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BREAKERS 

Arranca hoy el ciclo Canal Street que llenará de hip hop Teatros del Canal. Quisimos saber qué pasa hoy con este movimiento escénico y le preguntamos a Mourad Merzouki, Blanca Li y Dani Pannullo. Todos esto es lo que nos han contado…

 

Texo_OMAR KHAN Foto_JULIEN CHAUVET

Se les definió como niñatos en chándal que bailan tirados por el suelo sobre cartones. En la mente de muchos, también vagos en el umbral de la delincuencia. Los bboys durante años no han tenido buena prensa. Pero la trayectoria y perseverancia del break dance ha sido constante y siempre ascendente. De las calles menos turísticas de Brooklyn y el Bronx en los tardíos setenta ha pasado a debutar ahora como deporte olímpico en París 2024. Y entre medias, ocurrió en Europa otro fenómeno no menos relevante, el de la irrupción del hip hop en los teatros y festivales más importantes y reputados de la danza contemporánea, donde ha sido incorporado como parte del mainstream europeo de la danza escénica. Francia, a la cabeza. España, más bien hacia el final de la cola, aunque esa posición ha ido cambiando.

“Desde hace décadas he trabajado con bailarines de hip hop en Francia. Empecé en un momento en que la danza urbana pasó de la calle a ser una danza institucional, una que ahora se estudia en las escuelas, que tiene centros coreográficos y está regularmente presente en todos los teatros”, rememora la corógrafa Blanca Li, directora de los madrileños Teatros del Canal, que ha ideado Canal Street, un ciclo que esta semana convertirá al recinto de la calle Cea Bermúdez en el foco de la más innovadora danza urbana del momento, una battle total que enfrentará a compañías históricas francesas con las más sólidas formaciones españolas de la actualidad. “Me parecía importante abrir en Madrid una puerta a las danzas urbanas para darles el espacio que merecen en las instituciones públicas”, asegura la ideóloga de este ciclo que aspira llevar a primer plano el hip hop escénico en Madrid durante una semana que pretende ser intensa.

 

De Francia nos visitarán las dos compañías históricas más relevantes y las únicas que ostentan categoría de Centro Coreográfico Nacional (CCN) en el país de al lado: Käfig, que dirige Mourad Merzouki, con su muy tecnológica Pixel (12 de mayo), y Accrorap, de Kader Attou, estrenando la muy acrobática The Roots (15 y 16, en la foto que abre este reporteje). Además, la misma Blanca Li traerá a su agrupación con sede en París, para estrenar en Madrid su creación Elektric (14 y 15). La contrapartida nacional está integrada por cuatro de las compañías más sólidas de nuestro país: Dani Pannullo Dance Theatre Co. (Madrid), con la reposición de su éxito Avalanche (11); Iron Skulls (Barcelona) presentando No sin mis huesos (15), una de sus creaciones más difundidas, Brodas Bros (también de Cataluña) con su nuevo espectáculo Around the World (12) y los zaragozanos de Circle of Trust acompañados por el campeón Bboy Grazy, estrenando Street (13). El cierre del evento será, cómo no, una batalla en la Sala Verde (16). “Esta battle nos permitirá ver a grandes bailarines en competición, para que el hip hop no solo tenga presencia como espectáculo sino reivindicarlo también como el deporte olímpico que desde ahora es”, reflexiona.

 

