TETUÁN RECUPERA SU CERTAMEN COREOGRÁFICO
El distrito madrileño reactivó en el Centro Eduardo Úrculo su conocido concurso de danza, que anoche celebró la primera edición de esta nueva etapa. Fuimos partícipes y así te lo contamos…
Texto_REDACCIÓN
Madrid, 05 de octubre de 2025
Aparte de ofrecer una oportunidad económica a creadores y bailarines emergentes (el sector de la danza más agobiado por el dinero), los certámenes de alguna manera podrían ser también barómetros para vaticinar el futuro inmediato de esta magullada profesión. La caída de fronteras entre disciplinas es un hecho constatable, por lo que empieza a perder sentido la distinción entre danza contemporánea, flamenco, ballet o hip hop, cuando la tendencia es la del creador versátil y el bailarín co-creador. A este dilema se enfrentó anoche el jurado del I Certamen de Danza de Tetuán, en el popular distrito del norte madrileño que, en realidad, no es el primero sino la continuación de uno anterior, muy exitoso, que dábamos por perdido. Reaparece ahora impulsado por la gestora Concha Hernández y la creadora Mey Ling Bisogno, tándem conocido por su gestión en el evento cultural capitalino Ellas crean.
Felizmente recuperado, el concurso establecía en sus bases dos conjuntos de premios separados. Uno para la danza española y otro para el contemporáneo. Los miembros del jurado, la creadora y bailarina Helena Martín, la periodista de danza, de Radio Nacional de España (RNE), Olga Baeza, y Omar Khan, director de susyQ, optaron por eliminar fronteras y premiar a la danza sin más distinciones. La decisión se deriva, además, hacia otra sospecha: el nuevo flamenco vive un auge de creatividad y el contemporáneo parece haber caído en un territorio laxo de experimentación en el que todo vale, siempre desde el supuesto que las piezas que concurren a certámenes cómo éste son un heraldo de las tendencias y modos por venir.
No hace mucho tiempo, el sector flamenco más joven parecía no saber cómo innovar desde la tradición, aparentemente estática, de la danza española. En sus intentos de modernizarse miraban y copiaban a los referentes que triunfaban, lo que llenaba los escenarios con imitaciones, disimuladas o descaradas, de Israel Galván o Rocío Molina. Hoy ya no tanto. El nivel de profesionalidad y el alto voltaje creativo visto anoche dan un vuelco a esta tendencia. A concurso se presentaron obras estilizadas, de gran factura, como Stand by (en la foto), obra coral de Andrea Mora y Diego Olmier, de la Compañía Etérea, e incluso un solo de carácter más experimental, el unipersonal Bailar, de Gabriel Matías y Sonia Franco.
Por el contrario, la danza contemporánea a concurso parecía perdida con obras pretenciosas cercanas a la performance o ejercicios facilones (hoy abrumadoramente abundantes) que intentan llevar la escena clubbing, discotequera y nocturna a los escenarios. La libertad extrema de la experimentación es un arma de doble filo, que puede estar haciendo daño a nuevas generaciones que no saben dónde ubicarse frente a un territorio tremendamente vasto y laxo, que se vanagloria de no tener reglas y, a veces, ni siquiera normas mínimas y decentes de lo escénico.
En cualquier caso, es de celebrar que el Centro Cultural Eduardo Úrculo, del Distrito de Tetuán, haya apostado por recuperar su certamen coreográfico. El palmarés de anoche premió en el apartado coreográfico, las citadas piezas de la compañía Etérea y la del joven creador Gabriel Matías, que adicionalmente obtuvo exaequo con la bailarina Sofía Las Heras, también de Etèrea, el galardón a Mejor Intérprete de danza española, al tiempo que Tanía María Garrido obtuvo el de Mejor Intérprete de Contemporáneo, por la creación “[ePOPeya]”, firmada por ella misma.