MOVE, LA NUEVA SERIE DE NETFLIX QUE NO DEBERÍAS DEJAR DE VER
Desde ayer disponible en la plataforma esta serie documental que se aproxima al universo de los coreógrafos Israel Galván, Ohad Naharin, Akram Khan, Kumiko Versatile y Boogz & Buck. Analizamos…
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 24 de octubre de 2020
Cinco estilos de nueva danza. Cinco coreógrafos estrellas. Cinco ciudades que les influyen. Move, la nueva serie documental de cinco capítulos que Netflix lanzó ayer en su plataforma ofrece, en su conjunto, una visión fascinante, amplia, actualizada y, sobre todo, diversificada, de una parte importante (y poco conocida) del paisaje y actual situación de la danza en el mundo.
El hip hop de Jon Boogz & Lil Buck, en Los Ángeles; el Gaga de Ohad Naharin, en Tel Aviv; el flamenco de Israel Galván (en la foto superior), en Sevilla; el dancehall de Kimiko Versatile, en Kingston y el kathak de Akram Khan, en Londres, conforman los episodios de esta serie francesa, que puso a viajar a los realizadores Thierry Demaizière & Alban Teurlai con el fin de ofrecer en cada capítulo un retrato veraz y cercano de estos cinco creadores excepcionales que están innovando y revolucionando todo un arte.
Con una sólida estructura narrativa y un sugerente estilo visual de colores saturados, la serie dedica cada capítulo a un artista, pero al mismo tiempo su ambición va más allá al retratar a cada coreógrafo desde diferentes ángulos, consiguiendo alejarse del primer plano para ofrecer en panorámica el papel de la danza en una vida, en un colectivo, en una sociedad y finalmente, en la aldea global.
Padres enfadados
En los cinco casos arranca desde la intimidad del hogar, y en cada uno, ofrece protagonismo a los progenitores, madres y padres que se sinceran frente a la cámara sobre lo que pensaban de sus hijos antes de que fueran estrellas. Especialmente duros los testimonios de los padres de Israel Galván, que criaron a su hijo para que triunfara en el flamenco de virtuosismo y se les torció hacia una vanguardia que, en su momento, interpretaron como una deshonra a la familia, un desaire al arte que le inculcaron y una vergüenza para el cerrado y ortodoxo mundillo flamenco sevillano. “Si eso no es flamenco ni es ná”, se le escucha decir a la madre.
Por su parte, el padre de Akram Khan, inmigrante bangladesí en Londres, quería que su hijo terminara regentando el restaurante de la familia, pero éste se amparaba en la danza para huir del asfixiante ambiente familiar, aunque la base de su danza fuera el kathak, baile inequívocamente indio aprendido de su madre.
Después están los estilos y las maneras de cada uno. Ohad Naharin, coreógrafo de la Batsheva Dance Company de Tel Aviv (en la foto sobre estas líneas), inventó su técnica Gaga porque no sabía cómo comunicarse con sus bailarines y terminó convirtiéndola en una herramienta para bailar y para vivir. La escena final de su capítulo, dictando una verdaderamente multitudinaria clase de Gaga People (para no bailarines) es de los momentos más conmovedores de toda la serie.
Vemos también cómo Israel Galván rompió el flamenco tradicional y ha sentado precedente en las últimas dos décadas, y asistimos a la manera sofisticada, incluso lírica, con la que Boogz & Buck (foto inferior) en Los Ángeles, abordan el popping y el jookin, estilizándolos y alejándolos del modo callejero tradicional del hip hop, prescindiendo incluso de la música rap.
Danza en sociedad
Con verdadero ingenio, Move ha terminado de dibujar en cada capítulo las líneas inequívocas que unen estas danzas con la sociedad, la política y la vida. Kimiko Versatile, es presentada como la gran estrella del dancehall en Kingston, un estilo de danza usualmente masculino que es una mezcla de reggae, hip hop y perreo, que fue desafiado por su compañía femenina, que ha usado la danza como un arma de lucha y empoderamiento femenino dentro del ambiente tóxico y machista de los guetos de Kingston. “Han invadido nuestro territorio”, comenta derrotado un líder del danchall masculino de Jamaica. Desde la danza, Versatile exacerba, como una ironía, los arquetipos machistas. “Tienes que buscar formas creativas de usar el culo, hay que controlar el trasero”, se le escucha decir a la voluptuosa diva, que ha instaurado un estilo de baile para la mujer negra del que ha echado mano Beyoncé y Rihanna.
Aunque uno se crió en Memphis y el otro en Miami, ambos crecieron en medio de bandas, drogas, violencia, pandillas y hogares desestructurados. Tanto la madre de Boogz como la de Buck huyeron de ex novios maltratadores y no pensaron nunca que sus hijos, criados en esos ambientes, podían llegar a ser celebridades, haciéndolo además desde una danza que no oculta toda esa rabia y es vista y entendida como una declaración política.
En otro espectro de la realidad política se ubica una compañía como Batsheva, que con frecuencia es boicoteada en sus giras internacionales por activistas pro Palestina. “No intento transmitir mis opiniones políticas en mis obras pero la ideología se abre camino. Si boicotear mis obras contribuyera en algo a la causa palestina, yo mismo boicotearía mis coreografías”, declara Ohad Naharin.
Cabría destacar el tino que tiene Move al escoger las coreografías que resalta de cada artista. De Galván, su célebre función de Arena, en la Plaza de Toros de La Maestranza ante 14 mil espectadores, sin duda el momento en que Sevilla, su ciudad, finalmente le aceptó, cuando era ya una consolidada estrella internacional. De Naharin su ingeniosa The Hole, con sus bailarines colgando del techo del escenario. De Akram Khan, su ambicioso proyecto con bailarines de India Padre, visión del mundo flotante, que se estrenó sin público en Bangladesh y a la que no pudo asistir por la pandemia del coronavirus. La muy emotiva El amor lo cura todo, de la compañía MAI (Movement Art is) es la obra destacada de Boogz & Buck, y de Las Versatiles Ones, por supuesto, más que un espectáculo, se escenifica una batalla en la que, cómo no, estas chicas duras derrotan al mejor grupo masculino de dancehall de Jamaica.