GALICIA EN susyQ
Ya en la calle nuestro número 94 de papel, que hemos dedicado a la nueva danza gallega con un amplio reportaje sobre sus creadores. Te ofrecemos un adelanto y te invitamos a suscribirte por apenas 20 euros al año…
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 24 de enero de 2025
Vocación de danza ha tenido siempre, aunque de forma intermitente e irregular, a veces invisible más allá de sus fronteras. Galicia ha demostrado y convalidado su amor por la danza. Le llega casi con seguridad desde lo arraigado de su vasto y rico folclor, que como viene ocurriendo en todo el mundo, ha encontrado conexión con la modernidad y la contemporaneidad en el llamado Neofolk, sin duda la tendencia mundial del momento. Pero también hacia una danza contemporánea diversificada, que en años recientes ha ido cristalizando en un movimiento, una comunidad de danza con artistas muy eclécticos y distintos los unos a los otros, como ha de ser.
“En el ámbito profesional privado, el 99% de la danza que hoy se produce en Galicia es contemporánea”. Lo dice Jacobo Sutil Nesta, el director de AGADIC, la Agencia Gallega de Industrias Culturales, de la Xunta de Galicia, que ha impulsado un Plan de Danza que se estuvo gestando entre 2019 y 2022, con el consabido paréntesis covid, y que ahora empieza a vislumbrar resultados. “No es la Biblia, es un documento vivo, que puede cambiar, pero en él tenemos una guía, una orientación y sobre todo unas necesidades y prioridades, que no hemos determinado nosotros sino que fueron concertadas y consensuadas con todos los agentes del sector”.
Mientras en este siglo comunidades como Cataluña y Madrid consolidaban sus movimientos de nueva danza, hoy sólidos, Galicia luchaba por establecer el suyo. Janet Novás, aún activa en Madrid, o la extinta Pisando Ovos, despuntaban. El Centro Coreográfico Galego intentó ponerse en pie con la dirección vanguardista de Natalia Balseiro y toda la comunidad de la danza nacional quería bailar en el Festival En Pé de Pedra, hoy también desaparecido. Pero no había una cohesión.
Hace ahora poco más de 20 años, Jaime Pablo Díaz y Vicente Colomer, bailarines que se habían quedado huérfanos tras la desaparición del Ballet Galego Rey de Viana, que tanto hizo por la preservación del folclor, empezaban a tener inquietudes creativas por la actualización, lo que les llevó a fundar Nova Galega de Danza. “Sentíamos que la música gallega evolucionaba muchísimo y veíamos que la danza no”, nos relata Díaz.
“Queríamos hacer lo mismo y nos presentamos al maratón que promovía José Manuel Garrido en el Teatro de Madrid. Nos dieron un premio y nos pidieron ampliar a 30 minutos para programarnos y ya preparamos Alento, que fue la primera pieza de la compañía. Agotamos las localidades. Debutamos allí como Nova Galega pero las autoridades de aquí, en Galicia, nos conocían como Trintaetres… no nos habían ayudado pero ahora estaban interesados por esos que llenaban teatros en Madrid. Eso dolió porque habíamos pedido ayudas y no nos las habían concedido”.
Movimiento gallego
Así, de una manera más bien espontánea comenzó a despuntar un movimiento gallego, que aglutinaba compañías jóvenes, lideradas por gallegos –o no, porque también han cimentado sus bases cubanos, costarricenses o portugueses- que veían posibilidades en medio de la aridez. “Yo me formé en el Institut del Teatre y Granada, me fui a Inglaterra y Francia, donde bailé con la compañía ExNihilo, que trabaja el espacio público”, nos confiesa la muy joven creadora Elvi Balboa, autora de Anöa (en la foto), que vive a caballo entre Galicia y Cataluña. “Pero soy gallega y quería volver a casa, sentía esa necesidad”.
Así era buena parte del panorama que encontró, en 2013, el economista Jacobo Sutil cuando asumió la dirección de AGADIC. “El mundo de la danza en Galicia estaba bastante desestructurado y nosotros no teníamos una interlocución directa con los grupos de danza, no había un discurso”, rememora en relación a las motivaciones que impulsaron su Plan de Danza, que reunió alrededor de una mesa a los distintos agentes. Y batuta en mano, orquestó un documento que recogía todas estas necesidades en seis ámbitos, que incluyen aspectos fundamentales como la creación, la difusión, la formación o la producción.
Aprovechó la existencia del Centro Coreográfico Galego para convertirlo en centro de operaciones que vela por la puesta en marcha de esas 35 medidas que se impusieron como primeros objetivos. “El año pasado hicimos la primera ronda de seguimiento y teníamos cumplido o en marcha el 77% y nos faltan algunas en las que estamos trabajando que tienen que ver con residencias, difusión en medios o darle valor a la danza tradicional”, concreta.
Su intención, nos dice, es dar visibilidad, normalizar en los escenarios gallegos todo tipo de danza sin distinciones, fortalecer y apoyar a los artistas, y hacer crecer las estructuras, pero sin poder de decisión. “Los programadores son los jefes de este negocio, nosotros financiamos pero el Plan de Danza está diseñado de forma tal que la decisión última la tienen ellos. Ponemos los incentivos y eso pasa por estimular a programar y apoyar”. Y así con muchos otros de los ámbitos contemplados.
Que algo ha cambiado lo notan también los artistas. “Tenemos la sensación de que en Galicia se está gestando algo muy bonito y queremos que se mantenga”, nos confiesa Esther Latorre de Colectivo Glovo. “Están llegando nuevas generaciones, están apareciendo nuevos proyectos, y se está generando una red de apoyo importante. Ellos llegan perdidos pero ya tienen referentes, estamos nosotros, las compañías ya estables que podemos inspirarles y colaborar. Nosotros somos la resistencia”, concluye.