DE AMOR Y REPUGNANCIA
Tras un largo recorrido, Joaquín Abella debuta finalmente como autor. Lo hace con ‘Escarabajo ciervo’, una pieza íntima que podrá verse este fin de semana en la Sala Cuarta Pared. Nos lo ha contado…
Texto_OMAR KHAN Fotos_EVA VIERA
Madrid, 29 de mayo de 2025
El lucanus cervus o escarabajo ciervo es dentro de su especie, el más grande de Europa. Para entendernos se trata de una especie de cucaracha voladora, ciertamente repugnante. Pero desde mañana será también el título de la primera creación de Joaquín Abella, debutante tardío con una larga experiencia en la producción y la asistencia, una labor que ha hecho para que el trabajo artístico de otros salga adelante. Ahora reclama su turno y se ha fijado en este bicho porque su creación, que verá la luz dentro del Ciclo Mover Madrid de la Sala Cuarta Pared mañana, con función adicional pasado, va de amor y repugnancia, de resistencia, resiliencia y rechazo.
“Me interesa la identidad disidente, lo queer… es verdad que la experiencia con el amor ocupa mucho en mi vida, vengo de dos relaciones larguísimas, una de doce años y otra de nueve, así que he querido hablar del amor, aunque María Velasco, mi dramaturga [Premio Nacional de Literatura Dramática 2024], me dice con el texto en la mano: ‘Tú no hablas del amor, tú de lo que hablas aquñi es de las relaciones’ y tiene razón, porque lo que abordo en Escarabajo ciervo es una relación en concreto que, como performer, sentía gran necesidad de expresar”.
Una pareja homosexual no es lo mismo que una heterosexual. En lo homoerótico surge, como dice Abella, “una necesidad de reinventar los cuerpos más allá de la norma”. Por eso Escarabajo ciervo narra el tránsito de una relación entres dos hombres (le acompaña en escena el bailarín francés Yannik Bosc) que empieza curiosa, danzante y feliz, y termina, como tantas, hecha añicos. “Está bailado y contado desde la primera persona. Conocí a alguien, también creador, y materializamos nuestra relación como una propuesta artística. Lo primero que hicimos fue juntarnos para bailar y encontramos que había química y necesidad de estos dos cuerpos, así que lo que verás será una pareja que se conoce, que se besa, que resiste y que se rompe, hasta que decide dejarlo. Empieza como un paso a dos, prosigue como una relación sexual simbiótica y termina como una improvisación dancística”.
Una mirada cruda
Danza, música, videoarte, textos inéditos y dos cuerpos se aúnan y colocan al servicio de una creación personal e íntima, que confía plenamente en la capacidad del arte para matizar la brutalidad de ciertas emociones. “Da miedo nombrar la cosas y el lenguaje de la danza te permite abordarlas sin tener que nombrarlas”, asegura. “No es una mirada limpia sino más bien cruda, que llega al espectador gracias a la capacidad poética de la escena para contar de una forma como nunca lo haría una crónica”.
Aunque ha sido camarero en el Burger King, gogó, limpiador de casas y modelo ocasional, Joaquín Abella ha estado siempre rondando un escenario. Trabajó para Christoph Marthaler, un referente del teatro posdramático y para María Velasco, hoy amiga apoyándole en la dramaturgia de su debut como creador. “Se me hace difícil definirme como algo. Yo empecé haciendo teatro y me dijeron que igual me vendría bien complementar con la danza, pero no tenía buena técnica, así que hice el Conservatorio. He sido también cantante, y entonces empecé a trabajar lo performativo… ¿qué soy? No lo sé. Las Artes Vivas, al menos en España, no están categorizadas, y eso hace que mi trabajo tampoco”.
Puede que no sepa lo que es, pero lo que tiene seguro es que haga lo que haga, siempre partirá del cuerpo. Del suyo y del de otros, porque actualmente es profesor en el Conservatorio de Valladolid, que le ha procurado un sueldo que le animó a aventurarse con una producción propia, que se estrena justamente donde de alguna manera empezó todo, pues sus inicios se remontan a la Escuela de la Sala Cuarta Pared. “Trabajo con el cuerpo. Me gusta el desnudo, practico el nudismo. Mi primer trabajo en escena, con 19 años, fue en esta sala justamente, y lo hacía desnudo, y aquello supuso todo un reto porque entonces era un asunto muy tabú, pero al final el cuerpo desnudo es la materia prima de la danza”, concluye.