JOSÉ CARLOS MARTÍNEZ NOS TRAE AL BALLET JUNIOR DE LA ÓPERA DE PARÍS
En su primera gira, la reciente compañía parisina incluye tres paradas en España: los Veranos de la Villa, de Madrid; el FIS, de Santander y ya el año próximo, el Maestranza de Sevilla. Nos lo ha contado…
Texto_OMAR KHAN Foto_JULIEN BENAHAMOU / CHRISTOPHE PELLETIER
París, 24 de julio de 2025
El primer sorprendido con la meteórica consolidación del novísimo Ballet Junior de la Ópera de París, ha sido su impulsor. La idea más innovadora del proyecto con el que José Carlos Martínez (Cartagena, Murcia, 1969) llegó hace apenas dos años a la dirección artística de una de las formaciones de ballet más famosas del mundo, era la creación de una segunda agrupación paralela que pudiera hacer lo único que la grande no puede: girar por el planeta. Ya materializado, el innovador conjunto junior ha incluido tres paradas en España durante ésta, su primera temporada. Debutarán el próximo martes 29 de julio, con función adicional el 30, en el Patio del Centro de Cultura Contemporánea Condeduque, en el marco del Festival Veranos de la Villa, de Madrid; proseguirán hacia Santander, con función prevista para el 01 de agosto, en el Palacio de Festivales de Cantabria, dentro del FIS (Festival Internacional de Santander) y ya el próximo año, volverán, ésta vez a Sevilla, para bailar los días 16 y 17 de mayo, en el Teatro de la Maestranza.
La imposición de hasta 190 funciones al año que deben alimentar la programación de dos teatros emblemáticos de París: la Ópera Garnier y la más moderna Ópera Bastille, mantienen amarrada a la compañía de ballet de esta casa a su ciudad, donde tienen una demanda espectacular que prácticamente agota todas las localidades de cada representación, sea de ballet clásico como su reciente reposición de La bella durmiente, de Nureyev, o sea de corte muy contemporáneo como el programa doble que le siguió, que reunía a Mats Ek con la israelí Sharon Eyal.
Es el Junior Ballet
“Me gusta advertirlo de antemano. No es el Ballet de la Ópera de París sino el Junior Ballet”, nos decía José Carlos Martínez distendido en su más bien modesto despacho ubicado en el vasto edificio de la Ópera Garnier parisina. “Creo que hay programadores diciendo por ahí que van a tener a la compañía y no es verdad. Es un ballet junior, con 18 bailarines muy jóvenes, de apenas 18 años, enfrentando unos repertorios que son muy difíciles para ellos, piezas exigentes que no son grandes producciones, que viajan con un ciclorama y casi nada de escenografía. Tampoco es una escuela pero no son profesionales con largas trayectorias, porque si lo fueran los hubiésemos cogido para la compañía grande”.
Su idea de meter una compañía nueva dentro de la casa pasaba por ser un proceso paulatino que se precipitó cuando tuvo una súbita y positiva reacción de numerosos mecenas que pusieron el dinero sobre la mesa para que arrancara ya. “Todo el dinero del Ballet Junior es mecenazgo al 100%, es verdad que aquí hay dinero pero también muchos gastos y no era viable con el presupuesto de la Ópera poner en marcha de una forma tan inmediata un proyecto de esta envergadura. Incluso los salarios vienen de allí, y se llaman justamente contratos de mecenazgo porque se pagan con esa aportación. Yo no pensaba que esto iría tan rápido, la verdad”, nos confiesa.
Claro que la reputación y prestigio del Ballet de la Ópera de París es el principal anzuelo para los mecenas, pero nada de esto sería posible si no existiera en Francia una potente Ley de Mecenazgo, algo que en España no existe pese a ser un reclamo de larga data por parte de la comunidad artística. José Carlos Martínez lo sabe de sobra porque lo padeció cuando fue director de la Compañía Nacional de Danza (CND), durante el período 2011/19. Él venía de haber sido rutilante étoile de la Ópera de París, justamente, y el propósito principal de su cometido en la CND era costoso: introducir los clásicos en un repertorio que principalmente contaba con piezas neoclásicas de Nacho Duato, el director saliente.
