo constante con la danza virtuosísima del Maqoma bailarín.
Mahlangu
Interesantísima y reveladora resultó la propuesta Enyangeni, del creador y compositor Nhlanhla Mahlangu, que supo incorporar hermosamente la fisicalidad de la danza africana con un trabajo de voz extraordinario, que a ratos se transformó en un rap con elementos corporales más urbanos, logrando una mezcla efectiva y poética de las estéticas africanas de hoy pero a su vez haciendo reclamo a sus orígenes. Trabajo pequeño y de muy corta duración resume la posible coexistencia de las influencias africanas en cuanto a los lenguajes corporales y su riqueza musical, y al tiempo reafirma su identidad al contraponerlas a la diversidad de propuestas más urbanas.
El Holland Festival 2019 nos dejó grandes preguntas sobre la actual creación africana con preocupaciones como la reapropiación de lo negro y hasta con la fricción proveniente de una narrativa de lo africano que aún refleja los colonialismos. Sin embargo, ha sido una acertadísima colección de propuestas que van al ritmo de la actual discusión sobre descolonización tan en boga y que indiscutiblemente seguirá ocupando grandes debates y propuestas artísticas en tiempos actuales y por venir.