UNA INVESTIGACIÓN PERIODÍSTICA DESVELA LA TIRANÍA DE ANNE TERESA DE KEERSMAEKER
El rotativo belga De Standaard deja al descubierto el ambiente tóxico y de malos tratos que impera en la compañía Rosas. Te lo contamos…
Texto_REDACCIÓN Foto_DANNY WILLEMS
Madrid, 24 de junio de 2024
Después del escándalo por malos tratos y abusos sexuales que dejó en prisión Jan Fabre, el que fuera uno de los grandes creadores e impulsores del fenómeno de la llamada nueva danza belga, parece que llega el turno ahora de otra de sus míticas estrellas: la coreógrafa Anne Teresa de Keersmaeker, directora desde hace cuarenta años de la célebre compañía Rosas.
El pasado 22 de junio, el rotativo belga De Standaard publicó los resultados demoledores de una investigación que llevó a cabo, impulsada inicialmente por la sospecha de ciertas irregularidades durante la pandemia, y que terminó desvelando un ambiente tóxico de trabajo, marcado por el estilo dictatorial y la actitud pasivo-agresiva, autoritaria e imprevisible de la directora de la compañía.
Una vez más, como ya ocurrió con el caso Fabre, se ha descubierto una política de miedo y silencio entre los agraviados, que temen las represalias de la poderosa e influyente coreógrafa. Es por ello, que 21 de los entrevistados por el periódico, entre los que hay bailarines y personal en activo o ya retirado, prefirieron mantener el anonimato.
Aunque percibe más de un millón y medio de euros anuales de dinero público, la situación financiera de Rosas después de la pandemia entró en crisis. Negacionista del coronavirus y de las vacunas, Keersmaeker fue en contra de los protocolos gubernamentales, avergonzaba y descalificaba a los que se enfermaban, y ocurrió que durante el período de máxima alerta, ocultó que uno de los bailarines se había contagiado para poder continuar con los ensayos de una pieza.
Pero la investigación fue más allá y desveló una conducta inapropiada de tiranía, vejaciones y malos tratos sostenida a lo largo de los últimos cuarenta años. “Cualquiera que intenta enderezar los comportamientos erráticos de la directora termina en la calle”, aseguraba uno de los entrevistados que destacaba el hecho de que el año pasado el equipo directivo al completo renunció, dejando sola a Keersmaker. Siete de los bailarines históricos del colectivo ya no están pero las bajas constantes son rápidamente sustituidas con alumnos de P.A.R.T.S., la escuela que ella fundó en Bruselas, por lo que la actividad de la compañía no se ve afectada por la constante deserción de bailarines.
Tensión, estrés y agotamiento son comunes en una compañía donde, según los entrevistados, no hay respeto a los límites físicos ni consideraciones con la extenuación, en un ambiente de continuada presión psicológica. "Sin darme cuenta, mi vida se había convertido en un 95% Rosas y un 5% de mí mismo. Estábamos agotados y nunca estábamos en casa", cuenta el técnico Quentin Maes, que dimitió el año pasado y es uno de los pocos que dio su nombre para el reportaje.
Coinciden casi todos en que Keersmaeker humillaba y avergonzaba a los bailarines durante los procesos. Una de las intérpretes contaba que aún le dan ataques de pánico cuando escucha la música de un solo por el que fue duramente reprendida por la coreógrafa. Y es que el estilo de liderazgo dictatorial típico de los años ochenta ya no es compatible con las nuevas generaciones de bailarines, que difícilmente creen en la máxima anticuada de Keersmaeker, que todavía hoy sigue fiel a la creencia de que para hacer danza hay que sufrir.