EL RINOCERONTE Y LAS SUPLICANTES
El ciclo MoverMadrid de la Sala Cuarta Pared trae de Barcelona a Gastón Core que presenta mañana y pasado su solo The Very Last Northern White Rhino. Hablamos con él…
Texto_OMAR KHAN Fotos_ALICE BRAZZIT
Madrid, 02 de febrero de 2022
Aunque en apariencia ubicadas en las antípodas las dos nuevas coreografías de Gastón Core (Buenos Aires, 1979), el solo The Very Last Northern White Rhino, bailado por Oulouy (foto superior), un breaker de Costa de Marfil, y la pieza coral Chorus, bailada por doce bailarinas kathak, de La India, que viven en Barcelona, conforman un díptico. No es que se parezcan pero responden ambas a una inquietud que ha movido al que fuera director de la hoy desparecida Sala Hiroshima, de Barcelona, quien por ahora, se ha volcado en la creación.
“Es un díptico”, confirma, “porque hay una intención de aproximación metodológica y un interés por trabajar tanto desde las danzas urbanas como del kathak la idea de modificar las dinámicas de las formas reconocibles de estas danzas para ir en busca de su presencia expresiva con una estética particular y personal”.
Bailarín, actor y gestor cultural licenciado en dirección escénica y dramaturgia por el Institut del Teatre, de Barcelona, Core admite y reconoce que ni el hip hop ni el kathak figuran entre sus aprendizajes pero ese hecho, justamente, es el que ha motivado su nuevo díptico. Ha encontrado fascinación en la intrusión, en imponer cambios en las reglas del juego de esos bailes ajenos, lo que ha generado nuevas e inesperadas formas. El solo hecho de sacar a Oulouy de la calle y a las chicas de su entorno cotidiano para plantarlos en la caja negra de un escenario, siendo observados atentamente por gente diversa sentada silenciosa en las butacas, supone una brutal alteración de las rutinas habituales de él y ellas.
“Siempre me he interesado por otras culturas, en general. En realidad me cuesta trabajar con similares a mí, tengo curiosidad y admiro a gente que hace algo diferente a lo que yo conozco porque creo que sus mundos me pueden aportar mucho. Me he acercado a eso incluso desde la programación de la Sala Hiroshima, me resulta fascinante esta gente con la que me puedo quedar hablando y aprendiendo muchas otras maneras de hacer”.
El solo ha sido coproducido por el Festival Grec, donde se estrenó en verano pasado, fue la pieza con la que la Hiroshima bajó el telón definitivamente en noviembre, y reaparece ahora insertada en el ciclo MoverMadrid, de la Sala Cuarta Pared, de la capital con funciones programadas desde mañana hasta el día 05 de febrero. Chorus (foto inferior), a su vez, tuvo un work in progress público pero espera su estreno oficial el próximo 12 de marzo en el marco del Festival Dansa Metropolitana, de la ciudad condal.
El último rinoceronte
Advierte que ninguna de la dos son obras narrativas en el sentido convencional, pero ambas han tenido puntos de partida muy concretos. Un podcast del rotativo The New York Times fue el detonante que puso en marcha The Very Last Northern White Rhino. El periodista Sam Anderson narraba su peripecia en Kenia, adonde voló después de conocer la muerte del último macho de rinoceronte blanco, que dejaba a dos hembras sin posibilidad alguna de hacer subsistir su especie. Relataba el alivio que le produjo ver a los dos animales tranquilos, sin angustia alguna, ignorantes de su tragedia. La extinción entonces se convirtió en el eje del solo de Core. La idea de bailar hasta morir porque ya no nos queda otra cosa, que también es por cierto la motivación de La Elegida en el clásico La consagración de la primavera, fue así el motor de arranque de The Very Last…
En cambio, una reflexión sobre un aspecto poco difundido de la tragedia griega Las suplicantes, de Esquilo, se cuenta como el origen de Chorus. Se trata de la primera pieza de teatro en la que aparece la figura del refugiado, cincuenta mujeres que huyen de Egipto y se presentan en Argos a pedir asilo y refugio. El Rey, temeroso de las represalias, decide entonces que sea su pueblo el que decida. “Tiene un rasgo arcaico, en el que el coro es el protagonista de la historia, por tanto el trabajo coreográfico ha sido sobre las dinámicas que mueven a un grupo humano que se enfrenta a otro, que en este caso no es el pueblo sino el público”.
Gastón Core se confiesa inquieto. Volcarse en la creación, ahora que ya no existe la gestión de la que fue su sala, parece mantenerlo en pie. “Hiroshima supuso un crecimiento exponencial a nivel profesional. Lo que hizo frágil a Hiroshima fue esa singularidad, esa libertad de creación y trabajo. Aunque conté con ayudas de las administraciones, el covid precipitó su cierre, pero la experiencia me ha abierto mucho la cabeza en cuanto a lo que significa la gestión, me ha ayudado a entender cómo se tira hacia adelante con un proyecto”.
Claro que siempre le queda la opción de volver a los escenarios como intérprete. “La gente no me conoce en esa faceta… nadie me va a llamar para eso, pero la verdad es que no lo descarto. Ahora mismo tendría que volver a entrenar, estoy oxidado… la gestión es absorbente y te coloca en otro lugar, otro espacio-tiempo, pero ahora me entran ganas de volver al escenario, a ver si alguien me echa el ojo… hay un amigo por allí que siempre me tontea con la idea”, concluye entre risas.
