DE CÓMO JESÚS CARMONA HA SIDO SALVADO POR LA DANZA
El creador catalán estrena esta noche su unipersonal ‘Súper viviente’ en el Museo Universidad de Navarra. Nos lo ha contado…
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 26 de septiembre de 2024
Entonces… ¿hace usted terapia con cada una de sus creaciones? “A lo mejor sí… porque para entenderme y conocerme no he sabido encontrar otra herramienta que no sean mis espectáculos”, responde con una sonrisa que delata culpabilidad Jesús Carmona (Barcelona, 1985), que esta noche estrena su unipersonal Súper viviente en el Museo Universidad de Navarra, dentro del ciclo Museo en Danza, que adelanta el teatro del campus de Pamplona. Se trata de una propuesta que tuvo su origen antes de que este devoto de la danza española supiera que iba a ser designado director del Ballet Español de la Comunidad de Madrid, nuevo colectivo que debutará esta misma temporada en los Teatros del Canal. Y a un tiempo, por sus pequeñas dimensiones escénicas, la nueva pieza es ejemplar de lo que podría ser desde ahora su compañía, que no muere pero bajará la marcha en los próximos cuatro años, lo que dura el contrato que firmó con el nuevo ballet madrileño.
A punto de entrar en la cuarentena, Jesús Carmona siente que Súper viviente es la culminación de un ciclo creativo que marca su paso de los 30 a los 40, y que le ha servido para abordar asuntos personales a los que no hallaba la respuesta. “Tuve mi primer hijo a los 33 y me asaltaron las dudas sobre cuál y cómo era mi masculinidad, necesitaba entenderlo porque sería un espejo para ese futuro hombre, entonces hice El salto, con la que descubrí y reconocí mis micromachismos. Luego, justo antes de la pandemia tuve una depresión muy fuerte que se agravó durante el confinamiento, y de allí salió Baile de bestias. Me he dado cuenta de que mientras más interna y personal es una coreografía, más universal es su proyección”, reflexiona.
Es así como, después de la crisis de masculinidad y la caída emocional, le dio por analizar su personalidad, que ha sido el detónate de Súper viviente. “Todo esto vino de leer un artículo sobre el TID, el trastorno de identidad disociativo, que me permitió darme cuenta de que los artistas vivimos constantemente en tid, hoy somos Perico y mañana Manolito… y eso inició un proceso de investigación sobre la personalidad y la búsqueda de respuesta a la pregunta de si somos una personalidad con distintos caracteres o un carácter con diferentes personalidades”.
Estados emocionales
Tampoco hay que imaginarse que la pieza es un suplicio psicológico porque para nada lo es. “Lo que pasa es que abordo la investigación desde estos estados emocionales. En este caso, con María Cabeza de Vaca, que me hace la dirección escénica, nos reunimos con un grupo de catedráticos de la Universidad de Navarra que fue muy nutritivo”.
Pero se apresura a asegurarnos que, en este sentido, no hay nada explícito o ilustrativo como no lo había tampoco en creaciones anteriores, hechas todas desde los recursos de la danza española y su mestizaje con el contemporáneo, algo que se la da muy bien desde sus primeros intentos de coreógrafo cuando era estudiante de danza española en el Institut del Teatre barcelonés, antes de venirse a Madrid con apenas 16 años. “Súper viviente es muy loco”, confiesa, “es un viaje por toda la galaxia musical, pasando por todos los géneros de danza, algo que en lo personal ha sido una ayuda a mi seguridad, porque he vuelto a descubrir movimientos, algo que no me pasaba desde hacía mucho tiempo”.
Él, que ha sido valorado y coronado como bailarín, que se ganó el mismo año de 2022 el internacionalmente famoso Benois de la Danse y el Premio Max al Mejor Intérprete, confiesa que empezaba, no obstante, a sentirse perdido. “Estaba aburrido de mí, de ver que me estaba enquistando en algo que ya no me representaba del todo y creo que con Súper viviente he dado un pasito más hacia mi verdad, no digo que mejor o peor, ni que me haya quedado bueno o malo, solo que cuando lo bailo siento que mi cuerpo está vibrando en positivo, siento la sangre corriendo por mis venas”.
