PAREJA VOLCÁNICA
Muy especial resultó anoche la representación de ‘Prendidos’, de Alberto Losa en la profundidad de la Cueva de los Verdes en Lanzarote. Vivimos la experiencia y te la contamos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_ALEJANDRO ACUÑA
Lanzarote, 28 de diciembre de 2024
Desde la profundidad de la Tierra el flamenco feroz de Alfonso Losa recordó anoche la naturaleza volcánica de La Cueva de los Verdes, de Lanzarote. Del cuerpo del bailaor y del de su acompañante, la bailaora Vanesa Coloma, parecía fluir el mismo magma que hace quizá miles de años fue un río hirviente corriendo por este emplazamiento natural a cientos de metros bajo tierra, una de las bellezas más visitadas de la isla canaria, engrandecida estos días por el Festival Escena Lanzarote.
En su sencillez aparente, la propuesta Prendidos –con función adicional esta noche- desbordó energías y al final puso en pie a una audiencia de 250 espectadores, que debieron hacer un viaje largo e intrincado de veinte minutos desde la superficie hasta el coqueto escenario ubicado literalmente en las entrañas de la Tierra, atravesando un insólito laberinto de galerías naturales de enigmática roca.
A ello parecía aludir esa voz más bien varonil de la poetisa Gabriela Ortega de los años 20 del siglo pasado, una flamencólica –esa mezcla de flamenca y folclórica que fascina a Vanesa Coloma, que las ha investigado- que una grabación reproduce al inicio de la representación diciendo: “Cada cosa tiene su cosa especial”.
Especial
Y es que la cosa especial del Festival Escena Lanzarote, que dirige con acierto Quino Falero, está en programar danza y música en éste y otros entornos naturales de la isla. Eso es lo que hace única la representación de la coreografía de Losa, así haya sido bailada cientos de veces antes.
Tiene él un zapateado veloz, preciso y estruendoso, una energía incontenible y una masculinidad de fuerza telúrica, que arrancó ovaciones. Tiene ella elegancia, musicalidad y manos expresivas que dibujan figuras en el aire. Tienen juntos ferocidad volcánica, nunca mejor dicho. En su viaje, una dramaturgia sencilla que alterna virtuosos y enérgicos solos y duetos, cambios de traje que van del rojo encendido al negro elegante y dos acompañantes de calado: el guitarrista José Martínez “El peli”, que se marca un triste y emotivo solo instrumental a mitad de la representación, y Francisco Blanco Al-blanco, un cantaor de voz triste con mucho ángel, que le pone un montón de sentimiento.
Hay mucha emoción y mucha energía, nunca contenida y siempre desbordada, en este dueto ingenioso que se legitima desde el buen hacer flamenco. Los palos fluyen libres por ese túnel de energía que le disponen sus intérpretes. El espacio rocoso les ofreció ayer escenografía de gran belleza formal y aires primitivos. Al final de la velada, tras aplausos y ovaciones, el público emprendió viaje de vuelta a la superficie. Se hacían los últimos selfies por el camino en semipenumbra. Comentaban lo mismo la buena danza que la profundidad de la cueva. Se admiraban de ambas cosas, una y otra vez. Después de todo, no solamente habían visto un espectáculo de flamenco innovador sin estridencias sino que, a unos metros bajo tierra, habían vivido toda una experiencia. Es lo que busca y distingue al Festival Escena Lanzarote, un ciclo escénico largo que se desarrollará hasta abril del próximo año en éste y otros maravillosos emplazamientos naturales de la isla, incluido el auditorio Los Jameos del Agua, quizá el espacio más insólito y bello de los muchos que ofrece Lanzarote.