KOVA GIRL
Esta semana, en días consecutivos baila en LAVA VALLADOLID su solo ‘Elogio a la fisura’ y participa en ‘Firmamento’. Lorena Nogal, Premio Nacional de Danza, nos habla de su trayectoria, de Mrcos Morau, de sus logros y sueños…
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 23 de abril de 2025
Él ganó el primer premio, ella quedó en segundo lugar. Originalmente contrincantes en el Certamen Coreográfico de Salt, en Girona, hace ya 18 años, Marcos Morau, creador y director, y Lorena Nogal (Barcelona, 1984), bailarina inquieta y gran talento creativo, nunca han sido eso que llaman artista y musa, sino dos amigos y colaboradores a la cabeza de un equipo, que han ido de la mano para dar forma y visibilidad a La Veronal, la muy relevante compañía barcelonesa. En 2013, él se hizo con el Premio Nacional de Danza en la categoría de creación. A ella se lo han concedido el año pasado en el apartado de interpretación, con el mérito añadido de que no es demasiado larga la lista de bailarinas de contemporáneo que lo han ganado.
“Al final del concurso, se acercó a mí y me dijo que le gustaba mi forma de moverme”, rememora hoy Nogal aquel fructífero encuentro. “A mí me pareció muy interesante su propuesta escénica, con una mirada muy particular. Ahí comenzó todo. Unos meses después empezamos a ensayar Suecia, la primera pieza del decálogo de países de La Veronal”.
No imaginaban entonces lo mucho que crecería la compañía y que en las casi dos décadas por venir estarían construyendo juntos un proyecto que hoy es vanguardia de la danza europea. Desde aquella lejana y sorprendente Suecia hasta la macabra y novísima Totentanz, Lorena Nogal ha encabezado los elencos de tantas y tantas obras de la compañía, destacando en títulos como Islandia, Pasionaria, Voronia, Firmamento o, muy especialmente, Sonoma, una pieza muy relevante no solo para la agrupación sino también, en lo personal, para ella.
Ha participado de manera muy activa en la conformación y consolidación de kova, el lenguaje base de La Veronal, la invención de una técnica propia de la compañía que define y delimita el particular universo estilístico del colectivo, y ha estado muy cerca de los procesos creativos de cada coreografía, más allá de bailarlos.
Aquella niña, la hija de un tornero y de una trabajadora de la industria farmacéutica, que empezó interesada por las sevillanas y el flamenco, ha conseguido, no obstante dar rienda suelta a esa vieja necesidad colaborando con Morau en la creación de Afanador, gran hit reciente del Ballet Nacional de España (BNE), y apoyando a la bailaora Paula Comitre, en su propuesta Après vous, madame. Y es que para ella hay vida más allá de La Veronal.
Desde HOTEL Colectivo Escénico explora nuevas fronteras creativas junto a un grupo de compañeros con los que se graduó en el Institut del Teatre, de Barcelona, donde, por cierto, fue rechazada originalmente para luego ingresar por los pelos casi con la mínima nota. Como creadora, ha firmado su delicado y breve solo El elogio de la fisura, que es un éxito allí donde llega. Esta semana, en el Centro LAVA de Valladolid, coinciden ella y La Veronal. El viernes 25 bailará allí su solo y el sábado, ya con toda la compañía, intervendrá en Firmamento.
¿Qué ha cambiado en su vida ser titular de un Premio Nacional? ¿Hay una Lorena antes y otra después?
De momento no me ha dado tiempo a sentir un cambio real, seguramente necesite algún año para ver que me ha traído pero por supuesto, he notado el interés por parte de proyectos y festivales para nuevas colaboraciones. Creo que no hay una Lorena distinta pero sí con una proyección nueva.
Es evidente que hay una coreógrafa por allí dentro ¿cuándo saldrá a la luz plenamente?
Este año será un momento clave para mí en el plano coreográfico. Tengo varias creaciones de mediano y pequeño formato que podrán verse en primavera/verano. Abordo este proceso con prudencia y respeto, pero también con ganas. Es un paso importante y me gusta hacer las cosas a mi tiempo, de manera orgánica, permitiendo que las cosas maduren poco a poco.
Hemos oído que crecerá su solo El elogio de la fisura ¿cómo y cuándo será?
