ANTONIO GADES, EN SU ELEMENTO
Una exhaustiva exposición retrospectiva sobre el bailaor y creador, organizada desde La Fábrica, ocupa hasta el 29 de mayo los espacios del Fernán Gómez, en Madrid. Te lo contamos…
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 18 de abril de 2022
Antonio Gades (Elda, Alicante, 1936 – Madrid, 2004) extrajo de la tierra su inspiración. La tierra, levantada desde el zapateado de sus botas, fue pueblo, identidad, tradición y orígenes. En el mar descubrió la interconexión y puente que llevaba a esas otras tierras, esas otras danzas y maneras, que le sirvieron para armar y edificar la suya propia. En su vida, dos mares fueron tremendamente importantes: el del Altea y el del malecón de La Habana. Y fuego era lo que llevaba dentro todo lo que hacía. De fuego fue su pasión flamenca y Fuego, justa y no gratuitamente, bautizó a una de sus obras emblemáticas, El amor brujo, la de los fuegos fatuos.
Tierra, Mar y Fuego se llama, en consecuencia, la reveladora exposición retrospectiva sobre el bailaor y coreógrafo Antonio Gades que hasta el próximo 29 de mayo se podrá visitar (de martes a domingo, con entrada gratuita) en el Centro Fernán Gómez, de Madrid. Son 400 piezas que reconstruyen una vida dedicada a la danza y dan cuenta de las aportaciones del artista pero también muchas luces sobre el hombre.
Unas 150 fotografías, más vestuarios, vídeos, carteles, testimonios, prensa, documentos y objetos fueron seleccionados a seis manos por Eugenia Eiriz, viuda del artista y directora general de la Fundación Gades, María Esteve, hija del creador, y Ana Berruguete, directora de exposiciones de La Fábrica, institución responsable de la muestra del Fernán Gómez, que se ha hecho en alianza con el Centro de Documentación de las Artes Escénicas y de la Música (CDAEM), que atesora su legado.
La exposición sigue un recorrido cronológico que permite constatar la evolución de Gades como artista y se detiene de manera especial en su obra, ese puñado pequeño pero significativo de obras, que incluyen ballets importantes de su carrera y fundamentales de la danza nacional. La trilogía Bodas de sangre, Carmen y Fuego, por supuesto con gran despliegue, pero también Suite Flamenca, obra testimonial que recoge los orígenes y muestra la diversidad flamenca, y Fuenteovejuna, coreografía gigante y tardía, de gran espectacularidad, que habla de la fortaleza del pueblo unido, un concepto muy apreciado por el Gades hombre, que aquí con gran habilidad despliega a lo grande ramificaciones de la danza española: el flamenco, la danza estilizada y el folclor. También hay rarezas como Rango, coreografía de Rafael Aguilar, en la que Gades interpretó, con valentía para aquella época, a la severa Bernarda Alba, de Lorca, que inspiró la coreografía.
Con verdadero interés se sigue en la exposición la peripecia gráfica del chico que entró a la danza por necesidad guiado por Pilar López, su maestra. Llegó a su compañía a los 16 años y con ella permaneció otros nueve -intensos, importantes y determinantes-, los del paso de chaval a hombre, y los de la transformación de aspirante en artista. También destaca al bailaor castellano Vicente Escudero, de quien aprendió la teoría, las ideas y filosofía que esconde un zapateado, esas que siempre le movieron como creador. Así, a finales de los sesenta ya Gades era referente y principal portavoz del flamenco español en el mundo. Su triunfo en el Pabellón Español de la Expo Mundial de Nueva York fue un importante impulso.
Hombre de convicciones
No ignora la exposición la faceta humana de Antonio Gades, y esta es aportación significativa de la muestra, que recoge muy nítidamente sus roces con las Españas. Primero con la franquista, de la que fue declarado enemigo, la que le censuró en La Zarzuela su Don Juan, ballet apenas representado y hoy perdido. Hombre de convicciones firmes, no calló y en ocasiones vio la puerta de su casa salpicada de pintadas franquistas. Este desapego lo llevó a dejar la danza, se instaló en Altea y a curarse se fue a La Habana, donde Alicia Alonso, amiga, fue el medicamento que le insufló ánimo, llegando incluso a girar con el Ballet Nacional de Cuba, bailando el Hilarión de su Giselle.
La España de la democracia lo reclamó entonces para que fundara el que es hoy el Ballet Nacional de España, y en su gestión recuperó la memoria dispersa de la danza nacional. Pero su abrupta destitución en 1980 fue, una vez más, asunto de polémica. La exposición recoge en una vitrina muy completa todo lo ocurrido, a través de la prensa y con abundante documentación del momento.
Tampoco olvida la exhibición que Gades fue un importante hombre de cine. Va desde esas fotos con su amiga Gina Lollobrigida que son puro glamur hasta los carteles testimoniales de sus películas como actor, que incluyen Los tarantos, de Rovira-Beleta, junto a Carmen Amaya; Los días del pasado, protagonizada con Marisol o Con el viento solano, de Mario Camus, junto a Vicente Escudero e Imperio Argentina. Y desde luego, su trilogía como autor, firmando Bodas de sangre, Carmen y El amor brujo junto a Carlos Saura, figura clave del cine nacional (al que La Fábrica el año pasado dedicó una retrospectiva, hermana de esta, en el mismo Centro Fernán Gómez).
Antonio Gades, por derecho, abarca un capítulo entero de la danza en España, como corrobora la exposición Tierra, Mar y Fuego. Inmensas han sido sus aportaciones y cualquier espectáculo de danza española, aún los del Nuevo Flamenco más radical, alguna deuda tienen con este creador e innovador excepcional, cuyos restos se fueron a Cuba, donde ha permanecido radicado después de la vida.