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Macadam, Macadam

Y es que la granadina Blanca Li es una creadora insoslayable a la hora de aproximarse al fenómeno de la formación de un hip hop escénico en Francia. A finales de los ochenta se fue a Nueva York para formarse en la escuela de Martha Graham y vivió en Harlem, donde fue testigo del naciente movimiento de la escena urbana, que la dejó fascinada. Volvió a España brevemente y entonces fue cuando se marchó a París. Allí la danza urbana hacía eclosión y curiosa como es, Blanca Li no tardó en contactar con estos bailarines, con los que decidió montar Macadam, Macadam (1998), obra fundacional de su compañía que se estrenó en el festival de Suresnes Cite Danse y se convirtió en una creación emblemática del trasvase al escenario del hip hop de la calle. La danza contemporánea empezaba a abrirle un sendero al hip hop, contando con el interés de muchos otros creadores como el tándem Montalvo-Hervieu, que fascinó a las audiencias con creaciones de hip hop con música barroca en puestas visualmente deslumbrantes, y también artistas eclécticos como el creador belga marroquí Sidi Larbi Chekaoui, que indistintamente mezclaba breakers con sus bailarines de contemporáneo en su compañía Eastman.

 

Macadam, Macadam se hizo como parte de un proyecto de integración de chicos de los barrios difíciles de París. Hubiese sido imposible montarlo con breakers españoles entonces. En aquel momento el hip hop de aquí era muy débil pero eso ha cambiado y años más tarde la montamos para el Festival Grec con un elenco propio de breakers de Cataluña”.

Blanca Li ha cultivado una danza contemporánea ecléctica desplegada en propuestas de gran diversidad estilística y temática pero ha mantenido y desarrollado siempre esta vertiente interesada específicamente por la danza urbana, que incluye su también emblemática película Le Defi (2002), que reunió a más de 150 bboys y bgirls parisinos.

De hecho, Elektric (en la foto de LAURENT PHILIPPE sobre estas líneas), la pieza que traerá al ciclo Canal Street es el cierre de una trilogía iniciada con Elektro Kif (2009) y continuada con la película Elektro Mathématrix (2015), que ha sido dedicada por completo al electro, una innovadora forma de danza urbana surgida en París. “El electro es más lírico y más gimnástico que el hip hop tradicional. Es un movimiento que empezó en 2006 en Pont Orly, una discoteca cerca del aeropuerto”, relata. “Son muy sensibles al sonido, a la música y especialmente, al volumen. La velocidad se valora. Es muy rápido todo y muy preciso, muy exigente, hay que echarle muchas horas. Son pura energía y eso es lo que me gusta, lo que me seduce. Creo que velocidad, estilo y precisión son los tres elementos que les definen”.

La ascensión del hip hop francés a los escenarios no ha estado exenta de polémica, especialmente cuando fueron otorgados dos de los CCN a las compañías de Merzouki y Attou. Käfig se hizo así con el codiciado centro de Créteil et du Val-de-Marne (originalmente en codirección con Blanca Li), en 2009, y Accrorap con el de La Rochelle un año antes. No sentó bien a muchos de los coreógrafos de danza contemporánea que aspiraban (y aún) hacerse con un CCN y vieron la llegada de los breakers como intrusismo. “Si son de la calle, que bailen en la calle”, se llegó a escuchar. El discurso de gobierno y políticos fue también cuestionado por populismo pues defendían la decisión como “el rescate de los chicos de la calle” y el apoyo a una nueva danza, más que artística, de carácter intrínsecamente popular.

 

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Entretanto, en España…

“Blanca Li se fue de España porque la única oportunidad que le daban aquí era bailar en el metro y nadie alcanzaba a ver su verdadero talento, que terminó desarrollándose en Francia”, opina Dani Pannullo que, con inquietudes similares, decidió quedarse a trabajar y desarrollarse en Madrid, convirtiéndose en el precursor de España que subió la danza urbana al escenario. “La diferencia con España es que Francia protege a las artes. El movimiento francés es muy anterior al español y quienes lo pusieron en marcha fueron moros y argelinos. La inmigración árabe fue la que movió todo. Käfig, la agrupación más importante, fue una inspiración para mi propia compañía”, admite.

No lo imaginó entonces, pero hoy la Dani Pannullo Dance Theatre Co. se integra en el ciclo Canal Street a la misma altura que Käfig. Pero por aquí el camino no ha sido tan sencillo para el movimiento del hip hop escénico, un término que, por cierto, Pannullo detesta. “A mi es que hip hop escénico me suena como una disculpa, yo creo en una cultura de la danza urbana contemporánea. Más que un baile es un sentir, un pensamiento que te hace ser parte de un grupo social”. Y lo dice él, que no es breaker.

