CALLEJERO VALENCIANO
La danza asaltó las calles de la ciudad durante el recién finalizado Festival Dansa València. La muestra ha permitido una aproximación a la vibrante danza emergente que surge en el país. Te lo contamos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_JOSÉ JORDÁN
Valencia, 14 de abril de 2025
La calle como escenario. El Festival Dansa València, que cerró ayer su exitosísima edición, la número 38, también arrojó danza a las calles y resignificó espacios no convencionales para bailar. El río Túria, la Plaza del mercado, la del Patriarca, la de la Virgen o la falda de la Catedral, el Museo de Bellas Artes y L’Almodí, entre ellos. En los días previos, se fue incluso a Catarroja, uno de los municipios más afectados por la tragedia de la dana y el pasado sábado se aventuró por el extrarradio con un original paseo coreográfico por Vall de Segó…
Se vieron muchas danzas en el espacio público durante los últimos cinco días, todas breves, abarrotadas de público e iluminadas por el sol, salvo algún día nublado. Aunque muy distintas, con estilos e intereses muy diversos, en su mayoría estas coreografías tenían en común que sus creadores son artistas o colectivos emergentes y en conjunto, constituyen una breve pero certera aproximación a la nueva danza que se está haciendo en España en general, y en Valencia en particular, porque la muestra puso el acento en el talento local, una decisión loable que da sentido de pertenencia a la creciente comunidad de profesionales de la danza en la Comunidad.
Si algo quedó en evidencia es el interés y preocupación de las nuevas generaciones por mirar el pasado y las tradiciones desde la vanguardia. El llamado neofolk se va imponiendo como corriente de nuestro tiempo y España no se queda a la zaga. Paloma Muñoz, desde la programación de sala, fue gran exponente con La quijá, pero destacaron en las calles otras interesantes propuestas.
Transeúnte (en la foto superior), del creador gallego Daniel Rodríguez la que más. Extracto de su primera pieza grande de sala, se trata de un quinteto muy emocionante, vertiginoso e hipnótico, que renueva aires al riquísimo folclor gallego reconvirtiéndolo en una propuesta lúdica conectada con la estética y sensibilidad de hoy, de enorme fuerza y belleza formal, con bailarines que intencionadamente no vienen de las danzas tradicionales gallegas, como su autor, y que se engrandece (muchísimo) con la participación en directo de la voz de Aida Tarrío, de Tanxugueiras, agrupación gallega que hace lo propio desde la música, innovando en la tradiciones.
Folclor y flamenco
De los mismos lares llegó también Colectivo Glovo, la agrupación de la gallega Esther Latorre y el portugués Hugo Pereira, que presentaron aquí Trïade, un trío femenino con vocación tribal que sorbe de lo telúrico en el mundo rural gallego, y se alínea con el auge feminista, en una pieza primitiva y contemporánea a un mismo tiempo, que habla de solidaridades y complicidades entre mujeres.
Otro momento singular y sorprendente vino de La venidera, que lleva a ángulos innovadores el flamenco, aquí con asesoramiento artístico de Marcos Morau, de La Veronal, en de No (en la foto), un dueto de tensiones, negaciones y cierta violencia contenida entre Albert Hernández e Irene Tena, excelentes ex bailarines del Ballet Nacional de España (BNE), que dirigen y bailan esta creación inquietante para la compañía que dirigen, un flamenco deconstruido, meticulosamente bailado y cruzado con la sensibilidad y modo escénico ya inconfundible de Morau.
Partiendo de una idea del todo original, pensada para dos bailarines y un dron, la compañía navarra Qabalum presentó Todo este ruido, que arranca con un interesante planteamiento de ciencia ficción en el que un dueto –Diego Pazó y Lucía Burguete, impulsores de la compañía- interacciona con un dron enigmático. Estupendamente bailada (hay mucha química y complicidad entre ellos dos) les falla por cierta timidez en la dramaturgia, que no entra de lleno en el terreno explorado, el de la ciencia ficción, y dramatúrgicamente, no termina de establecer una relación clara de ellos con el dron, que se les queda como un artilugio volando sobre sus cabezas.
De la amplia selección valenciana destacamos especialmente Lo que los árboles no cuentan, un breve e intenso dueto bailado por Kiko López & Héctor Plaza, cultores de un breakdance cruzado con contemporáneo e influencias del contact, que destaca no tanto por su intención centrada en la relación del hombre con la naturaleza, algo que no se vislumbra demasiado en el desarrollo de la pieza, pero que permite desplegar la enorme complicidad y talento de estos dos bailarines que funcionan como equipo de porteador y acróbata de circo. Plaza es fuerte y fornido, López es leve, felino y sagaz. Ambos se combinan muy bien y construyen una danza fluida no exenta de riesgo físico, en la que las emociones surgen de la complicidad, entendimiento y cariño que ambos se profesan.
Por la comarca
Paula Serrano, artista valenciana ya más consolidada, paseó por las calles de Catarroja y Valencia un extracto de su reciente pieza de sala Estrip, una coreografía sobre el desgarro apoyada en un vestuario con dramaturgia, que envía su mensaje a través del velcro y su sonido desgarrador. También destacaron Jessica Castellón & Boris Orihuela, bailarines habituales de Taiat Dansa, con Cuentas corrientes, una mirada crítica al mundo laboral empresarial, la veterana creadora valenciana Henar Fuentetaja, directora de Cocinando danza, con sede en Picanya, con su solo Nel mio respiro y Colectivo Dánzate, que organizó ayer ¡La fiesta! como evento participativo de clausura, una acción escénica para todos que intentaba acercar la danza a la gente.
Finalmente el sábado, la enorme delegación de profesionales nacionales e internacionales invitados del Dansa València se fue de excursión coreográfica a la comarca de Vall de Segó, a conocer de cerca el trabajo de Hort Art, plataforma dedicada a la investigación, formación y visibilidad de artistas en este entorno rural. En espacios abiertos y no convencionales se disfrutó del emocionante dueto Pies de gallina (en la foto), que arranca en un abrazo fraternal y se sustenta en la complicidad de sus dos creadoras e intérpretes, Ana Melero & Luna Sánchez, además de los trabajos Hagamos pozos, de la veterana creadora Elena Córdoba, el site-specific de Teresa Lorenzo en plena naturaleza y Atención al vacío, de la valenciana Cristina Valdivielso. Como no podía ser de otra manera, la delegación invitada terminó zampándose una paella auténticamente valenciana a la manera de picnic gigante.