BARROCO CONGOLEÑO
El creador belga Alain Platel ha remontado su éxito ‘Coup fatal’, que vuelve a nuestros escenarios. Desde mañana en el Lliure, de Barcelona, y más tarde en el Festival de Otoño, de Madrid. Nos lo ha contado…
Texto_OMAR KHAN Fotos_ZOÉ AUBRY
Madrid, 30 de octubre de 2025
Resulta de lo más llamativo que uno de los creadores más influyentes del gran boom de la nueva danza belga asegure con humildad y sin reparos: “No soy coreógrafo, sinceramente”. Es cierto que la formación de origen de Alain Platel (Gante, 1959) es la de psicopedagogo pero hoy, ya jubilado aunque no del todo lejos de los escenarios, se le recuerda como el fundador, en 1984, de Les Ballets C de la B, esa célebre plataforma que le sirvió para consolidarse como coreógrafo y que generosamente apoyó a una importante generación de artistas, entonces emergentes, entre los que se encuentran Sidi Larbi Cherkaoui o los líderes de Peeping Tom.
No obstante, esta mañana, reunido virtualmente con la prensa local a propósito del re-estreno de su exitosa Coup fatal en Barcelona y Madrid, explicaba cómo había sido este alunizaje la creación coreográfica. “Ha sido totalmente casual que yo llegara al mundo de las artes escénicas. Eran los años ochenta y las primeras representaciones eran eventos familiares, entre amigos, no había profesionales y facilitaba el trabajo que yo en esos días me inspirara en la danza teatro de Pina Bausch. Pero poco a poco nos fuimos consolidando y entonces algunos bailarines profesionales se interesaron por lo que hacía”.
Era una época de especial efervescencia en la danza belga. Anna Teresa de Keersmaeker empezaba sus experimentaciones minimalistas con su compañía Rosas, Wim Vandekeybus se ganaba la fama del coreógrafo que más bailarines enviaba al hospital con sus inclementes, bestiales y violentas coreografías. Alain Platel, desde Les Ballets C de la B, lanzaba a su vez, reflexiones profundas, muy humanas, desde sus cuidadas creaciones.
“Está claro que a los bailarines yo no les podía enseñar cómo bailar ni cómo moverse, ese aspecto dependía de lo que ellos quisieran compartir. Así fue y así siguió siendo todos estos años. Es verdad que tengo muchísimos espectáculos hechos con profesionales y que he trabajado incluso para el Ballet de Flandes, pero nunca he renunciado a trabajar con otros cuerpos, con gente adulta que no baila, con niños, con personas con discapacidad. No necesité nunca bailarines. Mi forma de trabajar ha encajado muy bien con personas muy diversas”.

La vuelta de ‘Coup fatal’
Los músicos y danzantes congoleños de Coup fatal se cuentan entre estas personalidades tan diversas de las que habla. La pieza, que fue estrenada en 2014, ha sido retomada por el mismo equipo, una docena de músicos congoleños liderados por el guitarrista y bajista Rodrigues Vangama, y muy especialmente por el compositor y saxofonista de Kinshasa, Fabrizio Cassol, que ya había trabajado con Platel en la muy celebrada Requiem pour L, que reimaginaba el Requiem de Mozart desde la música popular congoleña y abogaba por la muerte digna.
La vuelta de Coup fatal se produjo el año pasado en Bélgica y la gira actual incluye estos días dos paradas en nuestro país. Se verá en el Teatre Lliure, de Barcelona, desde mañana y hasta el domingo, en el marco del programa Flaix de Tardor BCN, que funciona como una extensión en la capital catalana del Festival Temporada Alta, de Girona, y unos días más tarde, del 06 al 08 de noviembre, como la inauguración del Festival de Otoño de Madrid, en los Teatros del Canal.
“El trabajo musical de ellos, esa unión de la música barroca europea con música popular de Kinshasa, ya existía, pero Cassol estaba investigando con sus músicos y el contratenor Coco Díaz la posibilidad de seguir ahondando en esta fusión”, rememora hoy Platel. “Me invitaron a verlo, me fui allí y me enamoré. Después me pidieron una traducción teatral, y me pareció fascinante y curioso buscar una manera de conectar estos dos mundos desde la danza”.
El resultado es esta propuesta inusual e inclasificable, imposible si se quiere, que no encaja en los parámetros habituales del concierto ni de la danza. Una fiesta pluricultural, una celebración a la diversidad en la que convergen los sonidos de Monteverdi, Gluck o Bach con la música tradicional del Congo, con el jazz negro y el rock primitivo. El sonido –nuevo y antiguo a un tiempo- se funde aquí con la danza libre y desprejuiciada de Platel. Es un aliciente saber que se trata del mismo equipo de músicos-bailarines que la estrenó hace ya más de una década. Con una excepción que, en opinión del coreógrafo, marca una diferencia.
“Es el mismo equipo, pero uno de los músicos es reemplazado por una mujer, algo novedoso de esta versión, porque originalmente el grupo era masculino y ahora está Jolie Ngemi, que es música y bailarina. Ella vive en Bélgica pero es de allí, y hace una gran aportación. Yo creo que esta novedad mejora la propuesta. Añade una energía positiva que se contagia a todo el espectáculo. Una de las críticas cuando lo estrenamos era esta ausencia femenina y la razón tenía que ver con que, en aquel entonces, no conseguimos ninguna mujer en Kinshasa que pudiera abordarlo desde esta visión que teníamos, pero eso fue hace años y ahora ha cambiado”, concluye.