Pannullo, creador escénico de origen argentino, arrancó en Madrid su compañía en 1999, y desde entonces se ha distinguido por crear espectáculos que sorben de muchas fuentes pero muy especialmente de las danzas urbanas, procurando siempre estar atento a la vanguardia de las muchas tendencias y corrientes que se van sucediendo. Su propuesta Avalanche (en la foto de BSLG sobre estas líneas), que volverá a Canal dentro del ciclo, es buen ejemplo: una amalgama de estilos que abrazan el football free-style, el b-boying tradicional, parkour, traceurs o beat-boxers.

Se anda con cautela porque aquí en España no todo el mundo dentro del universo de la cultura urbana entiende bien el papel de un director escénico. “Muchos de los bboys que han trabajado conmigo han triunfado en el mundo de la danza pero es porque estuvieron allí, trabajaron duro y aprendieron de la profesión. Los bboys más jóvenes, las nuevas generaciones, se han saltado el compromiso y se han quedado en el look, básicamente la ropa”, se queja. “Aquí la figura del coreógrafo se traduce en hacer que todos se muevan como tú. Y yo creo que mi trabajo como director consiste en ordenar la matemática de esos cuerpos y cabezas. En realidad, la figura del coreógrafo es algo muy difuso y yo, por si acaso, nunca me he definido como tal”.

 

 

 

Aunque desde fuera parece todo uniforme, el mundo de la danza urbana es muy complejo y diversificado, y cada lugar tiene sus peculiaridades. En España, donde llegó tarde, ciertamente ha ido creciendo pero hay un alto porcentaje de breakers de la calle que ni siquiera se enteran de que existe y se consolida un movimiento escénico. “La comunidad bboy se ha organizado y son los que vienen al teatro, están pendientes y entienden, pero los que bailan en la calle no. No vienen a vernos. Miran mucho fuera, lo que ocurre en el extranjero pero no lo de dentro. La escena es ahora más grande pero la preocupación es más por la imagen, por conseguir popularidad desde el engaño comercial, y eso es algo que ha contaminado bastante”, opina Alexander Peacock, bboy que baila para Pannullo y llegó a Madrid de la muy diferente escena londinense hace año y medio.

En cualquier caso, en los noventa, cuando Pannullo empezó era una isla que no terminaba de encajar en el tejido de la danza escénica nacional pero hoy ya existe un movimiento sólido con nombres propios, en el que figuran justamente las otras compañías nacionales convocadas por Blanca Li para el ciclo Canal Street. La escena catalana siempre apuntó maneras y de su propia experiencia han surgido colectivos muy originales como Iron Skulls, que abordan desde el break temas trascendentes como la muerte o impensables como el universo de Cervantes y el contexto socio-político del Siglo de Oro español, justamente en No sin mis huesos, producción de 2016 que siguen girando con éxito y es ya emblemática de su modo escénico.

Por su parte el colectivo Brodas Bros estrenará en Canal Around the world, una de sus producciones más ambiciosas, en la que recogen las experiencias de sus giras internacionales, que incluyen las de los tres meses que pasaron bailando por China. Mapping, proyección interactiva, láser, danza aérea o luces leds son componentes de su techno-robótica y futurista nueva producción. Y de la muy efervescente escena de danza urbana de Zaragoza, surgió Circle of Trust, que en ocasión de su visita a Canal hace alianza con el campeón Bboy Grazy, en su nueva creación Street.

