PALOMAS, CABALLOS, HOMBRES...
El próximo jueves 10 la compañía Baro D’Evel dejará inaugurado en Teatros del Canal el 40º Festival de Otoño de Madrid. Reflexionamos sobre ‘Falaise’, pieza que cabalga entre la danza y el circo (con animales)
Texto_JORDI SORA I DOMENJÓ Fotos_FRANÇOIS PASSERINI
Madrid, 07 de noviembre de 2022
Blanco y negro son los colores básicos del díptico que iniciaron con la obra Là. Circo contemporáneo que la compañía Baró d’Evel, con Camille Decourtye y Blaï Mateu Trias al frente, ponen en diálogo con todos los registros posibles del teatro y las artes plásticas. Característica fundamental en Falaise, pieza que cierra la serie, si contamos que aparecen en escena intérpretes maravillosos de la danza, el teatro y el circo: Noëmie Bouissou, Claire Lamothe, Oriol Pla, Julian Sicard, Martí Soler y Guillermo Weickert; una nómina increíble. Se trata de una troupe casi fantasmagórica, con animales incluidos, un hecho que les valió algún malentendido en la representación que tuvo lugar en Figueres (Girona) el verano pasado. Una polémica estéril.
Lo cierto es que, más allá del respetuoso trato, compañía y amistad que demuestran para con pájaros y el equino, los responsables de este cuento moral no hacen otra cosa que evidenciar lo que ya sabemos, por mucho que nos empeñemos en ignorarlo reiteradamente: es más difícil la convivencia de lo que parece. Y si de lo que se trata es de destacar el punto en el que nos encontramos con respecto a la madre naturaleza, es simplemente decepcionante nuestra posición. Y ese sí que es el argumento y no si aparecen animales en escena.
En la pieza entran y salen personajes atravesando -textualmente- las paredes. En una especie de locura sideral, desordenada, en la que hemos convertido la rutina. Figura que estamos en conexión, en armonía; mediante lenguajes sincrónicos y asertividad en el gesto. Y es más bien que cada uno se expresa como puede frente a quien le escuche, y sobre lo que sea. No hay más que eso: el blanco o el negro. Tanto da a qué categoría taxonómica pertenezca tu especie. “No vamos muy bien, no vamos muy bien” van repitiendo insistentemente.
Un vacío inmenso
Vale la pena pararse en el detalle de la obra. Sus incontables gestos: extraños en apariencia, ligados a un sentido existencial que se debate entre la caída y la fuerza de voluntad. Un borracho, una novia abandonada, una banda de músicos callejeros y unos amigos de fiesta. Todos deambulan por la misma soledad, pese a la supuesta compañía.
Falaise (acantilado) es todo eso y un vacío inmenso frente a ese retrato implacable. Una tribu de personajes oscuros y ensimismados, perdidos de sí mismos; y justo por ello, un dibujo preciso de nuestro tiempo. Sin dramas, sin carencias. Con sentido del humor y libertad creativa. Y esa tímida esperanza que todo lo abriga. Lo mejor que puede pasarnos es entender que entre esos dos colores extremos se encuentra el espacio de lo posible. El de los contactos y los silencios. El abrazo y la lejanía. Las apariciones y su duelo. Laberinto sin razón de la existencia. La única posible.
Así, explicado con el gesto como principal instrumento, el cuerpo como presencia efímera; y los sonidos como antecesores del lenguaje. Como en la cueva original, la que dio origen a todo esto. Entre ella y el mundo actual ya solo queda un océano de conexiones más o menos audibles.
Falaise, de Baro D’Evel dejará inaugurado el 40º Festival de Otoño, de Madrid, el próximo jueves 10 de noviembre, con funciones hasta el día 12 en la Sala Roja de Teatros del Canal.