CHRISTINE CLOUX: “LA DANZA NO TIENE EDAD”
La bailarina suiza de 58 años, que se hizo con el Max y el premio de la Comunitat Valenciana, sigue girando su solo ‘Corps seul’, que hoy se verá en Sagunt a Escena. De danza, juventud y madurez hablamos con ella…
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 07 de agosto de 2024
Aunque fueron razones diversas, una de las de mayor peso en la salida de Jiří Kylián como director artístico del prestigioso Nederlans Dans Theater (NDT), en 1999, fue que el equipo directivo del prestigioso colectivo holandés se negó a seguir apoyando al NDT III, una compañía para bailarines mayores de 40 años que él había fundado en 1992 y de la que se sentía muy orgulloso. No solo era un acto de amor y justicia hacia esos bailarines que, de jóvenes, lo habían dado todo sino también la convicción de que era mucho lo que aún tenían por ofrecer. En Francia, si bailas en el Ballet de la Ópera de París te dan un ramo de flores, dos besos y te enseñan por donde queda la salida el mismo día que cumples 42 años, así seas la étoile más arrolladora del momento. Es, por decirlo de forma políticamente correcta, una estricta norma de la casa. Ser bailarín y hacerte mayor, supone una tragedia.
No si te reinventas, claro. Si se lo preguntas a Christine Cloux, asegúrate de tener mucho tiempo disponible para escuchar la respuesta, porque es mucho lo que tiene que decirte. Pero además tiene un arma de persuasión todavía más contundente: su solo Corps seul, que vuelve esta tarde en doble función a la Casa dels Berenguer, en el marco del festival valenciano Sagunt a Escena, que lo ha programado. Aquí llega precedido de dos inusuales reconocimientos para una bailarina de 58 años: el Premio Max a Mejor Intérprete Femenina de Danza y el de Mejor Bailarina en la última edición de los Premis de les Arts Escèniques de la Generalitat Valenciana.
“Antes de firmar mis propios trabajos”, nos comenta la bailarina y creadora suiza anclada desde hace 25 años en Valencia, “había trabajado para compañías desde muy joven, con 18 años. Me formé en Cannes, en la Escuela de Rossella Hightower y como estudiante ya sentía esa presión, te decían ‘date prisa, que pronto serás mayor’ y entras así en una toma de conciencia de que hay que hacer todo corriendo y en muy poco tiempo, porque a esta carrera la dan entre 10 y 15 años de vida, cuando hay otras carreras donde te empiezan a valorar cuando has pasado los 30 años”.
En su trayecto como creadora, Christine Cloux ha tenido siempre interés por el tema de la memoria, tanto de la mente como del cuerpo. De allí que Corps seul, al menos para ella, no sea un acto reivindicativo puntual sino la continuidad de una investigación larga, en ocasiones compartida con otras creadoras como es el caso de su próximo proyecto, una pieza llamada Opus que está montando junto a Olga Álvarez, de la compañía catalana La Taimada, que indaga en “la belleza clásica a través del cuerpo maduro”, según sus propias palabras.
“¿Quién puede tener interés en la experiencia y la herencia en el arte de la danza si todo se reduce a la parte física y estética? Habría que cambiar la mirada. El cuerpo del bailarín no es solamente físico, es artístico. No hago mi trabajo como una reivindicación sino como un ejercicio de memoria, indagando en las danzas que han atravesado mi cuerpo y mi mente, exponiéndome tal y como soy hoy, sin intentar hacer lo que mi cuerpo podía hacer antes”.
En todos los cuerpos
En su discurso de aceptación del Max, dijo: “La danza se ve en cuerpos jóvenes pero está en todos los cuerpos”. Nos cuenta que quiso también no circunscribir esta problemática a su arte sino extenderlo a la vida. “Los culpables somos nosotros mismos. Y no hablo ya de la danza sino de la vida en sociedad. Somos culpables de aceptar que si no vas al gimnasio será peor, si no te operas te va ir mal, culpables de intentar mantenernos eternamente jóvenes, siempre necesitados de la mirada halagadora de los demás. Un cuerpo maduro puede dar mucho más que un cuerpo joven, dependiendo de lo que le pidas. Yo nunca he dejado de bailar. Sigo creyendo que la danza tiene un papel importante en la sociedad, creo en el cuerpo artístico y creo que el arte no tiene edad”.
Christine Cloux ostenta una nada desdeñable carrera de 40 años, en la que miles de veces ha sido bailarina para otros, pero siempre supo que no le esperaba larga vida dentro de ninguna compañía. “Empecé en Francia a trabajar para compañías. Estuve en el Ballet de Basilea y en Nancy, que hoy es el Ballet Lorraine. Bailaba repertorios clásicos y neoclásicos: de los Ballets Rusos, Jiří Kylián, Balanchine, Hans Van Manen y seguí luego carrera como bailarina freelance. Como necesitaba encontrar otra manera de bailar, hice danza moderna y contemporáneo. Cuando me vine a Valencia bailé para Cienfuegos y para el Ballet de Teatres de la Generaltitat, donde hice el Hada Blanca para La bella durmiente, de Goyo Montero, también bailé para Ramón Oller”.
Pero para el sistema rápidamente se quedó obsoleta, a pesar de las ganas que tenía de seguir. “A partir de los 35 o 40 años es muy difícil que te contraten en una compañía… entonces te queda la opción de ser coreógrafa o maestra, no mucho más, así que si quieres seguir bailando te reconviertes en artista independiente, lo que te permite no depender de una contratación”.
Y es así como, con sus 58 años, esta tarde podemos disfrutar de su experimentado cuerpo de hoy contándonos sus proezas de ayer, en Corps seul, producción que se hizo con la complicidad de la Sala Carme Teatre, de Valencia, a la que volverá los días 26 y 27 de septiembre, antes de emprender ruta el día 04 de octubre en el Teatro Rosalía de Castro, de La Coruña; el 23 de noviembre en el Teatro Arniches, de Alicante y el 27 de febrero del año próximo, en Vic.
Nada de esto, ni los premios ni las funciones, sería posible si Christine Cloux hubiese seguido “la estricta norma de la casa” que aplica la Ópera de París a sus bailarines y se hubiese conformado con acabar su carrera a los 42 años.
