A RITMO DE ARPA
Melania Olcina ha presentado ayer ‘TACTUS’ en la Quincena Musical de San Sebastián. También bailó LaCerda en Tabakalera. Allí estuvimos y así lo vivimos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_ÍÑIGO IBÁNEZ / QUINCENA MUSICAL
San Sebastián, 13 de agosto de 2025
La música transita por el cuerpo expresivo de Melania Olcina y genera emociones intensas. En ella y en el que la observa. No hay aquí más dramaturgia que el cuerpo hecho música. T A C T U S, presentada ayer en Tabakalera dentro del marco de la 86º Quincena Musical de San Sebastián, supuso una experiencia más que una coreografía al uso. Una bailarina y un arpa dialogan, se entretejen y acompañan, en esta pequeña y cuidada creación, en la que la reconocida bailarina, aquí también coreógrafa, intercambia energías con Sara Águeda, arpista, cantante y responsable del espacio sonoro de esta pieza íntima y ceremonial.
Musa habitual de creadores como Sharon Fridman o Antonio Ruz, Melania Olcina, Premio Nacional de Danza 2023, parece dar continuación en T A C T U S a una práctica ya iniciada en La declamación muda, trabajo suyo anterior en el que, dentro de una dinámica similar, interactuaba con el trombonista Jorge Moreno. Pero hay diferencias. El trabajo con el músico era físico, involucraba y condicionaba su movimiento por el espacio. La bailarina lo increpaba, lo doblegaba y lo hacía partícipe.
Aquí no. Ceremonial y distante, ataviada con una túnica negra idéntica a la de la bailarina, la arpista Sara Águeda –también notable cantante- crea la música que activa a Olcina, que se despoja lenta del pesado ropaje hasta la vulnerabilidad del cuerpo en exposición. No hay casi desplazamientos físicos en esta coreografía in situ, en la que la bailarina termina encontrando refugio y apoyo en el arpa, instrumento de grandes dimensiones, tan inusual en el rol solista de la música como el trombón. La vinculación de la danza aquí, parece más con el instrumento en sí mismo y la música que emite, que con quien la interpreta.
Aunque no hay un tema identificable, la tristeza, pesadumbre y dolor parecen conducir las acciones de este unipersonal triste elaborado a cuatro manos que ayer encontró en la acristalada Sala Prisma de Tabakalera un aliado ocasional para su propuesta, incluida esa gaviota que revoloteaba por allí. T A C T U S es, a un tiempo, coreografía y exquisito recital de arpa. Una pieza que encaja muy bien y es coherente con un festival como La Quincena Musical.
Un acto de resiliencia
La misma tarde de ayer, pero con otro tono e intenciones más lúdicas, la compañía LaCerda irrumpió, esta vez en el patio de Tabakalera, con su creación El baile de la Zurda, coreografía festiva de Edward Tamayo, quien junto a Valentina Azzati y Johann Pérez, dirige este colectivo catalán inclinado por la exploración de lo latinoamericano en su danza. Con esta creación, el autor pone en práctica su sistema de composición coreográfica en bucle llamado los mantras. Cuatro cuerpos uniformes, uniformados y tremendamente sincronizados no pierden el control de una pieza extenuante y exigente, un ejercicio de ritmo y concentración que cabalga sobre la música original de Alejandro Dutra que, con un beat que recuerda al de la samba, marca la ruta de una coreografía que, entre sus aciertos, está mantenerse siempre arriba y nunca bajar la guardia.
Los mantras, según LaCerda, encuentran inspiración en los ritmos musicales latinoamericanos y es destacable que esta pieza, sin caer en obviedades, hace también alusión a la forma de los bailes populares de aquellos países, tan centrados en la cadera, los movimientos de hombro y la complicidad con el otro. Sin los desfallecimientos, la pieza recuerda aquella trepidante película Danzad, danzad malditos (Sydney Pollack, 1969), que hacía protagonista a la resistencia física de los participantes de una maratón de baile. De alguna manera, en este sentido, La danza de la zurda es también un acto de resiliencia.