“En ese tiempo ya se hablaba de la necesidad de una Ley de Mecenazgo”, rememora. “Teníamos algunos mecenas como Shiseido o Loewe, pero me daba la impresión de que el Inaem [Ministerio de Cultura] temía que al dar dinero, esas firmas iban a exigir por dónde ir en lo artístico, creo que temían a la idea del intrusismo, pero si está bien gestionado eso no es así. Al mecenas hay que hablarle y explicarle bien lo que quieres hacer, convencerlo con el proyecto que tienes. En España lo del mecenazgo es algo que tiene que cambiar”.
¿Cisnes y quijotes?
Otra cosa son los programadores. La sola mención del término Ópera de París, les hacía ver sus escenarios llenos de cisnes, quijotes y bellas durmientes. Y aquí sí que hubo variación en el plan original, que era mover con la Junior un repertorio más contemporáneo, de nueva creación, que también es sello de la compañía grande, a pesar de que para muchos –programadores incluidos- es una casa exclusivamente de clásicos.
“Cuando empecé a contactar con los programadores, rápidamente me di cuenta de que lo yo quería hacer no iba a funcionar exactamente como lo tenía previsto, al menos al principio. Me preguntaban por los clásicos, era lo que querían. Esperaban que la nueva compañía fuese clásica, era evidente, así que opté por diseñar un programa más en ese sentido, y hemos acertado porque estamos completos, esta temporada ya no tenemos más espacio ni fechas para viajar y ya tenemos vendida buena parte de la temporada que viene”.
Con todo, se trata de un programa muy bien pensado que brinda un amplio paseo por el arco que va desde lo más clásico hasta lo contemporáneo, sin olvidar el neoclásico, conformado por Allegro brillante, de Balanchine; Cantata 51, de Maurice Béjart; la alternancia de Mi favorita, del mismo Martínez, con una Suite de El Quijote, y una obra contemporánea: Réquiem para una rosa, de Annabelle López Ochoa.
Hasta el momento, ya tienen unas 60 funciones vendidas, que les están llevando a muchos escenarios codiciados, desde Grecia hasta el Linbury Theater de Londres, pasando por un montón de ciudades francesas y las tres españolas. Las funciones en el Maestranza sevillano cerrarán su gira inaugural.
Las primeras experiencias de la Junior, no obstante, ya fueron increíbles y excitantes para una agrupación naciente. Bailaron en Abu Dabi y pudieron representar Crossings [en la foto que abre esta información], una pieza de 45 minutos site-specific que les montó Noé Soulier en, nada menos, que el desierto de Al-Ula, de Arabia Saudí. “Ya les he dicho que ha sido verdaderamente excepcional, y que esto no va a ser así”, nos cuenta divertido.
Estrategia a la inversa
Tampoco es que Martínez, por presión de los programadores, haya aparcado la idea de que prevalezca la nueva creación. Tiene una estrategia que ya puso en marcha con la CND, aunque a la inversa. “Con la CND empezamos llevando la Carmen, de Johan Inger, que es contemporánea, a los teatros que nos conocían por Nacho Duato, y cuando veían la calidad y querían repetir, les decíamos que teníamos El Quijote [en una adaptación fidedigna firmada por él mismo, que ha sido repuesta con éxito por la CND esta misma temporada en Madrid], y rápidamente lo aceptaban. Así armamos la gira. Aquí es a la inversa, porque se nos conoce como compañía clásica. Pero a la Junior ya la tengo trabajando en workshops que se pueden transformar en coreografías el año que viene. Ya tenemos a varios creadores en ello. Está [la coreógrafa vasca, Premio Nacional de Danza] Iratxe Ansa, Julian Nicosia, Altea Nuñez y algunos otros”.
