LA ERA GRAHAM
Bilbao mañana, y San Sebastián y Madrid la semana próxima, recibirán a la Martha Graham Dance Company. A propósito hemos querido recordar su legado y la línea que ha seguido su compañía. Léelo…
Texto_OMAR KHAN / CARLOS PAOLILLO Fotos_BARBARA MORGAN (CEDIDAS GENTILMENTE POR LA COLECCIÓN JAVIER ASTUDILLO)
Madrid, 22 de mayo de 2025
De entre todas las coreografías que se bailen en escenarios del mundo esta noche, hay un porcentaje asombrosamente alto que está en deuda con Martha Graham (Pittsburgh 11 de mayo de 1894 - Nueva York 1 de abril de 1991). En su momento de esplendor fue llamada pionera y apóstol, arquitecta de la modernidad, monstruo sagrado, sacerdotisa de la danza y Madre de la Danza Moderna, difundido calificativo con el que nunca estuvo de acuerdo, pues creía que el término “modernidad” suponía constante cambio y transformación con el fin de estar siempre al día, frente a lo contemporáneo, que para ella era lo que ocurría con su trabajo, que implicaba un cambio radical llegado para quedarse. De allí, que se inclinara por definir lo que hacía como danza contemporánea, un término hoy universal.
No es una exageración que la revista norteamericana Time, en 1998, la proclamara como “La Bailarina del Siglo XX”, pues con ella, la danza inició en los años treinta de la pasada centuria un cambio irreversible que huía de los preceptos decimonónicos del ballet clásico, aquellos que enfatizaban la belleza del cuerpo en una técnica al servicio de cuentos de hadas, fantasías y fantasmagorías.
“No quiero ser nube” declaró rotunda alguna vez. Con ello proclamaba que ni ella ni su danza eran etéreas ni estaban flotando en el cielo, ajenas a la realidad de lo terrenal. Fue una humanista y su preocupación se centraba en reflejar desde el movimiento la problemática del hombre contemporáneo y la complejidad, intensidad y contradicción de sus emociones y pasiones. Ideó una técnica, más expresiva que física, basada en dos estados: la caída y la recuperación, sobre la idea de que la resiliencia y el empuje es lo que hace que un ser humano derribado sea capaz de levantarse y proseguir.
“Graham basó su técnica de baile en el gesto humano natural. Ella reconoció que revelamos nuestros pensamientos y emociones internas a través de movimientos y gestos, en la forma en que inconscientemente manejamos nuestros cuerpos cuando estamos felices o tristes, enojados o confundidos. Tomó estos gestos naturales y los expandió, los convirtió en un lenguaje teatral. Podemos vernos en sus bailes. Y, por supuesto, los coreógrafos de hoy podrían aprender mucho estudiando su brillante uso del espacio, la geometría modernista de los patrones de los bailarines en el escenario, que también contribuye con el mensaje emocional. Y es que toda su estructura siempre se apoyó en lo emocional”.
La que así define la relevancia de su legado es Janet Eilber, ex bailarina de Graham y desde 2005 directora artística de la Martha Graham Dance Company, de Nueva York, la agrupación de danza contemporánea más antigua de Estados Unidos, que sigue difundiendo su obra pero no por ello, funcionando a la manera de un museo que mantiene activo un legado, sino más bien como un organismo vivo y de nuestro tiempo, que ofrece programas por todo el mundo que combinan la reposición de sus trabajos con coreografías de nueva creación, incluyendo algunas capaces de dialogar con las antiguas, en trabajos encargados explícitamente con este fin.
“Hemos descubierto que se produce una conversación en el escenario entre los clásicos de Graham y las obras contemporáneas”, nos explica Eilber. “Nuestra misión ha sido vigorizar su herencia y mantenerla en movimiento hacia el futuro. El de Martha fue un legado que se sustentó en la innovación. Sí, eso integra las coreografías que nos dejó, pero también abarca su creatividad constante, su curiosidad y ‘apetito por lo nuevo’, como ella misma solía decir”.
Un programa revelador
El programa que la compañía está presentando por su actual gira por España, que incluye el Teatro Arriaga, de Bilbao (mañana y pasado), el Auditorio Kursaal de San Sebastián (día 27 de mayo) Y el Centro de Danza matadero, de Madrid (del 29 de mayo al 01 de junio) da fe de ello y es ejemplar de las distintas modalidades que Eilber ha impreso en el repertorio. Por un lado, dos reposiciones relevantes y representativas del hacer coreográfico de Martha Graham: Diversion of Angels (1948), que explora tres facetas del amor a través de tres bailarinas y tres colores: el rojo para el amor apasionado y erótico, el blanco para el maduro y duradero, y el amarillo que evoca los primeros amores de juventud, en una obra que se inscribe en el bloque de sus piezas más sugerentes y abstractas.
Y por otro, Inmediate Tragedy (1937), coreografía temprana que se inscribe en su período de obras de corte político-social, en las que expresaba su preocupación por la injusticia y el sufrimiento humano, que está inspirada en el impacto emocional que le produjo la Guerra Civil Española. Graham la mantuvo activa, bailada por ella misma, hasta finales de la década de los treinta. No la repuso más y se daba por perdida. En 2020 aparecieron unas fotografías extraviadas de aquel montaje y con apoyo en la documentación existente, hoy depositada y perfectamente catalogada en la Biblioteca Pública de Nueva York, Eilber emprendió su reconstrucción. Se reestrenó, durante la pandemia, en versión digital como Inemdiate Tragey: Redux y ahora está girando en su forma escénica.
