UN ESPACIO PARA BAILAR
Alojado dentro de la Quincena Musical de San Sebastián, este ciclo con curaduría de Olatz de Andrés, ofreció ayer una experiencia sensorial con Idoia Zabaleta. Nos lo han contado…
Texto_OMAR KHAN
San Sebastián, 14 de agosto de 2025
Festival dentro del gran festival, el ciclo de danza Tabakalera Dantzaz es un apéndice con aires de innovación dentro de la oferta tradicional de la Quincena Musical de San Sabastián, celebrando estos días sus 86 años de permanencia, que le convierten en uno de los festivales más longevos del país. Son ya seis años en los que algunas propuestas arriesgadas de la danza han encontrado casa y hogar en el espacio donostiarra Tabakalera, inscritas dentro de la oferta de este gran evento estival, que además coincide estos días con la Semana Grande de Donostia.
Aunque su naturaleza sigue siendo esencialmente musical, el interés por la danza de la Quincena va en crescendo. Este año, la gran noche de apertura el pasado 01 de agosto, correspondió a la potente compañía del coreógrafo francés Angelin Preljocaj, que abrió fuegos en el Kursaal con su obra Requiem(s).
“Este ciclo es una ventana para la danza dentro del festival, una oportunidad de dar a conocer la amplitud de la creación contemporánea y al mismo tiempo, que la audiencia conozca nuevas voces y miradas, abrir la posibilidad de experiencias diferentes al público habitual de la Quincena, que quizá sea un poco más conservador”, nos detalla Olatz de Andrés, que lleva la curaduría del ciclo, señalando este año trabajos como TACTUS, visto hace dos días, en el que la bailarina Melania Olcina interactúa con la arpista Sara Águeda o Estudios elementales, que clausura hoy Tabakalera Dantzaz con la propuesta del coreógrafo madrileño Jesús Rubio trabajando en proximidad con la violinista Luz Pardo.
“Al ser dentro de la Quincena Musical hay un interés por explorar la relación de la danza con la música, es evidente. Pero no he querido que sea solo eso. El festival mantiene su línea con las grandes estrellas de la música clásica pero va buscando equilibrios, dando la posibilidad a la gente de vivir experiencias artísticas mucho más amplias”.
Una de ellas, quizá la más radical de este año, se vivió anoche. Lo que empezó como una performance a las puertas de Tabakalera terminó en una pista de baile en la Sala Patio, en la que todo el público –en un rango de edades considerable- se desmelenó desinhibido y sin prejuicios al ritmo de la dj Bihotza, que lanzaba decibelios techno a los auriculares de una buena parte de la audiencia. La culpable de este desenfreno, Idoia Zabaleta, toda una personalidad de las artes vivas nacionales, materializaba así una nueva etapa de su proyecto Orta edo norbat dantzan_pista de baile, un proceso largo como todos los suyos, que ha superado ya varias etapas (puede que todavía le falte) y ha cerrado este capítulo, gracias a ser este año la artista en residencia de Tabakalera Dantzaz.

Habitar Tabakalera
“Hace tres años que ofrecemos la residencia de creación”, nos explica de Andrés. “No se trata, exactamente, de producir piezas sino ofrecer apoyo y dar carta blanca a un artista para desarrollar un proyecto. Desde el inicio, quise que fuera un espacio para una trayectoria y no talentos emergentes, que ya tienen oportunidades similares. Arrancamos con Blanca Arrieta, proseguimos con Myriam Pérez Cabezón y este año nos decantamos por la veteranía de Idoia Zabaleta, que ya sabía yo que tenía esta dinámica de trabajo y daba la posibilidad de enfocarlo en diálogo con la música”.
Toda la propuesta se articula alrededor del poema Orta or one dancing, que allá por 1912 Gertrude Stein escribió sobre la danza de Isadora Duncan. El proyecto entronca con una línea de trabajo anterior de Zabaleta, centrada en leer y bailar. Durante toda la performance, ella y sus bailarinas invitadas -Jone San Martín, Jone Amezaga e Idurre Azkue- bailan y recitan en euskera el poema de Stein. De hecho, esta traducción fue el punto de partida, un laboratorio dedicado a dar con las claves del texto en un idioma ajeno, que no ha encontrado aún publicación en castellano.
“El poema no describe, se basa en la idea de bucles continuos”, nos aclara Zabaleta. “El texto, siempre en gerundio, habla de una experiencia que hemos vivido las que bailamos, y se aproxima a cómo Isadora, siendo ella misma, crea muchas otras cuando danza. Es un hándicap de la misma danza, porque lo que te ocurre cuando danzas es mucho, pero el espectador solo ve a alguien moviéndose”.
De allí que la experiencia, después de la introducción en el hall, obligue al público a tomar decisiones, experimentar por sí mismo y sacar conclusiones. Puede vivir como testigo la pista de baile viéndola como un caos sin escuchar a la dj Bihotza por los cascos o puede ponérselos y darle sentido al caos, formar parte de él, dejarse llevar, bailar en libertad...
Aunque no de manera obvia, Isadora también está, nos asegura Zabaleta. “Está, sí que está. Vamos descalzas, llevamos faldas anchas, está su espíritu de rompedora y pionera, aunque también, debo decir, que hay mucho bluff alrededor de Isadora”, nos confiesa en voz baja.
Zabaleta valora la aportación que ser residente este año en Tabakalera le ha ofrecido. “Estar aquí supone poder hacerlo. Es la misma Quincena Musical que yo viví de niña, es la Sala Patio, es la Semana Grande, es Tabakalera… He podido trabajar la adaptación a una sala como pista de baile, trabajar lo técnico, ajustar el sonido…”
Pero Orta edo norbat dantzan_pista de baile no era exactamente un estreno. Aunque ayer vio la luz oficialmente, la propuesta ya había sido estrenada para los árboles en una función sin público en el bosque, un lugar cercano a su espacio de trabajo en Álava. “Fue a modo de agradecimiento, por lo tanto que los árboles me dan. Pusimos una placa conmemorativa en el sitio. Primero para los árboles, luego para la gente…”, concluye sonriente.
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