No es exactamente eso, pero sí tengo el deseo de desarrollar un solo de gran formato. Es un reto que me hace mucha ilusión, y siento que ahora es el momento adecuado para hacerlo. El elogio de la fisura ha sido un paso importante en mi evolución, un desbloqueo a nivel personal y creativo. El empujón de mi inquietud coreográfica actual. Mi esperanza es que esta nueva creación pueda ver la luz en 2026.
¿Supone HOTEL Colectivo Escénico un oasis fuera de la vorágine de La Veronal?
De alguna manera sí. HOTEL… es un proyecto hecho a medida de los que lo formamos. Un espacio de apertura y juego. Un lugar para salir de lo reconocido y enfrentarme a nuevos desafíos de la mano de los imaginarios de otros creadores. Este año lo empezamos con la creación de Jordi Oriol, una pieza que hemos estrenado en marzo, en el Teatro Nacional de Catalunya dentro de la programación del Festival Dansa Metropolitana.
¿Dónde diría que radica el éxito de La Veronal?
Sin dudarlo, en las personas. En el equipo humano que la forma. Y en como Marcos ha sabido imaginar, gestionar y confiar en un proyecto de danza sin techos ni medidas, ofreciendo nuevas perspectivas y convenciendo a distintas generaciones de que crear en grande es posible. A nivel personal creo que en el inconformismo y en la curiosidad, un motor que me acompaña en cada una de las creaciones que habito y construyo.
¿Cómo se construyó kova como lenguaje?
Kova nació desde un deseo profundo de entender y explorar una manera particular de moverse. Durante un largo tiempo, nos dedicamos a observar y analizar aquellos espacios y movimientos que transitábamos, para entender por qué elegíamos ciertos ángulos, combinaciones o composiciones. Queríamos encontrar una lógica detrás de todo eso, generar patrones, algo que nos permitiera explicar de forma clara y accesible por qué nos movemos de esa manera.
¿Cómo ha sido su participación en ese proceso?
Constante y desde sus inicios. He podido descifrar y ser parte activa de la destilación del lenguaje con mis propias particularidades, mis limitaciones y mis virtudes, canalizando la dirección del movimiento y aportando mi punto de vista en cada una de las producciones que hemos hecho.
De lo bailado con La Veronal ¿qué pieza es importante y significativa en lo personal?
Todas y cada una de las piezas que he interpretado forman parte de lo que soy ahora. Cada una ha sido un eslabón en una cadena, y de todas he aprendido algo valioso para abordar la escena. Sin embargo, Sonoma ocupa un lugar especial en mi corazón, es mi top 1. Esta pieza tiene algo único e inexplicable, una verdad profunda que la atraviesa. No solo ha sido una obra compositiva maravillosa, sino también un espacio de sororidad y amor infinito hacia las mujeres intérpretes que la hemos formado. A nivel de movimiento, Sonoma fue un giro significativo. Decidimos trabajar desde otro lugar, utilizando materiales más improvisados, instintivos y expresivos, algo muy diferente a lo que habíamos hecho anteriormente con Pasionaria. Esta pieza marcó un punto de inflexión en mi carrera y ha sido una etapa de madurez dancística. Fue un reto muy inspirador, y solo aquellas que hemos estado gestando, criando y viviendo la pieza desde dentro, sabemos lo que realmente representa y cómo nos ha transformado. Sonoma ha sido un auténtico regalo de vida.
En su opinión qué ha quedado y qué ha perdido La Veronal entre aquellas piezas de los inicios a las nuevas?
Como en todo proceso de crecimiento, hay que soltar para seguir avanzando. En Islandia o Voronia, éramos más jóvenes y estábamos muy enfocados en la forma. La construcción de materiales coreográficos complejos era importante y le daban sentido a las estructuras y herramientas que encontrábamos para componer el movimiento, llegando a ser tanto ejecutores como víctimas de nuestras propias premisas. En cambio, ahora, en obras como Firmamento o Totentanz, nos encontramos en una etapa más madura, donde el cuerpo se mueve de una manera más libre e intuitiva. Ya no somos víctimas de nuestras estrategias. Hemos roto nuestros propios patrones y activamos conscientemente sensaciones o lugares que nos recuerdan lo que construimos y ahora, de manera natural, habitan en nosotros. Pero, volviendo a la pregunta, siento que no se ha perdido nada; todo se transforma y madura, dándole valor y coherencia a cada etapa.