LA DANZA EXPLOSIVA DE STEPHANIE LAKE
‘Manifesto’, de la compañía australiana, marca la clausura este fin de semana del Festival Madrid en Danza, en Teatros del Canal. Nueve bailarines, nueve baterías y una explosión de energía. De todo ello hablamos con ella…
Texto_OMAR KHAN Fotos_ROY VAN DER VEGT
Madrid, 24 de mayo de 2024
Derrochando encanto y simpatía, nos atendió ayer en los Teatros del Canal, de Madrid, Stephanie Lake, creadora de origen canadiense al frente de su propia compañía con sede en Australia, país en el que en muy poco tiempo se ha convertido en una de las más importantes figuras de la danza, no solamente por la espectacularidad e impacto de las creaciones para su grupo sino por su exitosa presencia en los repertorios de las más importantes compañías australianas de danza, incluidas las de ballet, montando recientemente la exitosa The Universe is here para la Sydney Dance Company, que dirige por allá el catalán Rafael Bonachela.
Este encuentro en Madrid debió ocurrir hace dos años, en realidad. Expectación no faltaba por su programada obra Colossus que ponía 50 bailarines sobre el escenario. Pero la pandemia les impidió visitarnos. Así que ahora ha vuelto pero ha preferido traernos su nueva creación Manifesto, que no es menos espectacular y explosiva, colocando sobre el escenario nueve bateristas de rock que tienen sus homólogos en nueve enérgicos bailarines. La podremos ver desde hoy y hasta el domingo en la Sala Verde del Canal, en lo que supone la clausura del Festival Madrid en Danza.
¿Por qué razón ha llamado Manifesto a su nueva creación?
Quería un título que fuera capaz de englobar distintos tipos de sensaciones y que se reafirmara como una declaración de esperanza y alegría. Aunque la hicimos justo antes de la pandemia, todo se cerró y no estrenamos, por lo que llegué a pensar que nunca vería la luz, así que cuando se levantaron las restricciones, nos llenó a todos de gratitud y alegría, y queríamos transmitir esas sensaciones.
En su pieza hay nueve bailarines y a cada uno corresponde un baterista en directo…
He vivido obsesionada con la percusión. La batería se usa en muchas producciones de danza, pero vi una en particular, en la que me tocó sentarme muy próxima al baterista y me pareció tan emocionante esa vibración, toda esa energía, que quise hacer una con muchas.
El decorado, la disposición de los bateristas, la estética en general… remite a las big bands de los años 50 ¿Es intencionado?
Desde luego. Me gusta la estética de aquel Hollywood, el rock and roll de los inicios, el glamour del escenario…
Los dos grandes trabajos para su compañía son Colossus, que aunque estaba programada en este mismo teatro no pudimos verla por la pandemia, y ahora Manifesto… ¿hay conexión entre ellas?
Parecen distintas pero la hay. De hecho, junto a la próxima coreografía que tengo en mente, forman una especie de trilogía. Están relacionadas en la escala y en la búsqueda del impacto. Colossus era para 50 bailarines muy jóvenes y ahora tengo el impacto del sonido, esos impulsos conectados entre bailarín y batería. Siento que ambas piezas tienen una explosividad compartida.
¿A qué se debe su predilección por trabajar con grandes masas, muchos bailarines…?
La razón no la sé… cuando era muy joven hice mis primeros trabajos para estudiantes y generalmente eran muchos. Me fascinaba organizarlo, ver cómo se relacionaban entre ellos, cómo hacían para ocupar el espacio y es algo que se me quedó, que me sigue gustando. En Colossus tenía cincuenta pero quisiera hacer obras con muchos más.
Ha creado para la mayoría de las grandes y más importantes compañías australianas ¿Cómo percibe a los bailarines y, en general, la danza que se hace en el país?
Aunque nuestros referentes están en Europa, Asia, Estados Unidos… es verdad que somos un país aislado geográficamente y eso tiene una influencia directa en la cultura, en la estética y, por supuesto, en la danza. Tenemos mucho espacio y muy poca población, eso nos hace expansivos. Nuestros bailarines son reconocidos por eso. La mayoría de los que trabajan para compañías fuera de Australia, que son muchos, han sido seleccionados por eta razón, por tener esa percepción del espacio y trabajar el cuerpo expandido.
¿Se siente cómoda trabajando con otras compañías, con bailarines que no son los de la suya?
Es diferente pero fantástico. Últimamente trabajo más con otras agrupaciones que con la mía, incluyendo compañías de ballet. Disfruto conociendo nuevos bailarines, descubriendo sus posibilidades, localizando su creatividad. Cuando hago una pieza nueva, intento contar con la colaboración y participación de todos los bailarines.
He leído que no era usted muy buena bailando ballet…
Es verdad [risas]… es completamente cierto. Yo no empecé de niña sino de adolescente, y eso marca una diferencia. Admito que fracasé pero esa es justamente la razón de mi total admiración y completo respeto hacia la figura del bailarín. Yo estuve allí, yo sé lo que esa disciplina exige al cuerpo. Aún así, estuve bailando veinte años e incluso el año pasado hice una cosa muy chiquitita. Pero creo, además, que hay que dar paso y dejar espacio a nuevas generaciones. También es verdad que no soy de esas coreógrafas que se sientan en una silla y empiezan a dar órdenes. Yo improviso con ellos, creo desde mi cuerpo, y eso me mantiene activa y bailando.