COREA Y ESTADOS UNIDOS TRIUNFAN EN MASDANZA
Un año más el certamen de Gran Canaria ha ofrecido una panorámica de la danza que hace la juventud por el mundo. Te contamos el palmarés y analizamos esta edición, previa al 30 aniversario…
Texto_OMAR KHAN Fotos_JESÚS ROBISCO
Las Palmas, 20 de octubre de 2024
La literalmente apabullante interpretación del jovencísimo y virtuosísimo bailarín coreano Jongwoo Kim, en el solo Fan-Made (foto superior), del creador Min Kim, de Séul, se hizo anoche con el Primer Premio en la categoría de Solos del 29Masdanza, certamen que ha celebrado su gala de clausura en el Teatro Pérez Galdós, de Las Palmas, donde brilló también el equipo de la norteamericana Aidan Carberry, que se hizo con el Primer Premio en la categoría grupal por su ingeniosa creación My Dad Left The Light On (foto inferior). Los solos (Titre Provisoire), de la francesa Johana Maledón, y Panopticon, de la bailarina y creadora griega Anixi Attik, consiguieron el segundo y tercer premio en esta categoría, mientras que hicieron lo propio en el apartado coreográfico Featherweight, del también coreano Jiux Kim y We shall meet in the place where there is no darkness, creado e interpretado por la pareja alemana Selene Martello & Darío Wilmington.
El público, ésta vez, coincidió al premiar también el solo Panopticon, pero en la categoría coreográfica se decantó por Simposio, un dueto de insólita flexibilidad creado por los italianos Lia Claudia Latini & Giovanni Leonarduzzi. Muy poca gente cuestionaría el Premio a la Mejor Interpretación otorgado este año a la insólita bailarina china Shuchang Chen, por su unipersonal This Woman, en el que se desdobla y retuerce con una extraordinaria e inquietante precisión.
Algunas reflexiones
Con la participación tan ecléctica de creadores y agrupaciones muy jóvenes venidas de ciudades tan contrastadas como Seúl, Kassel, Long Beach o Limassol, en Chipre, el Masdanza, siempre bajo la atinada dirección de Natalia Medina, ofrece la rara oportunidad de una panorámica rápida a la nueva danza que se gesta en distintos puntos planetarios y no necesariamente en ciudades dancísticamente más típicas como París o Nueva York. Una problemática que salta la vista es la proliferación de bailarines extraordinarios, verdaderos portentos interpretativos con un dominio inusual de sus cuerpos, pero colocados al servicio de coreografías vacías y sin nada que contar, lo que convierte sus piezas en una demostración de proezas y habilidades.
Un año más, constatamos que los asiáticos son infalibles entrenando estas inigualables máquinas de bailar, pero los dos solos más llamativos en este sentido, el de la china y el del coreano, ambos premiados (aunque podrían sumarse perfectamente aquí el solo Tengo que, de la francesa Clémence Juglet o el dueto Matamori No Nai, de los portugueses Catarina Csqueiro & Tiago Coelho), están hechos a la carta para que estos bailarines muestren sus capacidades pero carecen de una dramaturgia, de una propuesta en condiciones, a veces incluso de un planteamiento. Son piezas para verles bailar. Nada más.
Este es un aspecto que pone en un aprieto al jurado de un certamen explícitamente “coreográfico” y divide la opinión del público. Pero, al final, aunque no siempre ocurre, debería imponerse una verdad: una pieza bien bailada no necesariamente es una buena coreografía. Lo que el jurado ha premiado, en el caso del solo ganador, ha sido la versatilidad, precisión, velocidad, belleza y perfección de ese portento que es Jongwoo Kim, bailarín claramente influenciado por las artes marciales. Su habilidad con el abanico, único y principal objeto de la propuesta (ubicado en su uso a años luz de Locomía, advertimos), enmudece, abre mandíbulas y lleva al asombro. Eso es incuestionable pero la coreografía es él. No hay más planteamiento que un cierto aire de cursilería.
Otra cosa es la pieza de la francesa Johana Maledón, que renuncia a proezas y piruetas, pero se planta con una coreografía muy sugerente que nos habla de asuntos que urge plantearnos y revisar como sociedad, referentes al racismo, el machismo y nuestra mirada hacia una bailarina negra. El jurado, que hizo la concesión al espectáculo en el primer premio, optó por la sensatez en el segundo, aunque lo suyo, desde nuestro punto de vista, habría sido invertirlo. Pero en líneas generales, hay que admitir que no ha sido cuestionable ni escandaloso este palmarés.
My Dad Left The Light On no es, en absoluto, una mala decisión para el primer premio coreográfico. No son interpretaciones apabullantes pero hay mucho ingenio en esta creación, que consigue la proeza de ser eficaz con una iluminación consistente escasamente en un único foco, capaz de conducir una dramaturgia muy cinematográfica sobre el tiempo, no exenta de humor y referencias al hip hop.
Dos piezas muy sólidas, que ciertamente no fueron ignoradas, a lo mejor merecían figurar unos peldaños más arriba. La atmósfera extraña y asfixiante, con referencias a la ciencia ficción apocalíptica (quizá al opresivo 1984 de Orwell), hacía de la creación del dueto alemán Selene Martello & Darío Wilmington, ganadores en tercer lugar, una opción muy destacada, en tanto que fue solamente el público el que reconoció la enigmática y envolvente pulsión entre los dos cuerpos perfectamente sincronizados y compenetrados de los italianos Lia Claudia Latini & Giovanni Leonarduzzi, de la muy hipnótica Simposio, obra que maneja con notable habilidad un crescendo que va de a poco atrapando y fascinando.