Para José Carlos Martínez, el Junior Ballet lo que supone es movilidad y visibilidad. Ya no solo extranjeros, sino muchos franceses tienen que viajar a París para poder ver a la principal compañía de danza del país. “Me interesa que se vea más el trabajo que hacemos en la Ópera. Los de la Junior son jóvenes pero son de la casa, son una compañía dos, trabajan con los maestros de aquí y a la manera de aquí. Y ya no necesariamente habrá que viajar para poder vernos”.
Pero no es tan fácil abordar un cambio tan radical en una casa de tradiciones como ésta. Se trataba de plantar una nueva compañía donde ya hay otra. “Aquí y en todas partes, los cambios dan miedo, pero a mi es que me encantan”, nos confiesa. “Había el temor de qué nos van a quitar los de la Junior, cómo va a ser la parte técnica y ahora éstos dónde van a ensayar… pero en septiembre pasado había mucho que ensayar y la Junior se fue a nuestra Escuela, en Nanterre, donde tenemos dos estudios. Y ya todo el mundo está viendo que no hay conflicto. No creo que sea miedo a la nueva compañía sino al cambio que supone. Pero ya le están viendo ventajas. La Junior tiene dos pianistas, un fisio, dos maestros de ballet… que cuando los bailarines de la junior libran, trabajan para la grande. Ganamos todos”.
Y en París, el Ballet de la Ópera…
Claro está que para Martínez, aparte de la proeza con la Junior, está todo lo demás, que no es poco. No hay que olvidar que es el director artístico del Ballet de la Ópera de París. “Han sido dos años intensos”, resume. “Sobre todo, ha sido complejo organizar los equipos para que empezaran a trabajar a mi ritmo y no yo al de ellos”.
Hace poco anunció su tercera temporada (septiembre 2025 / julio 2026), que en realidad es la primera completamente suya, porque cuando llegó estaba prácticamente todo cerrado hasta ahora. “He encontrado un equilibrio muy bueno entre lo clásico y lo contemporáneo. Habrá registros muy diversos en todos los sentidos. A Aurelie [Dupont, la anterior directora] le gustaban mucho los israelíes y aquí se ha hecho mucho Ohad Naharin, Hofesh Shechter o Sharon Eyal, pero ahora vamos a viajar un poco más, y tendremos coreógrafos del mundo”.
Es así como la nueva temporada en Paris hace gala de ese equilibrio con títulos clásicos, que incluyen, cómo no, reposiciones de Nureyev (Romeo y Julieta y La Bayadera), neoclásicos de renombre como La dama de las camelias, de Numeier o Notre Dame de París, de Roland Petit; creadores clave del contemporáneo como Trisha Brown, Mats Ek o Angelin Preljocaj, que volverá a ver escenificada Le Parc, coreografía de gran éxito que creó en exclusiva para esta casa, y también nueva creación, destacando muy especialmente –al menos para nosotros en España- el encargo de una pieza a Marcos Morau, de La Veronal, que se estrenará en marzo, en la Ópera Garnier.
Lo que sí nos asegura Martínez es que no va a coreografiar para la compañía. No tiene tiempo. Cuando era étoile de la casa, montó con éxito la fastuosa Les enfants du Paradis (2008). Y aparte de encargos en distintas compañías, creó para la CND, cuando fue director, un original Cascanueces y este Quijote que acaban de reponer en el madrileño Teatro Real, y que se lo siguen pidiendo compañías del mundo. No pudo asistir el día del reestreno en el Real, pero sí a la última función. “Yo considero una obra importante de mi gestión en la CND la Carmen, de Johan Inger, pero por otras razones, el éxito de El Quijote fue muy relevante, porque supuso un cambio total en la compañía, fue la obra con la que de verdad empezamos a tener una identidad diferente a lo que era”, concluye.