CIEN MUJERES ATRAPADAS
Toda una experiencia sensorial nos brindó anoche Taiat Dansa, que representó ‘Judith’ en la Basílica Sant Miquel del Reis, en una gran noche del Festival Dansa València. Allí estuvimos y así lo vivimos…
Texto_OMA KHAN Fotos_EVA MÁÑEZ
Valencia, 19 de abril de 2024
Más cien mujeres -algunas músicos, otras cantantes y en su mayoría bailarinas-, estrictamente ataviadas de negro y angustia, recibieron anoche a casi igual número de espectadores a las puertas imponentes de la imponente basílica Sant Miquel del Reis, en las afueras de Valencia (con funciones adicionales hasta el día 21 de abril).
Todas ellas eran una, la Judith que da título a esta propuesta coreográfica, y tenían un único propósito: abrir una puerta que les permitiera huir del recinto, que se suponía el castillo del repugnante Barbazul, el que mataba a sus mujeres. A diferencia de la ópera de Béla Bartok y la coreografía de Pina Bausch, aquí la enigmática puerta conduce a la libertad de Judith y no al depósito de cadáveres del maltratador. Un giro triunfal a la oscura tragedia, que se coloca a la altura y medida de los tiempos del #metoo.
Una justicia poética y profundamente feminista dictaminada por Maritxell Barberá & Inma García, directoras de Taiat Dansa, que nos regalaron anoche el momento más impactante y emotivo del Festival Dansa València, a pleno rendimiento estos días.
Gestos y crispaciones
Plagada de imágenes sugerentes, la pieza supone además un paseo por las entrañas de este espectacular monumento patrimonial, donde las acciones de las judiths se multiplican por los rincones, las escaleras y principalmente, el altar mayor, donde ocurre el grueso de esta coreografía de precisión llena de complicidades, gestos y crispaciones que se suceden siempre en cadena, sincronizadas o en canon, repartidas en solos virtuosos, tríos llamativos o pequeños grupos sincronizados, cuando no en grandes momentos corales.
El tándem Barberá/García no solamente acierta en la coreografía, resolviendo con eficacia las implicaciones de coordinar el trabajo físico y gestual de un centenar de bailarinas y comprometerlas emocionalmente con una obra sustentada en miedo, angustia e incertidumbre (también empoderamiento), sino en la compleja logística de un espectáculo complicado que mueve, perfectamente ordenado y diferenciado al público y sus intérpretes, por un espacio de proporciones épicas como Sant Miquel del Reis. Desde el inicio, ese ritual nocturno a las puertas del templo que asemeja un aquelarre de brujas, hasta el emocionado final en el que a una solitaria de las judiths se le abren las puertas del castillo, lo que le permite huir, un eficaz equipo funciona como maquinaria de relojería para permitir que todo transcurra sin incidentes.
Taiat Dansa siempre ha tenido debilidad por los espacios no convencionales (baste recordar aquel iglú en el que nos metían para su delicado homenaje al Ballet Triádico, en Tres). Se mueven bien por espacios distintos a un escenario y de estas experiencias han salido sus trabajos más interesantes. Judith, sin duda, el que más.