AGUJEROS DE LA MEMORIA
Inés Boza, la que fuera líder de SenZaTemPo, retorna hoy al Mercat de les Flors con ‘El salto del ciervo’, una obra que reivindica a los pioneros. Nos los ha contado…
Texto_JUDIT GALLART Foto_HÉCTOR BUJÍA
Madrid, 10 de octubre de 2024
Tras muchos años enfocada en la dirección, la coreografía y la creación comunitaria, regresa al escenario Inés Boza con el unipersonal acompañado El salto del ciervo, que verá la luz esta noche en el barcelonés Mercat de les flors con funciones hasta el próximo domingo. “La obra se comenzó a gestar con un proyecto de investigación al que llamamos Los puentes de la memoria”, nos relata.
“Comenzamos a mirar hacia el pasado para entender nuestro presente y nos dimos cuenta de la existencia de varios agujeros de memoria, como que los jóvenes tienen más referentes fuera y no conocen a las personas que construyeron el actual tejido profesional que hay en Cataluña. Es como que no lo tienen tan presente o que, por ejemplo, están trabajando en el centro de creación La Caldera que fundamos en el 95 y no saben quiénes creamos esto”. Lo dice una pionera y referente de la danza contemporánea en Cataluña, que desde 1990 y hasta 2017 mantuvo en pie su compañía SenZaTemPo, todo un referente.
De su nueva propuesta nos adelanta que, junto a la acordeonista Edurne Arizu y las voces online de algunas jóvenes coreógrafas, buscará dar espacio a mujeres de diversas generaciones que han quedado silenciadas a lo largo de la historia. “Creo que en general a las mujeres nos cuesta mucho encontrar nuestra propia voz porque venimos arrastrando muchas generaciones de mujeres silenciadas a las que no se ha permitido tener voz”, reflexiona Boza, aunque mirando con optimismo la realidad presente.
Aquellos caprichitos
“Como directora me he sentido cuestionada muchas veces. Si por ejemplo ibas a montar una pieza y pedías algo, se consideraba un caprichito, mientras que si lo pedía un hombre se entendía como una necesidad artística. Pero creo que las nuevas generaciones lo tienen mucho mejor, cuando yo empecé eran todo técnicos varones y los directivos de los teatros eran siempre hombres, ahora veo mucha más diversidad en estos entornos”.
Con más de treinta años de trayectoria artística a sus espaldas, la búsqueda de lo simbólico, el constante trabajo con el espacio escénico o su lucha incansable por la democratización de la danza continúan siendo elementos cruciales en sus creaciones.
“Cuando comenzamos con SenZaTemPo, la danza-teatro aún costaba mucho. Estuve varios años trabajando con dos bailarines de Pina Bausch y aquel lenguaje me fascinó, pero aquí la gente reprochaba que bailábamos poco o que no hablábamos lo suficiente. Creo que fuimos pioneros en introducir este tipo de lenguaje, uno en el que la danza se convertía en el canal para contar historias y no en un objetivo en sí misma”.
En su trayectoria, ha huido de los cuerpos normativos y los bailarines objeto del director. “Llevo años haciendo creaciones comunitarias donde participan personas que no son profesionales y lo que me ha interesado siempre es trabajar con la singularidad de los intérpretes, escuchando a los diferentes cuerpos y personalidades”, concluye.