BALLET AMERICANO
El Teatro Real trae esta semana al New York City Ballet. La ocasión es propicia para revisar la aportación de Balanchine a la configuración del estilo neoclásico norteamericano. Léelo…
Texto_ALBA ANZOLA Foto_ERIN BAIANO
Madrid, 19 de marzo de 2023
El New York City Ballet (NYCB) viene a Madrid. Sobre el escenario del Teatro Real ofrecerá, del 23 al 26 de marzo, un programa mixto que da cuenta de las dos vertientes actuales de la célebre compañía. Por un lado, The Times Are Racing, un ballet en zapatillas de calle con música electrónica creado en 2017 por Justin Peck, su coreógrafo residente y actual gran apuesta, un creador joven y desenfadado que coincide con Balanchine y Jerome Robbins, fundadores de la compañía, en que se mueve cómodo en el terreno del neoclásico abstracto pero al mismo tiempo, en los festivos territorios de Broadway. Ganó un Tony Award por el musical Carousel y montó las complejas coreografías de West Side Story para la deslumbrante película de Steven Spielberg.
En contraste, Serenade (1934), la primera coreografía que el creador ruso George Balanchine (Georgia 1904 / NY 1983) montó en Norteamérica y una de las obras más emblemáticas del que fuera fundador no solamente de la compañía neoyorquina, sino del muy trascendente estilo americano de ballet, conocido durante algún tiempo como ballet abstracto pero definitivamente popularizado como ballet neoclásico.
Se trata de un modo personal de entender y hacer el ballet, que renuncia a la narrativa para legitimar la belleza y la perfección técnica, la musicalidad y la composición como fines últimos de la danza. Sorbe de las distintas escuelas que formaron al coreógrafo. Por un lado el estricto ballet ruso de sus orígenes y por otro, las libertades que conoció creando para Los Ballets Rusos de Diaghilev.
Pero el ballet americano no surgió de manera espontánea. Fue fraguado por Lincoln Kristein, empresario y filántropo empeñado en crear un estilo de ballet netamente estadounidense, que supo que su sueño se haría realidad cuando conoció a Balanchine en París. Le ofreció llevar las riendas de una gran compañía aún inexistente en Nueva York y el creador ruso aceptó, solamente si primero le permitía fundar una escuela. Así fue y con sus alumnos de la recién creada School of American Ballet (SAB) montó su primera coreografía americana: Serenade, un prodigio de composición coreográfica, con un hilo argumental mínimo que escenifica una clase de ballet e incorpora incidentes ocurridos en los ensayos: una bailarina que llega tarde, otra que se cae. Fue un gran éxito y la piedra fundacional del nuevo estilo.
Neoclásico
La compañía se fundó, finalmente, en 1948, como el Ballet de la Ciudad de Nueva York. Balanchine invitó como maestro al también coreógrafo Jerome Robbins, con quien hizo tándem y estableció el estilo que caracterizaría al NYCB. Aunque era más festivo y cercano a Broadway, con coreografías muy lúdicas como Fancy Free, que describe la corta estancia de tres marineros en la ciudad de la manzana (obra que esta temporada será remontada por la CND española) o la muy exaltada West Side Story, Robbins desarrolló otra vertiente abstracta, influida evidentemente por su cercanía a Balanchine, quien no tardó en convertirse en el coreógrafo más influyente de América, gracias a trabajos de gran envergadura como su trilogía Jewels o Los cuatro temperamentos.
Balanchine potenció la musicalidad de los cuerpos, supeditando el movimiento a los designios de la música. Sus trabajos se interesan por destacar a la mujer, en detrimento de los varones. Estricto y obsesivo, terminó diseñando un modelo de bailarina perfecta, la llamada bailarina Balanchine, que segregaba y rechazaba a todas las que no cumplieran con un estricto e inalterable patrón, que entre otras exigencias demenciales incluía un peso exacto de 43 kilos, lo que empujaba a sus intérpretes a dejar de comer, sentando así un precedente peligroso, hoy absolutamente repudiable e inaceptable.
Aunque coqueteó con Hollywood, haciendo algunas coreografías para películas, y mucho con Broadway y sus musicales, Balanchine hasta su muerte, en 1983, estuvo al frente del NYCB. Quedó entonces Robbins en la dirección artística compartida con Peter Martins, quien fuera primer bailarín de la compañía, y el que definitivamente quedó al frente hasta 2017, cuando se tomó una excedencia previa a su retiro, después de saltar a la opinión pública acusaciones de abusos por parte de algunas bailarinas, que le hicieron salir por la puerta de atrás, aunque el juzgado que investigó el caso, finalmente le absolvió de toda culpa.
Hoy la compañía, con unos 90 bailarines, tiene a Jonathan Sttaford como director artístico, a Wendy Whelan como directora artística asociada y a Justin Peck como coreógrafo residente. De 2003 a 2018, el español Joaquín de Luz, actual director de la Compañía Nacional de Danza (CND), brilló en esa casa como bailarín principal.
La compañía se mueve con un selecto grupo de coreógrafos, invitados habituales, entre los que se encuentran Alexei Ratmansky, Christopher Wheeldon o Kyle Abraham. No obstante, durante todo el año, el peso de la programación se lo lleva la reposición constante de obras, muy o poco conocidas, de George Balanchine y Jerome Robbins, pilares de la agrupación y abanderados del neoclásico americano, hoy toda una institución en el mundo del ballet.
