I CAN’T GET NO SATISFACTION
Iker Karrera ha presentado ayer con éxito su delirante creación No Pleasure en el marco de dFeria, en San Sebastián. Allí estuvimos y así lo vimos…
Texto_OMAR KHAN
San Sebastián, 18 de marzo de 2021
El coreógrafo de Hondarribia Iker Karrera, director de la escuela Danza 180º de Madrid y de su propia compañía, hizo un paréntesis para irse a la televisión como coreógrafo del programa Fama ¡a bailar! Tras esta experiencia larga e intensa, ha retomado las riendas de su agrupación y ayer ha estrenado en el marco de dFeria, que se celebra estos días en Donostia, No Pleasure, obra ruidosa y visualmente sugerente que, bañada por una luz azul de ocio y nocturnidad, mueve enérgicamente y casi hasta la extenuación a sus seis bailarines.
En algún sentido No Pleasure es una obra sobre la trascendencia que otorgamos a la intrascendencia, sobre la frivolidad y la banalidad… más que de los límites del placer parece hablar de sus limitaciones, de la imposibilidad de encontrar verdadera satisfacción en lo que socialmente ha sido declarado divertido.
Juega, muy intencionadamente, a la ambigüedad, y a veces parece difícil distinguir si la propuesta es homenaje y exaltación a toda esta frivolidad que hemos normalizado y vivimos de manera cotidiana o si en realidad es una crítica feroz. Pero uno de sus principales méritos es que sabe como dejar la pelota en el tejado del espectador, que es quien ha de resolverlo y tomar una decisión que tendrá que ver necesariamente con su propia postura en la vida. Es inevitable no preguntarse si esta creación ha surgido como resultado de la experiencia de Karrera en televisión, que es el ámbito supremo de postureos, famoseos y frivolidades.
El coreógrafo crea para sus bailarines un lenguaje específico al borde del ridículo. Los exhibe, los pasea a la manera de modelos en pasarela como si fueran las misses de un improbable concurso de belleza. Casi nunca abandona el gesto clubbing, todo bajo una música marcadamente estridente. Los intérpretes responden acertadamente a las exigencias e inclemencias de una coreografía sustentada en sincronizaciones y movimientos en canon, manteniendo siempre la impuesta actitud de somos guay y nos comemos el mundo.
De factura formal impecable, la obra crece en alianza a la cuidada iluminación de Alberto D. Centeno, que se encarga de esa atmósfera de perenne de ocio nocturno y excesos en la que los bailarines padecen su diversión impuesta y como dice les dice en un momento Mick Jagger de los Rolling Stones: (I Can’t Get No) satisfaction.
No obstante, el discurso se le agota antes de que termine la coreografía, que abusa del blackout y muestra cierto titubeo que, en más de una ocasión, anuncia el final pero insiste en alargarse tal vez de manera innecesaria.