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VUELVE JOSÉ CARLOS MARTÍNEZ CABALGANDO SOBRE ROCINANTE

La CND repone la versión de ‘Don Quijote’ del ahora director del Ballet de la Ópera de París. Junto al equipo madrileño, nos lo ha contado…

Texto_OMAR KHAN Foto_LAURA SAN SEGUNDO

Madrid, 22 de febrero de 2025

El Quijote (1869), uno de los ballets más populares y queridos de los tantos que hizo Marius Petipa en San Petersburgo, se inscribía dentro de la corriente de ballets exóticos que fascinaban al zar y a las audiencias rusas en el siglo XIX. Si años más tarde, en La Bayadera, el coreógrafo levantaba sobre el escenario una India mística, espiritual y de ensueño, aquí era el turno de lo español, escogiendo un pasaje de Cervantes, que le procuraba todos los estereotipos que nutrían la idea vaga de una España folclórica y sobre todo colorida, llena de castañuelas y toreros, de molinos de viento, tabernas y flamenco. España, en el imaginario de aquella Rusia, tan fría y nevada, era alegre, soleada y picaresca. La fidelidad, honestamente, pasaba a ser secundaria.

Sin apenas alterarlo, en 2015, José Carlos Martínez, entonces director de la Compañía Nacional de Danza (CND) y hoy al frente, nada menos, que del Ballet de la Ópera de París, estrenó un Quijote propio, más español y consonante con los tiempos actuales. Con verdadera sutileza introdujo cambios que no resultan sustanciales pero que actualizan la obra y van desde ajustar lo español a la realidad de España, comprimir la acción para no alargarla demasiado o ponerse reivindicativo al eliminar lo anecdótico del hecho que Kiteria, la protagonista, reclame su derecho a elegir con quién se casa.

Esta semana pasada, lo resumía en Madrid en una visita relámpago que nos hizo para apoyar a Muriel Romero, nueva directora de la CND, en la promoción de la reposición de este título suyo que fue muy importante en su gestión frente al ente público y que reaparece esta noche en el Auditorio de El Escorial y la semana próxima, con cinco funciones, entre el 27 de febrero y el 02 de marzo, en el Teatro Real, donde se produjo este reencuentro con el equipo que la estrenó.

“Yo siempre como coreógrafo he sido fiel a los títulos pero dándoles un toque”, reflexionó. “Es verdad que con los cambios que trajo internet, los ballets ya no son tan largos, y me gusta que el público salga queriendo ver más, por lo que le podé la escena de la taberna. Por otra parte, aquí el rol de Quijote ni es tan pantomima ni es tan cómico, él baila soñando con Dulcinea pero en paralelo corre la historia de Kiteria y una boda arreglada, aunque al final Camacho entiende que el amor se impone y la mujer tiene derecho a elegir su futuro”.

Los muchos que conocen y se derriten por El Quijote, no van a salir defraudados porque está todo lo que tiene que estar. Pero es en los detalles, en la filigrana, donde se puede apreciar la aportación de Martínez. “Quise que las capas de los toreros fuesen de verdad, que tuviesen el peso que tienen y no como en la mayoría de las versiones que son como pañuelitos. La manera de jugar con los abanicos es como se hace en el flamenco, introduzco códigos de la danza española porque los conozco. Para Petipa era uno de sus ballets exóticos, se acercó como pudo a lo español. Aquí lo hemos hecho desde el conocimiento, es un ballet que habla de lo nuestro”.

Mi primer Quijote

En lo particular, la importancia de este Quijote para la CND, radica en que fue el primer título del repertorio académico que se montaba completo, lo que suponía una verdadera novedad (y el cumplimiento de un reclamo de larga data por parte del Inaem) para una agrupación que se había estabilizado prácticamente como una compañía de autor, en los veinte años en los que la dirigió Nacho Duato. Durante el encuentro, coincidieron casi todos en que era su primera vez con un clásico. Lo era para Manuel Coves, que vuelve a tomar la batuta con la partitura de Minkus al frente de la Orquesta Titular del Real, pero lo era también para los protagonistas que la estrenaron y vuelven a bailarla en algunas funciones: la italiana Giada Rossi y el cubano Yanier Gómez.

“Ha sido mi primer ballet entero y bailarlo de nuevo tras varios años, me llena de emoción porque ahora domino mejor la técnica y me siento más segura”, opinaba Rossi. “Claro que es un ballet con momentos muy exigentes en la técnica pero lo importante para hacer esta Kiteria es vivir el personaje. Es un privilegio poder bailar la versión de José Carlos Martínez porque es muy española, en el tercer acto entra un fandango, y ahí se puede ver su firma”.

Elna Matamoros, que repite como asistente al coreógrafo y responsable de la puesta en escena, advertía de las dificultades. “Es un ballet muy alegre pero muy complejo. Siempre que lo haces es diferente, incluso ahora que es un remontaje. Fue nuestro primer gran ballet y fue creciendo, sobre todo porque había que ir adaptándolo al tamaño de los escenarios a los que lo llevamos [que fueron muchos]. Aquí veremos su versión más grande. Es un ballet que funciona muy bien con el público y los bailarines lo adoran, estaban todos deseando volver a bailarlo. José Carlos lo ha devuelto a España, porque no hay que olvidar que originalmente es un ballet que se desarrolla en España pero fue creado por un francés que trabajaba en Rusia”.