EL CUERPO QUE TIENES
A sus 60 años, Isabel Vázquez, orgullosa y reivindicativa, se sube este fin de semana al escenario de la Sala Cuarta Pared para estrenar su solo ‘Zambra de la buena salavaje’. De su danza, de la danza y el edadismo hablamos con ella…
Texto_JUDIT GALLART
Madrid, 23 de mayo de 2025
Tras una década dirigiendo y coreografiando para otros cuerpos, la necesidad de bailar vuelve a empujar a la creadora, docente y sobre todo bailarina, Isabel Vázquez a los escenarios, con el estreno absoluto de un nuevo solo bautizado como Zambra de la buena salvaje, que verá la luz este fin de semana, los días 24 y 25 de mayo, en la Sala Cuarta Pared de Madrid bajo el manto del XL Festival Madrid en Danza. “Creo que es una pieza que nos concierne a muchas mujeres, sobre todo de mi generación porque hablo de la domesticación y de haber asumido los preceptos de otros como si fueran nuestros. Creo que me he auto-cancelado mucho sufriendo por encajar en una norma en la que se supone que todos tenemos que entrar, por eso ahora quiero desmontar esa idea de mujer canónica que nos presupone a todas”.
Un yo coral alejado de lo autobiográfico que, contando con la dirección de Alberto Velasco y los textos de la dramaturga Ruth Rubio, parte de un interrogante: ¿Cómo sería yo si fuese fiel a mi naturaleza? “Para mí esta pieza ha supuesto un terremoto emocional, pero también ha sido muy nutriente y me ha demostrado que ahora me encuentro mucho más preparada que hace diez años, cuando hice mi último solo. Me he mantenido en un estado de mucha apertura, tanto a nivel intelectual, como físico y emocional”, nos confiesa Vázquez, una pionera del movimiento de la danza contemporánea en Andalucía, que continúa cosechando éxitos e introduciéndose en nuevos proyectos como la creación coreográfica para una zarzuela en la que comenzará a trabajar próximamente para el Teatro de la Zarzuela de Madrid.
La danza no debería entender de edades, y nadie lo sabe mejor que Isabel Vázquez. Fuerte defensora de la expresión a través del cuerpo, ha dedicado parte de su carrera a cuestionar los estereotipos sobre quién puede y debe bailar. En una sociedad que muchas veces asocia el movimiento con la juventud y en la que las artes escénicas parecen sucumbir incansablemente al edadismo, ella levanta la voz (y el cuerpo) para recordar que el derecho a bailar no tiene fecha de caducidad.
“Cada vez me da más pena no ver a intérpretes mayores en el escenario, hay muy pocos, sobre todo mujeres en escena con estas edades y creo que tenemos mucho que contar y aportar”, nos cuenta la artista que, a través de piezas donde conviven la emoción, la experiencia y la memoria corporal, ha convertido su arte en una forma de resistencia contra los cánones, defendiendo el baile como un acto de libertad que no se pierde con los años, sino que se transforma.
Celebrar la madurez
“Es cierto que con 50 no puedes hacer lo mismo que hacías a los 30, pero no se trata de eso, sino de estar en escena con el cuerpo que tienes en ese momento, con el respeto y la sabiduría que te da tu cuerpo después de tantos años”. Con un repertorio fuertemente sustentado por el texto y la dramaturgia con obras destacables como Hora de Cierre, que supone una celebración de la madurez, o La maldición de los hombres Marlboro, con la que lanzaba una mirada crítica a la masculinidad tóxica, la creadora amparada en el marco de la danza teatro reconoce que, a sus 60 años, su cuerpo le permite disfrutar mucho más de la danza. “Fíjate qué contradicción porque es un cuerpo mayor, con menos capacidad y, sin embargo, es un cuerpo más libre, lo conozco más y ahora mismo me acompaña para contar lo que quiero mucho más que en otros momentos”.
Altamente comprometida con su tierra de origen, la artista sevillana ha representado un fuerte impulso para la danza en Andalucía, no solo bailando para instituciones como la Cuadra de Sevilla o como docente en el [tristemente extinto] Centro Andaluz de Danza CAD, sino también trabajando para el TNT de Sevilla o el Conservatorio Profesional de su ciudad. Sin embargo, tras décadas de compromiso con el tejido cultural andaluz, Vázquez observa con preocupación cómo se desmantelan los apoyos institucionales, se cierran espacios de creación y se precariza la vida de los profesionales del sector.
“Falta de todo, ha habido un retroceso tremendo: se ha cerrado el Centro Andaluz de Danza que era cantera de bailarines, ha desaparecido el Festival Mes de Danza, después de 25 años. Hay gente luchando mucho e impulsando proyectos como el Festival Vildanza, de Vilches, o el Take Off Dance, de Johan Inger, que ahora mismo pende de un hilo, pero es todo privado, no hay apoyo público y creo que el problema está en que no se cuenta con la opinión de los profesionales”, concluye.