VALENCIA INTENSA
Día de performance ayer en el Festival Dansa Valéncia. Alberto Velasco presentó un adelanto de ‘Mover montañas’ y Patricia Caballero estrenó ‘Ágape’. Estuvimos en ambos y esto nos parecieron…
Texto_OMAR KHAN Fotos_JOSÉ JORDÁ
Valencia, 19 de abril de 2024
Intenso día ayer en los escenarios del Festival Dansa València. Dos creaciones, muy distintas entre sí, pero coincidentes en su vocación experimental, retaron a los asistentes, conformados por el público general de la ciudad y el especializado (programadores de los espacios emblemáticos de la danza en nuestro país y numerosos invitados internacionales de lujo pernoctan estos días en la ciudad). En La Nau, Alberto Velasco ofreció un adelanto de su nueva creación, el unipersonal Mover montañas (en la foto), y en el escenario del Teatre El Musical (TEM), Patricia Caballero estrenó Ágape, enigmática propuesta.
Velasco, un veterano de la escena nacional, comienza su unipersonal Mover montañas vestido de folclor y lo termina ataviado de folclórica. Entre medias, una camiseta roñosa que declara “Yo soy un manantial de grasa y fe”, contribución importante a esa cascada de imágenes que se balancea entre lo ingenioso y lo grotesco para articular un discurso muy lícito en defensa de las tradiciones y, en general, hacer reivindicación de cosas que la sociedad moderna rechaza: las tradiciones, el folclor de los pueblos, la gordura, la suciedad, el descuido…
Mezcla de folclore, performance, danza y extravagancia, Mover montañas, con mucho cariño, nos restriega por la cara lo que no queremos ver. Lo hace desde el humor, con gracia indiscutible, con algo de sorna. Sabe su autor que al ponerlo en el escenario, no desviaremos la mirada como quizá haríamos por la calle.
Mover montañas es una performance en los extremos y quizá agota su discurso bastante antes de que termine. No es de términos medios. Gusta o no. A nosotros, no demasiado, la verdad. Pero hay que reconocerle la valentía enorme de plantarse a defender lo que defiende como lo defiende. Tiene mucho mérito y merece mucho respeto.
¿Una ópera?
En otra órbita de la performace, Patricia Caballero estrenó anoche Ágape (en la foto), una propuesta difícil de clasificar pero ciertamente más musical y plástica que coreográfica. La pieza, que se mueve en las coordenadas de la experimentación, podría ser una ópera contemporánea, especialmente por el protagonismo que cobra el cantante Beñat Achiary que, en vez de batuta, lleva la piedra –importante objeto- de la representación. Rául Cantizano en la guitarra y la misma Caballero en la interpretación cierran este triángulo de devotos de la contemporaneidad, excelentes cada uno en lo que hacen.
Llama la atención la discreta participación de Guerrero, que minimiza su intervención para dejarle lugar a sus dos invitados. Un gesto de humildad que termina desplazando lo escénico a favor de lo sonoro y lo visual. De hecho, el momento más evocador de la velada es el final, con esa instalación plástica de verdadera belleza, que es lo que queda cuando los intérpretes ya se han ido…
No hay muchas pistas para el público en Ágape. Es difícil entrar a este universo, en parte porque ellos no parecen demasiado interesados en invitarnos. Asistimos así, como testigos desde lejos, a una representación críptica, enigmática y difícil, erigida desde una dramaturgia que se cuida mucho de no desvelar sus intenciones.