DETRÁS DEL MURO
La compañía italiana Spellbound dejó anoche inaugurado con ovación en el Teatro Falla, el Festival Cádiz en Danza. Por la tarde, sorprendió Jacopo Jenna. Allí estuvimos y así te lo contamos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_LOURDES DE VICENTE
Cádiz, 11 de junio de 2023
El público gaditano que abarrotó el Gran Teatro Falla ovacionó anoche El arte de la fuga, coreografía coral de gran belleza formal, con la que la compañía italiana Spellbound, bajo dirección de Mauro Astolfi, dejó oficialmente inaugurada la décimo primera edición del Festival Cádiz en Danza, que se extenderá hasta el próximo domingo 17 de junio. La creación forma parte del programa Tempi Di Danza insertado dentro del festival, que permite una aproximación a la nueva danza italiana, en una iniciativa conjunta con el Instituto Italiano de Cultura, de Madrid.
El pasado jueves, ya Spellbound había presentado otra obra, el tríptico The Real You, en el Teatro del Bosque, del municipio madrileño de Móstoles, ésta vez en el marco del Festival Madrid en Danza, que nos dio acceso a la elegancia neoclásica de Mauro Astolfi. Más austero y oscuro que El arte de la fuga, el tríptico desveló a un coreógrafo más atento a las formas y la ejecución que a los conceptos, que se mueve en los terrenos de un neoclásico muy cercano al estilo de Jiří Kylián y el NDT holandés, con un joven y eficaz equipo de ocho bailarines al que el coreógrafo, por momentos, parecía pedirles más de lo que realmente son capaces de dar. No le favorecía demasiado la iluminación de semi-penumbra, la ambientación sonora, con esa cansina voz en off, ni tampoco los trajes, especialmente los de la segunda parte, A better place, de bonito diseño pero que terminaban ensuciando y estorbando la limpieza y precisión del movimiento.
Lo de anoche en Cádiz fue otra cosa. No tanto por la ejecución, que es sello de la casa y firma estilística, sino por los mimbres con los que se ha tejido. En primer lugar la música de Bach, siempre infalible, le es favorable a ese estilo sustentado en la musicalidad de los cuerpos, en tanto que la escenografía, un muro que se desdoble en tres, no solo aporta espectacularidad sino que le permite jugar con una premisa dramatúrgica que intenta hablarnos de lo privado, de la libertad intramuros, de lo que no se ve. De hecho, lo más interesante ocurre con frecuencia detrás del muro, en la rendija que queda, detrás de la puerta, a lo lejos… Aunque desgrana la coreografía en abundantes solos, duetos y tríos, Astolfi es más eficaz en los movimientos corales de grupo, que fueron los que nos brindaron anoche los mejores momentos de la velada.
Todo lo que baila
En otra órbita de la creación coreográfica, el joven italiano Jacopo Jenna nos desveló su breve e ingeniosa propuesta Some Coreographies, vista por la tarde en la Sala Central Lechera, de Cádiz. De título ilustrativo, la coreografía es una amalgama de otras coreografías, históricas –o no-, que nos son mostradas a partir de un asombroso compendio de vídeos, editados con inteligencia e ingenio, que hace un repaso instantáneo a la historia de la danza y a todo lo que se mueve y se ha movido armónicamente en este planeta.
Al unísono, la bailarina Ramona Caia reproduce e imita en escena estos fragmentos, como si fuesen una única coreografía hecha con todas las coreografías del mundo, en lo que podría llamarse el plagio del siglo. No obstante, allí está el mensaje. Hemos avanzado tanto en las investigaciones del cuerpo y la danza que parece que hemos inventado ya todo, por lo que la buena coreografía de hoy es la que edita y selecciona con sensibilidad y buen gusto lo ya existente.
Some coreographies aparece dividida en dos bloques. El primero, delirante y fascinante, dedicado a la danza en el sentido más convencional (desde danzas aborígenes, pasando por el ballet y Sylvie Guillem, incluyendo a Cunningham o Loïe Fuller, hasta Forsythe, Pina Bausch, Rosas, Peeping Tom y La Ribot) es también el de mayor lucimiento para Caia, bailarina de bellas formas y múltiples registros, que reconduce a su cuerpo todos estos fragmentos de otras danzas y otros cuerpos, para hacerlos propios. La segunda, dedicada a ver danza en el planeta (en las nubes, las montañas o en las hormigas cargando un cadáver), tiene ingenio en el vídeo pero es evidente que aquí el coreógrafo no sabe muy bien qué hacer con su bailarina en escena, dejándola por demasiado tiempo inerte y abandonada, lo que termina resintiendo una propuesta que venía de un primer bloque francamente deslumbrante