VER A LORCA COMO NUNCA LO HABÍAS OÍDO
Carlos Marquerie, junto a Niño de Elche, Elena Córdoba y Pedro G. Romero, presentaron ayer en Matadero su aproximación a ‘Poeta en Nueva York’, protagonizado por marionetas. Te lo contamos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_VANESA RABADÉ
Madrid, 22 de mayo de 2024
No hay un Lorca poeta y uno dramaturgo. No está por un lado el hombre de escenario y por el otro, el de literatura, como tampoco hay un Lorca popular y uno vanguardista-surrealista. Federico García Lorca es solo uno, un artista que supo conjugar todas sus facetas en cada obra que creaba. Por eso, no es de extrañar que Poeta en Nueva York, su libro de poemas más célebre, sea con frecuencia escenificado, la mayoría de las veces como danza (recuérdense los montajes en las antípodas a partir del mismo libro hechos en el pasado por Blanca Li o Rafael Amargo).
No obstante, el novísimo e innovador montaje dirigido por Carlos Marquerie, que se estará representando desde este jueves 23 de mayo y hasta el 02 de junio en la Sala Fernando Arrabal, de Naves de Matadero, en Madrid, se desmarca de cualquier otro, porque no se trata, en rigor, de una escenificación del poemario. “Poeta en Nueva York es un libro vastísimo y hemos intentado no hacer una versión teatral de él, sino tratar de pasarlo a la escena sin darle un tratamiento teatral al uso”, explicaba Marquerie ayer durante la presentación del espectáculo.
“Hace un tiempo trabajé en una propuesta sobre San Juan de la Cruz, que lo que pretendía era crear un espacio que ayudara a escucharlo. Ahora con Lorca hemos hecho algo parecido, crear un paisaje que nos ayude a entenderlo. Me gusta pensar que generamos un dibujo que acompaña sus palabras, pensando en la ilustración como algo que pone el texto en un disparadero que genera otras lecturas”.
Son más de cuarenta años los que lleva el director teatral, dramaturgo e iluminador madrileño, fundador de La Tartana, visitando a Lorca, que volvía insistente a su cabeza cuando estaba montando su obra de títeres gigantes Descendimiento (2020). Le resonaba Poeta en Nueva York tan insistentemente, que fraguó esta propuesta con marionetas, para la que ha reunido un impresionante equipo de talentos, que cuenta con dramaturgia compartida con Pedro G. Romero, Niño de Elche en la interpretación y firma de la dirección musical, coreografía de Elena Córdoba con participación de los también coreógrafos, aquí ejerciendo de bailarines, Jesús Rubio Gamo, director de su propia compañía, y Clara Pmapyn, de La imperfecta, y Enrique del Castillo, que hace una aportación muy especial en música e iluminción a un tiempo, operando el umbráfono, una máquina capaz de convertir en sonidos los impulsos luminosos desde un lector óptico, lo que que promete ser toda una novedad.
Huir de la teatralización
“Cuando Carlos Marquerie me llamó, estaba en una investigación sobre Lorca y el flamenco”, rememora el conocido experto en danza española Pedro G. Romero, “y al explicarme que tenía la voluntad de actualizar Poeta en Nueva York desde las marionetas, de inmediato sentí que ya no había una mejor manera de representarlo, porque vinculaba a Lorca con su interés por la maquinaria teatral”.
Hay consenso entre todos los artistas involucrados en este ambicioso proyecto en que entendieron que había que huir de la representación teatralizada de los poemas. Es, junto a las marionetas diseñadas por el mismo Marquerie, lo que les desmarca de cualquier otra propuesta escénica de Poeta en Nueva York. “Ha sido una de las premisas fundamentales”, interviene Niño de Elche (en la foto sobre estas líneas). “Fue tomar distancia y no caer en la teatralización de los poemas, no quedar expuestos en ese ejercicio, sino trabajar un campo sonoro con distintos materiales, hacer un acompañamiento de los textos para que se puedan comprender mejor”.
En postura similar se ubica la danza, que se ha centrado en las marionetas y no en bailar Lorca, según explica la coreógrafa Elena Córdoba. “Yo me he encargado de la presencia de los cuerpos, que tienen la peculiaridad de animar estas marionetas gigantes. Nuestro primer paso fue ponernos detrás y darles vida, tienen muy pocas articulaciones pero una expresividad increíble. Nos planteamos que todo nuestro trabajo como bailarines iría en función de ellas, aún cuando no las estuviésemos moviendo. El gran títere une cuerpo, ritmo y palabra, y el planteamiento coreográfico es la creación de un espacio para re-escuchar y re-entender a Lorca”, concluye.