 

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Subir a un escenario

Salvo Pannullo, estas agrupaciones locales tienen en común que tanto sus creadores como integrantes vienen todos de la danza urbana de la calle. Es la otra vertiente del hip hop escénico. No se trata de coreógrafos de la danza contemporánea que integran a su lenguaje y propuesta los estilos urbanos sino breakers de la calle que deciden organizarse y apostar por lo escénico, respetando postulados de la dramaturgia o la puesta en escena. Francia, otra vez, ha sido precursora en este sentido y sus dos compañías más importantes serán las grandes estrellas internacionales de Canal Street: Käfig que, siempre bajo la dirección de Mourad Merzouki, recala en Teatros del Canal con Pixel (en la foto de PATRICK BERGER sobre estas líneas), un verdadero delirio que explota las posibilidades infinitas del video mapping y los acrobáticos de Accrorap, el histórico colectivo de Kader Attou, que estrenará en España The Roots.

“Antes en Francia, del hip hop solo se decía que era una danza estupenda porque canalizaba la energía de jóvenes en dificultad. Al principio había un programa de televisión y con el tiempo apareció un encuentro oficial que se llamaba Danse Ville Danse, que allí fue donde empecé a presentar mi trabajo”, rememora Mourad Merzouki, que antes de fundar Käfig, bailaba para Kader Attou en Accrorap, con quien ahora coincidirá en Madrid.

Diestro en danzas urbanas tuvo también inquietudes por el circo, una arista peculiar de su trabajo que no pasó inadvertida por verdaderas instituciones de la danza contemporánea francesa como las muy influyentes La Maison de la Danse, la Bienal de la Danza de Lyon (el que fuera su director, Guy Darmet, le dio un verdadero impulso al hip hop escénico) o el Festival Montpellier Danse, que le ofrecieron recursos e infraestructura mucho antes de que fuera nombrado director del CCN Cretéil.

“Yo empecé en el 1989 con mi compañía en Lyon. Durante mis inicios en el teatro sentía que traicionaba a la cultura del hip hop, pero con cada trabajo me he dado cuenta de que es posible y necesario un hip hop escénico. Es diferente al urbano, porque le das mucha importancia a lo que bailas, a cómo y, sobre todo, a por qué te mueves. Al armar una propuesta, subirla a un escenario y convocar a un público que paga para verte, lo haces más importante, haces que se coloque el foco en el hip hop, que se le preste atención. Esta danza ha sabido arriesgarse dejando la calle y ha roto bastantes prejuicios. Pero creo también que ha de seguir en la calle porque es su naturaleza. Ambas cosas son posibles.”.

Un elemento clave del éxito del hip hop escénico reside en la contaminación con otros lenguajes de danza y otras formas del espectáculo. Es lo que ha hecho que no sean coreografías de bboys para bboys. Merzouki lo ha sabido desde el principio y sus creaciones siempre vienen contaminadas: la tecnología en Pixel, el barroco en Folia y la danza aérea vertical, en su novedosa y espectacular propuesta Vertikal, con la que acaba de visitar el Teatro Campoamor, de Oviedo, como la apuesta internacional más relevante del Festival de Danza de la ciudad.

“Hasta hace bien poco nadie hubiese imaginado que pudiéramos estar tan bien representados en las instituciones o en los teatros importantes del mundo, al mismo nivel que la danza contemporánea. Es un verdadero reconocimiento”, concluye este creador francés de origen argelino, que empezó su andadura en las calles de Lyon y ha terminado siendo uno de los coreógrafos emblemáticos de la danza francesa del momento, con miles de seguidores y adeptos en todo el mundo.

Canal Street supone impulso y visibilidad en nuestro país para el hip hop escénico, que parece haber llegado para quedarse. Es mucho lo que ha avanzado desde sus orígenes en las calles neoyorquinas, consolidándose ahora con su participación como deporte oficial en los Juegos Olímpicos de París 2024. Y más allá de los espectáculos, hoy ya cuenta con una metodología de enseñanza, factor fundamental para su permanencia, pero le quedan aún asuntos por resolver. El de la poca visibilidad y oportunidades de las bgirls, uno de ellos. Pero el tema, amplio y espinoso, sería motivo de otro reportaje.

 

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