EL SISMÒGRAF, NATURALMENTE...
Coinciden en el festival de danza de Olot, que arranca el 8 de abril, artistas que revisan la relación que hemos tenido con la naturaleza. Los puntos de vista son variados. Léelos…
Texto_ALBA ANZOLA Foto_TRISTÁN PÉREZ-MARTÍN
Madrid, 6 de abril de 2021
La relación del ballet clásico con la naturaleza no ha pasado más allá del decorado verde con bosques mágicos o bonitos lagos sin agua donde poner cisnes encantados. La danza contemporánea, en cambio, siempre en sintonía con ciertas demandas sociales, ha ido intentando (cada vez más) hacerse eco y ser traductora de lo que la tierra (y a veces, el cosmos) probablemente quieren decirnos. No se trata solamente de creaciones de denuncia ecológica, que también, sino de hacernos escuchar a través de la danza la generosidad y sabiduría de la naturaleza, más allá, claro, de sus gritos y demandas ante los desmanes del hombre.
Que el tema es una preocupación persistente en la mente de muchos creadores del momento quedará demostrado del 8 al 30 de abril, en Sismògraf, el festival danza de Olot dirigido por Tena Busquets, que este año más que nunca parece rendir homenaje a su telúrico titulo. El magma hirviente bajo la tierra, el influjo de la Luna o el efecto de los cataclismos son algunos de los temas que abordan compañías invitadas a la pequeña ciudad catalana que, en tiempos de sofisticadas tecnologías digitales, parece querer recordarnos que hace milenios, cuando aún no habíamos inventado internet, estábamos nosotros, la naturaleza y nada más.
Al interior de la tierra mira el Colectivo Lamajara en su nueva creación Ígnea (10 de abril, en la foto), donde todo, incluidos sus cinco bailarines, orbitan alrededor de ese cráter que parece entrar en erupción desde el centro del escenario. Como atendiendo a invencibles fuerzas de la naturaleza los cinco giran incesantes, en una obra cíclica de aires rituales y referencias chamánicas que habla también del tipo de relación que hemos establecido con la Madre Tierra, cuyo magma parece a veces la manifestación de su ira.
En otra órbita, nunca mejor dicho, pero en igual sintonía, Julià Roberts y Rudi Colle, de Humanhood, miran arriba, se detienen en la enigmática luna y caen rendidos a su influjo, en el díptico Orbis (10) y Sphera (24), dos sugerentes creaciones de calle que en Sismògraf se presentarán cada noche atendiendo al ciclo lunar del momento. El dueto revisa, en elegante tono ritual, la relación, a veces mística y siempre curiosa, que los humanos hemos tenido con nuestro satélite y los significados y atribuciones que le hemos dado desde tiempos inmemoriales.
Democracia ecológica
Predestinada desde su apellido, Ester Roca Vila, que se hace llamar Ívida Cynara, es artista singular que no hace distinciones entre arte, naturaleza y sociedad, alentando la idea de una nueva democracia ecológica que queda manifiesta en creaciones suyas como Kumiko (24), con la que se presenta en el festival de Olot, y con la que apuesta por la biodiversidad y una intervención amistosa de la naturaleza.
Pero habrá que admitir que no siempre la naturaleza se nos muestra idílica y dócil. Cuando se enoja, cosa cada vez más frecuente, demuestra poderío, nos hace saber que no somos nada frente a su fuerza, nos recuerda quien manda. Tsunamis, terremotos, huracanes, tormentas y volcanes son la clara inspiración de la muy original Fenomen (9 y 10), que supone la primera colaboración entre Quim Girón y Moon Ribas, quienes han decidido acercarse de manera ingeniosa pero sobre todo poética, a los elementos y su manera de permear de sólido a líquido y de allí a gaseoso. Hielo de nevera, gas de extintor, fuego provocado… así, desde lo cotidiano, representan ambos creadores los cataclismos y pataletas de nuestro azul planeta.
Desde siempre, el hombre ha sentido una conexión mística con el cosmos y la naturaleza, existe una creencia de que hay un vínculo, todavía no muy bien definido, entre nosotros y la tierra que pisamos, como una corriente eléctrica, como un influjo… y lo hemos cargado de simbología. Hemos querido encontrar significados emocionales y espirituales en esa conexión. De ello parecen querer hablarnos otras dos propuestas de danza del Sismògraf.
Por un lado, y en clave de metáfora, Antes Collado, prometedor artista de Valencia, en su conmovedora performance Crisálida (9 y 10, en la foto de DANIEL BIELEL sobre estas líneas), que lo mantiene encerrado en una especie de acuario, tumbado sobre unos restos de tierra árida, mientras cumple un ciclo vital similar al de una mariposa. Adicionalmente, se podrá ver dentro del mismo reducido y claustrofóbico espacio una instalación viva (8 al 10), que también insiste en la idea cíclica que se repite en la naturaleza.
Y por el otro, Adama (11), un trío de Mario Bermúdez para su compañía Marcat Dance. Adama, que significa tierra en hebreo, habla de eso, justamente, de la tierra y la vinculación telúrica que tenemos con el lugar donde crecimos. En este caso, la obra es un recorrido emocional que parte de la tierra roja de Vilches, en Jaén, donde nació y se crió este bailarín y coreógrafo andaluz que desarrolló su trabajo con Batsheva Dance Company, de Tel Aviv y ahora, ya de vuelta a casa, ha sentido necesidad de exaltar las muchas connotaciones que tiene esta tierra para él y sus habitantes, los de ahora y los de antes, que vienen a ser sus propios antepasados.
