LA (ENORME) SENSIBILIDAD DE LUCÍA LACARRA
La bailarina vasca ha estrenado en Teatros del Canal Fordlandia, un espectáculo creado para su lucimiento. Lo hemos visto y esto nos ha parecido…
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 7 de enero de 2020
Cine y danza intentan mezclarse en Fordlandia para encadenar seis duetos breves, pequeñas miniaturas coreográficas, que hablan de amor, dolor y separación, y vienen firmadas por Anna Hop, Yuri Possokhov, Juanjo Arqués y Christopher Wheeldon.
Bailadas todas por la bailarina vasca Lucía Lacarra y su pareja de arte y vida, el canadiense Matthew Golding, el espectáculo, diseñado y concebido por éste último, es un vehículo para el lucimiento y mayor gloria de Lacarra que, en plena madurez, sigue siendo una bailarina de enorme sensibilidad, sofisticados registros y gran lirismo, dueña de esas ya características extensiones largas y flexibles, que han sido su fuerte durante muchos años de carrera, incluso cuando bailaba los grandes clásicos del repertorio.
Fordlandia, que podrá verse en la Sala Roja de Teatros del Canal hasta el próximo 10 de enero, nació en medio de la emergencia y la impotencia producida por la encerrona obligada del coronavirus. Sus largos segmentos cinematográficos fueron rodados en paisajes imponentes y muy cercanos a sus autores: las playas de Zumaia, tierra de ella, los bosques de Holanda, donde vive él, pues es bailarín habitual del Het Nationale Ballet, y en los interiores del Teatro de Dormunt, que les produjo. La parte audiovisual, con gran peso en la propuesta, pasa por ser una declaración de principios frente a la invasión de obras en streaming que proliferaron durante el confinamiento.
Las seis coreografías aparecen unidas por una estructura narrativa, a manera de hilo conductor, creada desde el cine. Pero la película, rodada con sensibilidad, buen gusto y sacando provecho de los impresionantes paisajes, termina cobrando excesivo protagonismo y ocupando demasiados minutos en una propuesta en la que el foco debería ser escénico con apoyo audiovisual, y no la competición entre película y coreografía en que se convierte.
Bosque nevado
El espectáculo no siempre logra encajar audiovisual y escena con coherencia. After The Rain, dueto lírico de Christopher Wheeldon, es el único que no fue creado para el espectáculo y se nota, aparece notablemente divorciado del resto, mientras las dos coreografías de la creadora polaca Anna Hop, colocadas al inicio, muestran dificultades para encajar narrativa cinematográfica y coreográfica. En cambio, Snow Storm, del ruso Yuri Possokhov, del San Francisco Ballet, con un relato más consistente, consigue hacer de lo escénico una extensión del bosque nevado de la película, tener una continuidad lógica del audiovisual en el directo, y trasladar intactos el lirismo y dramatismo de la pantalla al escenario.
Fordlandia, que da título a todo el espectáculo, es la pieza de la noche. No solamente porque desvela y desarrolla el leit-motiv, ese bailarín solitario y triste en una silla dentro del mar, sino por su carga dramática, su belleza formal, ingenio escénico y la manera en que involucra, física y emocionalmente, a los dos bailarines. Viene firmada por Juanjo Arqués, coreógrafo español poco conocido en nuestro país pero muy reclamado y solicitado por numerosas compañías internacionales, que sabe explotar aquí el potencial de Lacarra y dotar de emociones auténticas el dueto. No tanto en el segundo trabajo suyo del conjunto, Pile of Dust, que también parece un poco descolgado del todo.
No obstante, Fordlandia es un espectáculo elegante, fácil de ver y estéticamente atractivo, que tiene su principal interés en el placer de ver bailar a esta potente bailarina, que va encontrando su propio camino en solitario, con obras montadas a la carta ya sin el respaldo de grandes compañías. El público, la noche del estreno madrileño, les recompensó con un cálido y emocionado aplauso.
Fordlandia viene de tener representaciones en Terrassa y Bilbao, para pasar ahora a Tenerife, el día 30, y a Oviedo, en marzo próximo.