De ese intento por buscar sinergias y conexiones, dar motivo de conversación escénica a esas coreografías de Graham con obras del presente y legitimar la vigencia de una a través de la otra, surge otra de las piezas del programa, Cave, del creador israelí Hofesh Schechter. Teniendo como punto de referencia Cave of the Heart (1946), un título importante de Graham perteneciente a su período de revisión de los clásicos griegos, en el que explora la pasión, los celos y la venganza en el personaje de Medea, el creador de Tel Aviv anclado en Londres construye una pieza muy enérgica guiada por el beat de los latidos del corazón.
“Cave, de Shechter, se interesa por el impulso humano de moverse al compás de sus latidos y Cave of the Heart, de Graham, explora las pasiones oscuras del corazón. Su conexión radica en que ambas recurren a una base profundamente primaria para el movimiento”, nos explica Eilber.
Finalmente, We The People, de Jamar Roberts entronca con esa necesidad de explorar las raíces norteamericanas que Graham satisfizo en títulos como Appalachian Springs, Frontier o El penitente. Esta nueva creación se centra en el poder de cambio que reside en el pueblo. Roberts se suma así a la lista, ya larga, de creadores que han sido llamados para trabajar con la legendaria compañía, que incluye personalidades como Nacho Duato, Sidi Larbi Cherkaoui, Mats Ek, Kyle Abraham o Bobbi Jean Smith.
Intensidad y determinación
Pequeñita y malhumorada, Martha Graham vivía la danza con inusual intensidad dentro y fuera del escenario. Fue muy celosa de su repertorio y pocas compañías pudieron representar sus trabajos mientras vivió. Una de las complejidades de mantener activo su legado tenía que ver con su recelo al audiovisual. No creía que una coreografía pudiera ser apreciada en vídeo y no era muy dada tampoco a que se fotografiara su trabajo. No obstante, cuando su amiga la Baronesa de Rotschild fundó la Batsheva Dance Company, de Tel Aviv, en 1964, fue generosa y le cedió una buena parte de su repertorio para el arranque, al tiempo que dio acceso sin restricciones a su mundo a la fotógrafa Barbara Morgan, porque sintió que ella no hacía un registro de sus creaciones sino que generaba fotografías artísticas a partir de su trabajo.
A día de hoy alguna parte de su pensamiento podría ser cuestionado. Martha Graham, a través de su larga vida de casi 97 años conoció tanto la gloria como el infierno. Proclamó que la danza, al igual que la vida, es esfuerzo, no diversión. Investigó en un cuerpo riguroso y expresivo. “El bailarín necesita disciplina, no sueños”, afirmó categórica.
Pero al mismo tiempo, su legado, de más de 180 creaciones, es de gran valor para el mundo de la danza. La mayoría de las nociones básicas de la danza contemporánea que hoy tenemos se originaron en su pensamiento y práctica. Es considerada y recordada principalmente como coreógrafa pero ella se sentía plenamente identificada como bailarina. Cuando en los años sesenta tuvo que abandonar los escenarios, se abrió un abismo ante ella. "Al dejar de bailar, perdí la voluntad de vivir”, escribió en su libro autobiográfico Blood Memory. “Me quedaba en casa sola, comía muy poco, bebía demasiado y me sumía en la melancolía. Mi rostro estaba arruinado, y la gente decía que me veía extraña, algo con lo que estaba de acuerdo. Finalmente, mi cuerpo simplemente colapsó y pasé mucho tiempo en el hospital". Sin embargo, en 1972, Graham superó su crisis, dejó de beber, reorganizó su compañía y creó diez nuevos y brillantes ballets. Su última obra completa fue Maple Leaf Rag (1990).
La señorita Ruth
Remontándonos a los inicios, la muy joven Martha se encuentra por primera vez con la danza en 1911 en Los Ángeles cuando, acompañada de su padre, vio bailar a Ruth St. Denis ejecutando sus danzas inspiradas en las bailarinas clásicas orientales. Sintió un llamado y a pesar de la reticencia de sus padres, terminó estudiando en la Denishawn, la relevante escuela que llevaba la diva junto a su pareja, el también bailarín y creador Ted Shawn. Allí se reveló ante ella en toda su amplitud el universo al que pertenecería y el que determinaría su destino de manera definitiva.
La Denishawn también fue el lugar donde Graham se encontraría con Doris Humphrey y Charles Weidman, la llamada generación histórica de la danza moderna. Fue además el lugar donde conoció a Louis Horst, músico y compositor, que la empujó, animó y apoyó en su carrera, que no estaba llamada a desarrollarse dentro de la Densihawn, donde no se sentía cómoda. “Creían que no actuaría nunca porque no era guapa. No era rubia. Ni tenía el cabello rizado. Estos eran los ideales de St. Denis y Shawn” escribió. “A los veintidós años me consideraban lo suficientemente buena para ser profesora pero no para ser bailarina. No veían en mí dotes de intérprete. Siempre tuve la sensación de que no creían en mí. Pese a todo, adoraba todo lo relacionado con la señorita Ruth: su forma de bailar y caminar. Ella lo era todo para mí”.
El 18 de abril de 1926 representa una fecha emblemática en la danza moderna. Ese día, Martha Graham estrena sus primeras obras en un recital presentado en una sala teatral de la calle 38 de Nueva York, en el que actúa su inicial trío de bailarinas y ella misma en acciones solistas. Tres años después, estrena Herética, la primera de sus coreografías grupales. Su camino lo emprende renegando de la Denishawn, del exotismo de esa escuela y de cierta superficialidad estereotipada en la representación de culturas ajenas.
Años más tarde, con su compañía totalmente establecida y su reputación consolidada, su alumno más aventajado y bailarín más brillante, Merce Cunningham, se separaría de su compañía renegando de ella, de su pensamiento y de su danza, emprendiendo una ruta propia y aún más libre, en lo que supuso la ruptura definitiva que trajo la danza posmoderna. Pero esa es otra historia…