Tiempo de batracios
Vuelve a Barcelona, al Festival Dansa. Quinzena Metropolitana, Dancing With Frogs, la obra rabiosamente femenina que Sol Picó montó con siete hombres. Retomamos la entrevista que nos dio a propósito de su estreno en 2017
Texto_OMAR KHAN Foto_CONSUELO BAUTISTA
Se recuerda a Sol Picó (Alcoy, 1967) por su capacidad de riesgo, su agudo sentido del humor y las ideas descabelladas que siempre sustentaron sus coreografías. Su irrupción sorprendente zapateando flamenco en puntas de ballet, con los ojos vendados y desplazándose en medio de un sembradío de espinosos cactus fue una de sus primeras llamadas de atención en su archi-famoso solo Bésame el cactus (2000). Después fue marisco danzante en una paellera, demoledora obrera conduciendo un tractor por las calles o suculenta sirena a la plancha. El público sabe que cada aparición depara una sorpresa y garantiza alguna risotada. No obstante, en el fondo de casi todas ellas late siempre una preocupación constante y sostenida por asuntos turbios y nada graciosos de esta sociedad. El papel de la mujer frente a la hegemonía del macho, uno de ellos. La dona manca o Barbisuperstar (2003), El llac de las mosques (2009), One-hit wonders (2014) o WW. We Women (2017) daban fe de ello, pero ninguna abordó el asunto tan directamente como Dancing With Frogs, uno de sus éxitos recientes, que regresa en única función mañana 22 de marzo, al Teatro Joventut de L’Hospitalet de Llobregat, en el marco del Festival Dansa Quinzena Metropolitana.
En Dancing with Frogs, Picó explora la masculinidad desde una perspectiva muy femenina, desde la visión de una artista un poco enojada después de tantos años abordando este tema, que siente que las cosas han cambiado más bien poco. “No sé si ha cambiado algo con respecto a la mujer. Creo que ahora se habla más de ello y está más presente, lo que es bueno, pero también veo cómo piensan algunos adolescentes y creo que hemos ido hacia atrás. La sociedad es hoy más consciente y consecuente pero el hecho de que se hable más abiertamente no es una solución”, dice con un aire de decepción.
Dancing with frogs, en la que bailan siete hombres y la misma Picó fingiendo ser un hombre de grueso mostacho, explora el universo masculino desde su perspectiva femenina presentando una variedad de especímenes masculinos que incluye sapos, neomacarras, metrosexuales y andróginos en una aventura sin doncellas que ella define como ácida, sucia, gamberra y tragicómica. “Quería reflexionar sobre ellos. Los hombres tienen una energía distinta que no es mejor ni peor”, advierte. “Ha sido un proceso bestial y me lo he pasado bien. Hemos tenido muy presente el concepto de la masculinidad. De hecho, hice un casting que consistía en que los aspirantes, en un vídeo de dos minutos, debían hablar de lo que pensaban sobre la masculinidad. No tardaron en aparecer temas como la figura del padre, el poder, la fuerza, la confusión, la relación con la sexualidad. Para la pieza, reflexionamos sobre dónde lleva el exceso de masculinidad, cómo los excesos del capitalismo exacerban una masculinidad mal llevada. Reconozco que en este momento de mi vida tengo un punto de rabia y descontento con todo lo que pasa con la mujer, y eso es algo que se ha colado en la propuesta”, concluye.